Dame una noche

52

Por la mañana nos vestimos rápidamente. Nos quedamos dormidos un poco y ahora íbamos con prisa. Yo tenía que ir a la universidad y Lukyan, al aeropuerto. Encontramos unos minutos para desayunar y nos sentamos a la mesa. Tomo un croissant con té mientras miro el reloj con nerviosismo. Si queremos llegar a tiempo, solo nos quedan diez minutos antes de salir.

Lukyan saca su tarjeta bancaria de la billetera y la deja sobre la mesa:
— Es para ti. Compra todo lo que necesites y no te limites con los gastos.

Me quedo paralizada con la taza en las manos, sin siquiera acercarla a mis labios. En estos días, Lukyan ha pagado por todo. Yo solo compré comestibles una vez para preparar la cena. Como ya no trabajo en la cafetería, mi único ingreso es la beca. Al notar mi sorpresa, mi amado toma suavemente mi mano libre:

— Alina, eres mi mujer. Déjame cuidar de ti. Quiero que tengas todo lo que desees. No te preocupes por el dinero, gano lo suficiente y puedo mantener a la mujer que amo. Ve de compras, compra ropa, zapatos, cosméticos… lo que quieras. No soy muy experto en cosas de chicas. Solo hay una cosa que quiero: que te compres lencería seductora. Quiero quitártela cuando regrese.

Sorprendida por sus palabras, dejo la taza en la mesa. En mi mente, se forma una imagen de Lukyan acariciando la delicada tela de encaje antes de quitármela. Mi cuerpo responde de inmediato, un escalofrío de placer recorre mis venas. No sé cómo reaccionar y arqueo una ceja:

— ¿Acaso insinúas que me visto mal?
— No, insinúo que necesitas ropa nueva. Me encanta tu estilo, solo que ese vestido rojo con pedrería no te favorece. — Lukyan sonríe fugazmente, como si recordara algo, pero enseguida su rostro recupera la seriedad. — No quiero que sientas que te falta algo mientras no estoy.
— Pero sí me faltará algo. Me faltarás tú.

Lukyan se inclina y me besa en los labios. Es un beso suave, lento, tembloroso. Me siento como una muñeca de porcelana a la que temen lastimar. Disfruto sus caricias y trato de grabar este momento en mi memoria. Mi amado. Mi deseo. Mi todo. No sé cómo soportaré esta separación.

Se aparta un poco. Sus ojos brillan con felicidad.
— No quiero irme. No quiero dejarte.
— Solo vuelve a mí. Y no me envíes mensajes de despedida.

Un recuerdo doloroso atraviesa mi corazón como una hoja afilada. El miedo de que Lukyan vuelva a abandonarme sigue latente. Él sacude la cabeza:
— No los enviaré, ¿me oyes? Nunca te dejaré. Sin ti, mi vida es un vacío. Eres tú quien le da sentido y la llena de colores. Te amo. — Su voz se vuelve apenas un susurro en las últimas palabras.

Giro la cabeza, mis labios casi rozan su rostro. Como si temiera que alguien nos escuchara, le respondo en un murmullo:
— Yo también te amo.

Lukyan me abraza más fuerte y sonríe. De repente, parece recordar algo y mira el reloj. Se levanta bruscamente:
— Llegamos tarde. Espero que no haya tráfico. Te llevará y recogerá Siriy. Si necesitas ir a algún lado, llámalo.
— Puedo arreglármelas sola.
— Lo sé, pero por favor, no descuides tu seguridad. Especialmente mientras no esté. — Lukyan se pone el abrigo y yo me calzo los zapatos.
— Siriy ya me sigue, ¿verdad?

Lukyan se detiene un instante, como un gato travieso atrapado en plena travesura. Su reacción solo confirma mis sospechas. Abrocha los botones de su abrigo y responde:
— Sí. Estará cerca hasta que vuelva. Resolveré todo y después nadie más te vigilará. Te lo prometo.

Me besa en la nariz y me olvido de mi enojo. Salimos al exterior. Siriy nos espera en un auto familiar. Lukyan me envuelve en un abrazo fuerte:
— Te extrañaré. Por favor, no hagas tonterías. No vayas con Román y no dejes que tu exsuegra te manipule.
— No lo haré.

Mi amado se inclina y me besa otra vez. Me embriaga con su contacto, su calor se expande por mi cuerpo. Luego abre la puerta del auto y me subo. En sus ojos se refleja una tristeza profunda.

— Te llamaré. Cuídate.

Cierra la puerta y se aleja hacia su coche. Lo sigo con la mirada, sintiendo un nudo en la garganta. La tristeza oprime mi pecho y envuelve mi corazón. Me he apegado demasiado a Lukyan. Mis sentimientos por él han despertado con más intensidad que nunca.

El día transcurre como en una niebla. Aunque me llama y me envía mensajes, sigo extrañándolo. Un mal presentimiento no me deja en paz.

Por la noche, estoy en la cocina con la laptop, escribiendo mi tesis. De repente, el teléfono suena con un tono familiar. Al ver el nombre de Román en la pantalla, frunzo el ceño. He ignorado sus llamadas todo el día, respondiendo solo un mensaje.

Suspiro y me obligo a contestar. Enseguida escucho su voz preocupada:
— Alina, ¿estás bien?




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