Alina
Han pasado tres días desde que me mudé con Lukyan. Resultó ser un hombre atento y cariñoso. Me siento inmensamente feliz a su lado. Ahora mismo, estoy preparando la cena mientras espero su llegada. Escucho el sonido de la cerradura y poco después, él entra en el apartamento. Me dirijo a recibirlo. Se quita el abrigo, los zapatos y, al notar mi presencia, una sonrisa ilumina su rostro.
—¡Alina! Ven aquí, te extrañé.
Lukyan me envuelve en sus brazos y deja un beso en mis labios. Me aferro a él y siento cómo la felicidad me invade. Su presencia enciende una cálida emoción en mi corazón. Nuestros labios se separan y caminamos juntos hacia la cocina. Él se detiene un momento y aspira el aroma del ambiente.
—Huele delicioso. ¿Cocinaste otra vez?
—Sí, justo está terminándose de hornear.
Lukyan toma mis manos y, una por una, besa mis yemas con delicadeza.
—Me encanta que cocines, pero no tienes que hacerlo todos los días. Podemos salir a cenar o pedir algo a domicilio.
—Está bien, mañana lo hacemos. Ahora ve a lavarte las manos.
Él se dirige al baño, mientras yo regreso a la cocina. Un timbrazo en mi móvil llama mi atención. Veo un número desconocido en la pantalla y contesto.
—¿Hola?
—¡Buenas noches! —La voz de una mujer me pone en alerta—. Por favor, ¿conoce a Román Vengiryuk?
Al escuchar el nombre de mi exesposo, un nudo amargo se forma en mi garganta. Trago saliva con dificultad.
—Sí.
—¿Es usted su esposa?
—Su exesposa —aclaro de inmediato. El tono de la mujer se suaviza un poco.
—Disculpe… Su número estaba guardado como "Amor". No sé con quién más contactar. Román está en el hospital. Lo trajeron apenas con vida. Lo estabilizaron, pero ahora está inconsciente. ¿Podría avisarle a su familia?
—¿Inconsciente? —repito sin pensar, tratando de procesar la información—. ¿Qué pasó?
Mi corazón late con fuerza en el pecho mientras contengo la respiración, esperando la respuesta. A pesar de todo, Román no me es indiferente. No lo amo, estoy herida y resentida, pero aún quedan sentimientos por él en mi interior. La mujer responde con voz sombría:
—Lo golpearon en la calle. Unos transeúntes llamaron a emergencias. Está grave. Por suerte, tenía su pasaporte y su teléfono con él. Incluso su billetera estaba intacta, así que no parece haber sido un asalto.
Lukyan entra en la cocina y se queda inmóvil. Escucha atentamente mi conversación.
—Sí, llamaré a su familia. ¿En qué hospital está?
Tomo una libreta del cajón y rápidamente anoto el nombre del hospital y el número de habitación. Cuelgo la llamada y me encuentro con la mirada preocupada de Lukyan.
—¿Qué pasó?
—Román está en el hospital. Está inconsciente —le lanzo una mirada inquisitiva—. ¿Tienes algo que ver con esto?
—¿Qué? —La indignación se refleja en su rostro—. ¡Por supuesto que no! ¿Cómo puedes pensar eso? No tengo ninguna razón para ocuparme de ese inútil.
Un suspiro de alivio escapa de mis labios. No quiero creer que Lukyan haya tenido algo que ver. Busco en mi teléfono el número de mi exsuegra. Desde que Román me echó de su vida, no hemos vuelto a hablar. Me aterra pensar lo que él pudo haberle contado sobre mí. Lukyan frunce el ceño.
—¿Por qué te llamaron a ti?
—Encontraron mi número. Lo golpearon en la calle.
Marco el número de Nadezhda Ivanovna y me lleno de nervios. Los largos tonos de espera hacen que la ansiedad crezca. Cuando finalmente escucho su voz, suelto la noticia de golpe. La mujer se lamenta con angustia.
—¿Cómo pudo pasar? ¿Lo golpearon? ¿Por qué?
—No sé nada más. No me dieron detalles.
—Dios mío… Estamos fuera de la ciudad. No volveremos hasta mañana. ¿Podrías ir al hospital y averiguar cómo está? Tal vez necesite medicinas, ayuda… hablar con los médicos —su voz se quiebra.
La idea no me agrada en absoluto. La sola idea de ver a Román despierta recuerdos amargos. No quiero enfrentarme a él. Vacilo antes de responder:
—¿Está segura de que sabe que nos estamos divorciando?
—Sí, pero te lo pido como madre. Necesito saber qué le pasó y cómo está. Está solo, inconsciente… Me preocupa que algo le suceda antes de que podamos llegar.
Aprieto los labios. Nadezhda Ivanovna siempre fue buena conmigo. No puedo negarme. A regañadientes, cedo.
—Está bien, iré. Averiguaré todo y la llamaré.
Termino la llamada y me encuentro con la mirada furiosa de Lukyan. Se cruza de brazos y me observa con gesto severo.
—¿A dónde crees que vas?
—Al hospital. Nadezhda Ivanovna me pidió que averigüe qué pasó y cómo está Román.
Lukyan se pone aún más tenso, su rostro se ensombrece con rabia. Me acerco y le tomo la mano, presionando mi cuerpo contra el suyo de manera seductora.
—Ellos no están en la ciudad. No puedo decirle que no. Es solo una visita. No estoy volviendo con él.