Me pongo de puntillas y le doy un beso en la mejilla. Mi hombre me rodea con sus brazos y me acerca a su pecho:
—Nos ha arruinado la noche. Espero que esto no tome mucho tiempo. Ponte algo, iré contigo.
Apago el horno y me pongo la chaqueta. Nos dirigimos al hospital. Durante todo el trayecto, Lukyan permanece con el ceño fruncido, en silencio y visiblemente molesto. Intento animarlo, le hago bromas, pero sigue serio.
Al llegar, encontramos rápidamente la habitación indicada. Un médico se acerca a nosotros:
—Róman ha recuperado la conciencia. Tiene una fractura en el brazo, conmoción cerebral, varios moretones y rasguños. Ha sufrido una pérdida parcial de memoria. No recuerda a sus agresores, pero esperemos que sea temporal.
Miro a mi amado con incertidumbre. Él sigue impasible. Pregunto con cautela:
—¿Necesita medicamentos?
—Sí, aquí está la lista. Además, deben pagar su estancia en el hospital. Vayan a recepción, allí les informarán.
—De acuerdo —Lukyan asiente—. Aparte de eso, ¿su estado es estable?
—Sí, está fuera de peligro. Pueden visitarlo.
Entramos en la habitación. Róman está acostado con un suero conectado. Su rostro hinchado y enrojecido apenas recuerda al hombre que una vez conocí. Su brazo está enyesado, la manta gris cubre su cuerpo hasta el pecho y su cabello está revuelto. Al verme, intenta sonreír, pero el gesto se convierte en una mueca forzada y torcida:
—¡Alina! Me alegra verte. Ven aquí.
Extiende la mano y me acerco con vacilación, pero la escondo detrás de mi espalda. Él la deja caer sobre la cama y me mira con extrañeza:
—¿Qué pasa? ¿Sigues enojada conmigo? No te preocupes, estoy vivo. No recuerdo qué ocurrió. Debieron golpearme fuerte. Lo último que recuerdo es que anoche nos dormimos abrazados.
Cruzo una mirada con Lukyan. Su rostro se ha tensado, sus labios son apenas una línea recta, y veo que está conteniendo la furia. Niego con la cabeza:
—Estás confundido. Anoche no dormimos juntos.
—Sí lo hicimos —insiste Róman con seguridad—. Solo he olvidado un día.
Luego dirige la vista hacia Lukyan y pregunta con indiferencia:
—¿Y tú quién eres? ¿El médico?
Gromovenko frunce el ceño. Parece a punto de estallar. Me ajusto nerviosamente el bolso al hombro.
—Creo que algo no anda bien con Róman. Necesitamos llamar al médico.
Lukyan sale de la habitación sin decir palabra. Tan pronto como se va, Róman se anima un poco:
—¿Quién era ese? Qué tipo más grande.
—¿De verdad no lo recuerdas? —pregunto, entrecerrando los ojos con sospecha.
—No, creo que no ha venido a verme antes —responde despreocupado. Luego vuelve a extender la mano—. Bésame.
Su petición me deja paralizada. ¿Está bromeando? Miro su palma con desconfianza.
En ese momento, Lukyan regresa con el médico, quien de inmediato comienza a evaluar al paciente:
—Dígame, por favor, ¿qué día es hoy?
—El dieciséis o diecisiete de febrero... No estoy seguro. ¿Tal vez el veinte? Lo siento, tengo las fechas revueltas.
Róman se lleva los dedos a la sien y la masajea con movimientos circulares. Me llevo la mano a la boca, alarmada:
—Róman, hoy es abril.
Él me observa incrédulo y luego mira a Lukyan y al médico en busca de confirmación. Se ríe nerviosamente:
—¿Abril? ¿Es una broma?
—Evidentemente, el daño es mayor de lo que pensamos. Ordenaré pruebas adicionales, pero creo que todo saldrá bien —dice el médico antes de dirigirse a mí—. Usted puede ayudarlo a recordar. Hagan cosas cotidianas, hablen sobre eventos recientes, muéstrele objetos que puedan estimular su memoria. Para su recuperación, Róman necesita apoyo emocional y una actitud positiva.
—Estoy seguro de que mi esposa podrá encargarse de eso —dice Róman con una gran sonrisa.
Sus ojos están llenos de esperanza, y yo solo quiero desaparecer. Después de todo lo que pasó, no puedo ni quiero pasar tiempo con él. Además, sus padres vendrán mañana. Que se encarguen ellos.
Aprieto el bolso con fuerza y me armo de valor para decirle la verdad:
—Róman, hay algo que debes saber —trato de decirlo con delicadeza. Siento un nudo en la garganta y hago una pausa para tomar aire—. Nosotros ya no…
—¿Puedo hablar con usted un momento? —me interrumpe el médico apresuradamente.
Parpadeo, confundida, y asiento. Salimos al pasillo. El doctor cruza las manos sobre su abdomen y me mira con seriedad:
—¿Estaba a punto de darle una noticia?
—Sí, quería decirle que nos divorciamos.
—No le recomiendo hacerlo. Al menos no ahora. Las emociones negativas pueden afectar su recuperación. Mañana le haremos más pruebas. En este momento, lo mejor para él es recibir apoyo y tranquilidad.
Lukyan me toma de la mano, como si temiera perderme, y gruñe con furia contenida:
—¿Apoyo? ¿Tranquilidad? Alina ya no está con él. Es mi novia ahora, y no voy a quedarme de brazos cruzados viendo cómo cuida de su ex.
—¿De verdad? —El médico se muestra sorprendido—. No lo sabía. Pero para Róman, esa noticia será un golpe emocional. Incluso podría causarle un trauma psicológico. Creo que, por ahora, es mejor no decírselo.
—¿Está sugiriendo que mi novia se haga pasar por la esposa de ese idiota? —Lukyan frunce el ceño, con una expresión tan feroz que parece un animal a punto de atacar.