[d]anger

Escuela

¿Dónde estará Annalise? ¿Se habrá ido a la facultad sin esperarme? ¿Sería capaz? Hace poco menos de una hora ella debería de haber estado aquí, en el estacionamiento, donde se suponía que nos veríamos para irnos juntas, pero ha estado desaparecida, además de que donde trabaja por las mañanas ha sido puesta en cuarentena, no es la primera vez, pues los chicos de ahí son todos unos problemáticos, pero usualmente los trabajadores son evacuados.

-Katherine -La voz agitada de Diego, el detective, llena por completo mis oídos, doy media vuelta sobre mi eje para enfrentarlo, algunos mechones de su cabello negro se le pegaban a la frente por el sudor, sus ojos negros, al igual que su cabello. irradiaban desesperación, parecía llevar ya  un buen rato buscándome. -Necesito que veas algo, es urgente.

Me tomó por la muñeca para comenzar a jalarme con él, su agarre no era fuerte, pero si lo suficientemente duro como para evitar que me soltará, hasta ese momento noté que llevaba una mochila cargada a la espalda, parecía ser de cuero, no era muy grande, tal vez fuese hecha para llevar solo pocas cosas y, si de por sí era raro ver al detective con una mochila,que fuera tan pequeña lo hacía todavía más.

-¿A dónde me llevas? Para el otro lado queda la estación de policía, ¿No? -El aire me comenzaba a faltar, los deportes no eran mi fuerte, y correr mucho menos.

-Ahí radica todo. No vamos a la estación, vamos a la universidad en cuarentena, necesito que veas algo. -Prácticamente me estaba dejando llevar por él, mis piernas se tropezaban entre sí. -Solo un poco más, lo prometo.

Asentí, sabiendo que él no me podía ver. Todo esto debe de ser demasiado importante como para que no pare de correr y, además, haber dejado su puesto de guardia por venir a buscarme. No sé que era lo que estaba pasando por su cabeza, pero era o muy bueno o muy malo y no sabía que era peor.

-Aquí -Se detuvo en cuanto estuvo frente a una puerta gris, pero no era de la escuela, era una cafetería, una que conocía muy bien, pues aquí pasaba la mayoría de mis tardes después de salir del bachillerato, era un lugar tranquilo, al que solo asistían personas grandes a charlar y a pesar de ello, había rumores de que eran vendedores de droga y, también, vender uniformes, tarjetas y llaves, exclusivas de los gobernantes; algo muy simple, pero con un gran peso para la ley. -Tenemos que pasar por un par de trajes y tarjetas primero.

-¿Entonces los rumores son ciertos? -No podía esconder mi asombro frente a esa declaración, siempre pensé que solo eran chismes de personas envidiosas por la fama de este lugar.

Rió entre dientes. -¿Quién crees que les da todo eso? -Guiñó un ojo antes de tocar una puerta, la cual se abrió de inmediato, mostrando a una señora de baja estatura un poco regordeta, su piel era morena, como si pasara demasiado tiempo debajo del sol, su cabello era de un café casi negro, lo tenía recogido en una trenza que caía por su espalda, nunca había visto a nadie como ella, confiada con cualquiera, desde que la veías podías notar la calidez en sus ojos, toda ella la irradiaba.

-¡Diego! ¿Cuanto tiempo que no te pasabas por aquí? -Abrazó al detective sin pudor alguno, se conocían de hace tiempo, eso se veía de lejos.

-Mucho, Nana, mucho. -Le devolvió el abrazó. Debajo de esa cara desesperada y llena de estrés, se podía notar la alegría que le daba estar cerca de ella. Como si él fuera un niño pequeño que llega con su madre después de su primer día en el bachillerato. -Pero, desgraciadamente, no puedo tardar mucho, tengo una emergencia -Su voz tenía un dejo tristeza,la cual fue abandonada al segundo siguiente. -Necesito dos trajes de cuarentena, al igual que sus tarjetas correspondientes. -La mujer se separó de él pesadamente para dar vuelta y volver a internarse en el lugar, yo había quedado en segundo plano, y no me molestaba, tenía años sin ver una escena como esta. -La extraño mucho.

-¿Perdón? -Diego me sacó de mis pensamientos tan repentinamente que ni siquiera me dio tiempo de meditar lo que me había dicho. 

-Perdonada -Una triste sonrisa de asomó por las comisuras de sus labios -Dije que la extraño mucho, a Nana. Prácticamente ella me crió, mientras su esposo trabajaba en la cafetería ella me ayudaba con mis deberes y me enseñaba montones de cosas, era como una madre para mí. 

-¿Por qué no la visitas más seguido? Ella también te extraña.

-El tiempo y yo no nos llevamos muy bien al momento de hacer planes.

Nana salió de nuevo interrumpiendo la pequeña conversación, consigo traía una bolsa negra de basura y una bolsa más pequeña, supuse que en la chica solo estaban las tarjetas de acceso y en la de mayor tamaño los trajes que mi acompañante le había pedido.

-Eres un sol, Nana. -Diego tomó las bolsas y revisó su contenido rápidamente. Yo nunca había estado en algo relacionado al contrabando, pero estaba segura que esto no se podía hacer tan tranquilamente, todo debía ser rápido y eficaz, sin dar tantas vueltas, y estaba en lo correcto al ver la urgencia con la que Diego se despidió de Nana con un rápido abrazo, ella se quedó parada en el marco de aquella puerta esperando a que nos fuéramos, le quite, a Diego, las bolsas de las manos y con un leve gesto le di a entender que se despidiera de Nana, sus ojos brillaban y, sin rechistar, dio la vuelta y regreso a donde Nana para darle un abrazo fuerte y levantarla del suelo como si no pesara más que una pluma de ave, decidí que sería bueno darles un poco de espacio, pues yo era completamente ajena a aquella escena.




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