Dame una noche

36

Tomo el dinero y lo guardo en mi billetera. El taxi avanza, y yo intento recordar la última vez que Román hizo algo romántico por mí. No se me ocurre nada. Apenas las tres rosas rojas y el anillo que me dio cuando me propuso matrimonio. Y ni siquiera dijo nada al entregarlo. Cuando le pregunté qué significaba, solo se sorprendió: "¿Acaso no sabes lo que significa que te regalen un anillo? ¿Te casarás conmigo?".

En cambio, Lukyan… Él siempre me regalaba flores, chocolates e incluso, una vez, unos pendientes. A pesar de su carácter serio, me enviaba mensajes con emojis. Sabía cómo conquistar a una mujer. Suspiro con pesadez y alejo esos pensamientos. Debo dejar el pasado atrás y seguir adelante. Necesito tiempo para estar sola y no involucrarme con nadie.

El auto se detiene frente a un edificio de oficinas de gran altura. Salgo y subo en el ascensor hasta el último piso. Luego, camino hasta la azotea. Una melodía de violín llena el aire. Distingo al músico, vestido con un traje negro impecable, moviendo el arco con destreza. Me hace un leve gesto con la cabeza. Contengo la respiración y miro alrededor.

Frente a mí hay una mesa cubierta con un mantel blanco, dispuesta para dos personas. En el centro, un jarrón con flores y un candelabro antiguo con cinco velas encendidas. En los respaldos de las sillas cuelgan mantas. Luces decorativas adornan el borde de la azotea, y un sendero de velas conduce hasta la mesa.

Camino por el sendero de velas y debo admitir que quien organizó esto realmente se esmeró. Me detengo junto a la mesa, sin saber exactamente qué hacer. Los platos están servidos a la perfección, las copas llenas. Me quedo esperando a que alguien aparezca y me dé instrucciones. Sin querer, mis ojos se desvían hacia la vista. El río parece una delgada cinta plateada, la ciudad resplandece con miles de luces reflejadas en el agua, y el cielo estrellado se extiende inmenso sobre mí.

Escucho pasos detrás y me giro, esperando recibir indicaciones. Pero me congelo en el acto y frunzo el ceño. El destino no puede ser tan cruel conmigo.

Frente a mí está Lukyan. Se acerca lentamente, sosteniendo un lujoso ramo de flores. Viste una camisa negra, un saco gris, jeans y zapatillas deportivas. Su cabello oscuro está peinado hacia atrás con esmero, su barba bien recortada, y sus ojos color avellana me miran con una mezcla de ternura y admiración. Mi corazón se desboca. Este hombre, con su porte imponente y su magnetismo, me deja sin aliento.

Pero luego, un pensamiento me golpea como un puñal. ¿Qué puede ser peor que tener que servir la cena a mi ex y su nueva novia? Siento cómo los celos me queman el pecho. Qué rápido encontró un reemplazo. Ayer casi me besaba, hablaba de nuestra relación, y hoy está cenando con otra.

Lukyan se detiene frente a mí y me observa con atención. Antes de que pueda decir algo, me adelanto:

—Lo siento, no sabía que tendría que atenderte a ti y a tu novia. Creo que será mejor que me vaya. Llamaré a Anjela para que venga a servirles.

Doy un paso adelante, pero Lukyan me bloquea el paso. Toma mi mano con suavidad, y en ese punto de contacto siento un calor familiar.

—Alina, no tienes que irte. Esta cena es para ti. Quiero cenar contigo. Esto es para ti —dice, colocando el ramo en mis manos casi a la fuerza. Me quedo paralizada, incapaz de reaccionar.

Mis pensamientos se arremolinan en mi cabeza. No voy a cenar con él. Lukyan me embriaga, me confunde, y nada bueno puede salir de esta situación. Ni siquiera entiendo por qué se ha tomado tantas molestias. No creo que lo haya hecho solo para acostarse conmigo. Lo miro con desconfianza y frunzo el ceño.

—¿Por qué haces esto?

—Necesitamos hablar —responde, acariciando con su dedo el dorso de mi mano. Oh, su toque… Es como una brisa cálida que me quema la piel. Me esfuerzo por no derretirme y pongo mi mejor expresión seria.

—Creo que ya hablamos suficiente. No voy a acostarme contigo a cambio de un apartamento o dinero.

—Lo sé —dice, bajando la mirada con culpabilidad. Me atrae ligeramente hacia él, y de inmediato, recuerdos prohibidos inundan mi mente. Se inclina y su aliento roza mi rostro—. Perdóname. No volveré a proponerte algo así. Estaba molesto contigo y solo quería vengarme. Pero la verdad es que eso no es lo que realmente deseo.

Toma mi mano con firmeza.

—Siéntate. Tengo algo que decirte. De todas formas, no te dejaré ir hasta que me escuches. Sabes lo terco que puedo ser.

Aturdida, me dejo llevar. Me guía hasta la mesa y aparta la silla para que me siente. Coloco el ramo a un lado y lo miro con recelo. Con Lukyan, siempre me siento como si estuviera sentada sobre una bomba de tiempo. Él se sienta frente a mí y levanta su copa.

—Primero, vamos a cenar. Seguro que no has comido nada.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.