Daño Colateral

Prefacio

Fue un adiós momentáneo que se extendió a toda la eternidad.

Cuando alguien habla de lo que es el amor pienso en ti.

Sé que no soy un poeta y esto no es una declaración del ferviente amor que te tengo. Solo es una pequeña muestra para que recuerdes que, tal como te lo prometí, mi amor ha peleado y le ha ganado al peor enemigo de todos; el tiempo.

Que cuando mencionan al viento solo pienso en él mismo trayendo consigo el sonido de tu voz. Que cuando me despierto y el sol se abre paso entre las cortinas de mi ventana, recuerdo como lucía tu piel desnuda bajo su efecto. Que nunca la cama vacía significa para mí ausencia, sino más bien que me esperas para desayunar. Que los caminos y las carreteras solo significan que tú me esperas en algún punto del final.

Me rehúso siquiera a la idea de considerar que te has marchado, puesto que no miento cuando digo que sigo encontrándote en todo…, en el café por las mañanas, en el agua, en la brisa, en los árboles, en la ciudad que tanto detestabas, en la playa que tanto adorabas, en las notas que emana el piano que toco cada día, en las partituras. Estás en todo, excepto en aquel vacío de mi cama, de mi casa y de mi vida.

Quisiera algunas veces obligarte a volver, pero dime, ¿cómo es que puedo hacerlo? ¿Quisieras escucharme? ¿Quisieras volver? No soy mejor persona, no he hecho nada mejor desde la última vez que nos vimos, quizá, contrario a eso, soy peor… más terco, más necio, más solitario, más aburrido. ¿Me querrías contigo aun con todo esto? Sé que no merezco tu amor, porque sé que no mereces que te ame de la manera en que lo hago.

Aun así, siento que no pertenezco a nadie sino a ti.

Este sentido ilusorio en el que me envuelvo cada mañana me agobia, deseo poder levantarme un día de estos y darme cuenta de que todo lo que he vivido no ha sido más que un sueño, que tú eras un sueño, preferiría eso. Que te quedaras en aquel lugar y no en esta realidad que es tortuosa.  

«Anne…

Quizá en un universo paralelo en este momento estamos abrazados, quizá hablemos sobre la primera vez que nos conocimos, del horrible vestido que llevabas ese día o de lo ridícula que fue mi caída; quizá te estoy acompañando en el insomnio que te consumía las últimas noches… De toda esa historia lo que más me gusta resaltar es cómo me mirabas, con esos ojos de los cuales sólo yo conocía la verdad, desde ese momento supe que tú eras a quien quería ver, con mis simples y comunes ojos, por el resto de mis días. Y sabes, por más oscuro que se volvió el panorama, sabía que contigo siempre estaría seguro» ...




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