PREFACIO
Nunca he conseguido encontrar una definición precisa del amor, sobre todo porque considero que el mío es el peor para tomar como ejemplo. Me he mantenido egoísta con la interpretación y sólo empeoró con tu partida. No hablo con extraños y sintiendo apatía por los conocidos, bajo otras circunstancias, quizá sea de los que sacrificaría a cientos por encima de mis propios deseos. ¿Es lo que hice contigo? Supongo que es una pregunta cuya respuesta debe permanecer en el absoluto desconocimiento. Pero, en cualquier caso, he de admitir que, cuando alguien habla de lo que es el amor, siempre termino pensando en ti. Aunque no lo diga, aunque prefiera no recordarlo.
Mi negativa tiene que ver más con la falta de responsabilidad, con la idea de aceptar un hecho pasado, pese a que hace parte de mi vida presente. Sabes bien que este no es mi primer intento de recorrer los pasos que diste, de los caminos que tomaste y, sobre todo, del abismo que te arrastró hasta sus fauces. Es una pena que no sintiera el vértigo que yo, que no te hiciera retroceder como a mí; lo sé, estoy recriminándote la valentía y la determinación que se necesita para completar «ese» paso. Pero no me escondo, te he dicho que soy egoísta, lo he sido siempre y fue una de las pocas cosas que no cambió. Soy egoísta y preferiría poder decirte esto y no escribírtelo, sabiendo que nunca vas a leerlo. Egoísta como para anteponer mi felicidad sobre tu irrisible deseo de ceder (es como yo lo veo, no te alarmes con mi necedad). Sé que no soy un poeta, no está en mis aspiraciones serlo, y esto tampoco es una declaración del ferviente amor que conservo por ti. Solo es una pequeña muestra para que recuerdes que, tal como te lo prometí, mi amor ha peleado y le ha ganado al peor enemigo de todos: el tiempo.
Hay un mundo lejano, fantasioso, que habito con la idea de ti: Que cuando algún indecente menciona el viento, yo solo puedo pensar en cómo trae consigo el sonido cálido y apagado de tu voz. Un mundo que, al despertarme, y el sol se abre paso entre las cortinas de las ventanas, recuerdo cómo lucía tu piel desnuda bajo su brillo pretencioso. Uno donde nunca la cama vacía significa para mí ausencia, sino más bien que me esperas en algún lugar, mística y pretenciosa. Que los caminos y las carreteras solitarios solo significan que tú me esperas en algún punto porque hay una playa huraña que espera por los dos.
La cuestión con eso es que, ya no estás más a mi lado, ya no puedo verte, ni escucharte, ni sentirte. De ti no me queda más que el recuerdo lúgubre de un amor que está más cerca del dolor. La cuestión es que, aquellos espacios que alguna vez ocupamos, ahora es solo la soledad la que me acompaña. Con ello quiero dejar claro que, aún hoy, me rehúso siquiera a la idea de considerar que te has marchado, puesto que no miento cuando digo que sigo encontrándote en todo: En el café por las mañanas, en el agua, en la brisa, en los árboles, en la ciudad que tanto detestabas, en la playa que tanto adorabas, en las notas que emana el piano que toco cada día, en las partituras. Estás en todo, excepto en aquel vacío de mi cama, de mi casa y de mi vida.
He pensado, poseído por la ausencia del genuino razonamiento, que me gustaría poder obligarte a volver, pero dime, ¿cómo es que puedo hacer una cosa como esa? No he sido nunca un buen religioso, aunque te adoré siempre como si de una deidad se tratara. Supongo que mi equivocación estuvo en creer que tan banal ofrenda sería suficiente, porque al final del día no estás. Estoy yo, pero estoy solo, solo con un amor preso de ausencia. Pienso en ti cuando me despierto por las mañanas, cuando no quiero pensar pienso en ti; sé que estás aquí, qué haces parte de todo, que haces parte de mí. Te recuerdo cuando la música se termina o cuando comienza una nueva. Lo cierto es que, no te pienso tanto como me gustaría, pero te extraño de tal manera.
Te extraño con absoluto dolor y con exagerada calma.
Es terriblemente tortuoso seguir pasando noches solo, cuando esta cama, este lado de la cama, no es más mío de lo que es tuyo. Porque no hay mañana, tarde o noche en la que no desee que estes de nuevo aquí. Pero entonces la brisa se detiene, y te marchas. Estoy solo de nuevo, solo con los años de ausencia. Estoy solo y viejo y lo nuestro no es más que un recuerdo.
Sé que no merezco tu amor, porque sé que no mereces que te ame de la manera en que lo hago. Aun así, siento que no pertenezco a nadie sino a ti.
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Editado: 12.11.2024