El rostro de mi amado se ensombrece. Su expresión se vuelve seria y baja la mirada.
—¿Hoy fuiste a ver ese departamento? ¿De ahí te recogí?
—Sí —confieso.
Si he vuelto con Lukyan, tiene derecho a saber dónde viviré. Solo espero que esta vez no vuelva a seguirme. Él me envuelve entre sus brazos con determinación.
—Ese barrio es peligroso. No permitiré que vivas ahí. Ven a vivir conmigo.
Me quedo inmóvil a escasos centímetros de sus labios. Lo miro fijamente a los ojos, intentando descifrar si está bromeando. Por supuesto que lo amo, pero no estoy segura de estar lista para dar este paso. Ni siquiera me he divorciado aún. Salir juntos, besarnos, tener citas… eso es una cosa, pero compartir un techo es algo completamente diferente. No quiero que nuestra frágil relación se rompa bajo el peso de la convivencia. Niego con la cabeza.
—No estoy lista. Nos estamos apresurando demasiado.
—Al contrario, estamos tardando demasiado —su voz es firme, segura—. Piénsalo, nos conocemos desde hace años, sabemos tanto el uno del otro… Y lo más importante: nuestro amor sigue intacto. Siento que eres la persona con la que quiero pasar el resto de mi vida. Sin ti, mi alma y mi corazón están vacíos. No voy a dejarte ir.
Sus brazos me rodean con más fuerza y sus labios buscan los míos. Jamás imaginé que el siempre reservado Lukyan pudiera decir palabras así. Sus besos me hacen olvidar todo. Quiero perderme en ellos para siempre. Me toma por las caderas y me gira hacia él. Instintivamente, lo rodeo con mis piernas. No sé en qué momento tomé la iniciativa, pero lo único que quiero es disfrutar de esta unión.
Ebria de deseo, jadeante, satisfecha, me aferro a él y, casi sin darme cuenta, le susurro al oído:
—Te amo.
Una sonrisa inmensa ilumina su rostro. Llena mi cara de besos desordenados.
—Lo sabía. Sabía que tus sentimientos no habían desaparecido. Ya está decidido. Te quedarás conmigo.
—Es demasiado rápido… —dudo. No quiero arruinarlo todo por precipitarme.
Lukyan se encoge de hombros.
—La vida es demasiado corta. No quiero perder más tiempo. De todas formas, tarde o temprano iba a pasar. ¿Para qué retrasar lo inevitable?
Su voz es tan firme, tan segura, que logra disipar mis dudas. Sus labios vuelven a buscar los míos. Nuestro momento se ve interrumpido por el sonido de mi teléfono. Una melodía familiar inunda la habitación. Con pesar, me separo de sus labios y me levanto. Balanceando las caderas a propósito, camino hasta mi bolso. Saco el teléfono y me lo llevo al oído.
La voz animada de Oksana suena del otro lado.
—¿Dónde estás? ¿Todo bien?
—Sí, yo… —dudo un momento, bajo la mirada y finalmente confieso—. Estoy con Lukyan. Hemos vuelto.
—¡Ahhh! —el grito emocionado de Oksana me obliga a alejar el teléfono del oído—. ¡Sabía que volverían! Entonces, ¿te espero esta noche o no?
—No, me quedaré aquí. Nos vemos en la universidad. ¿Puedes traerme mis apuntes?
—¡Por supuesto! Bueno, nos vemos.
Cuelga, y yo me quedo con el teléfono en la mano. Lukyan se acerca sigilosamente por detrás y me envuelve entre sus brazos.
—Mañana iremos a recoger tus cosas. ¿A qué hora terminan tus clases?
—A las dos.
—Perfecto. Te recogeré después.
Asiento y vamos juntos a la ducha. Dormir entre sus brazos es una sensación reconfortante. En su abrazo hay calor, hay hogar. Me acurruco en su pecho y dejo que el sueño me venza.
Lukyan
Cuando Alina se queda dormida, me levanto con cuidado para no despertarla. Tomo mi teléfono y voy al baño. Veo seis llamadas perdidas de Zoya y cuatro mensajes. Me alegro de haber puesto el teléfono en silencio. Todos sus mensajes están llenos de preguntas sobre dónde estoy y por qué no respondo. Pulso su número y escucho los tonos de llamada. Su voz somnolienta responde al otro lado.
—¡Lukyan! ¡Por fin! ¿Estás bien?
—Sí, estaba ocupado. Tuve una reunión —miento sin dudar y espero que me crea.
—Encontré el local para mi salón. ¡Es perfecto! Amplio, luminoso, en el centro. Tienes que verlo. Organicé una cita para mañana a las tres. ¿Puedes venir?
El entusiasmo de Zoya sigue intacto. Pero es mejor que esté ocupada con su negocio que perdiendo el tiempo.
—Está bien. Mándame la dirección.
—¿No vas a venir esta noche? —su vocecita suena llena de esperanza, una esperanza que debo aplastar.
—Es tarde. Estoy en mi departamento. Dormiré aquí hoy.
—Entiendo… ¿Cenamos juntos mañana? Podemos hablar de mi salón.
—Ya veremos —respondo con voz apagada, esperando no despertar a Alina—. Buenas noches. Te llamaré mañana.
Corto la llamada y regreso a la habitación. Me acuesto junto a Alina y la atraigo hacia mí. Deposito un beso en su mejilla. Al fin es mía.
A la mañana siguiente, le doy un juego de llaves de mi departamento, la llevo a la universidad y me marcho al trabajo. Intento resolver todo lo importante antes del mediodía. Le envío varios mensajes a Alina. Sé que a las mujeres les gusta la atención. Ella me responde con un montón de emojis con corazones. Parece que la he recuperado.
Durante un descanso, la llamo y le informo con tono seco:
—No podré recogerte hoy. Surgieron asuntos urgentes. Seryi pasará por ti. Te ayudará con tus maletas y te llevará al departamento.
—No hace falta apresurarnos —su voz suena tranquila—. Me llamó la administradora de la pizzería. Hoy tengo turno. Salgo a las once de la noche. Tomaré un taxi e iré directo a tu casa. Mañana llevaremos mis cosas.