Daño Colateral

Capítulo 18

Capítulo 18

440 días antes del suicidio

Anne

La calma se respiraba en el lugar, una que ninguno de los dos había experimentado desde algún tiempo. Anne estaba sentada en el pequeño balcón que hacía parte de lo que era el apartamento de Alex, él se acercaba a ella con un par de tijeras en la mano, y con un poco de duda.

El tiempo seguía igual que siempre, frío.

Las manos de Alex se posaron en los hombros de Anne, dejándole un beso corto en el cabello, y con eso sintiéndose invencible…, porque el tiempo que había esperado valía la pena, ella admirando la vista de la ciudad desde su balcón valía más que todo lo que había esperado. Que al final el destino conspira por quien sabe ser paciente, por quien lo desea de verdad, por quien lo merece…, porque no importaba las cosas que pasaban en el exterior o las maneras que ellos utilizaban, ambos merecían ser amados de forma pura y sincera.

 Emilie amaba a Alex, y Alex amaba a Anne… y Anne amaba la idea de poder en algún momento amar de nuevo.

Y quizá para muchos no era la manera, pero, ¿existe una manera para amar? El amor es abstracto, no existe una definición…, son la suma de todas ellas. Amar es escuchar, pero también perdonar, amar es luchar y rendirse…, es soñar despierto y despertar para amar en la realidad. Anne y Alex eran amor, ese amor arrasador, pero precioso, ese que sabes que va a doler, pero que vale la pena. Ese amor con un final triste, pero con recuerdos preciosos para añorar en los pensamientos de lo que puedo y no fue.

—¿Estás segura? —le preguntó él, dándole una cálida sonrisa, la cual la arropaba del frio citadino.

—Sí, no me gusta que esté tan largo —dijo ella—, sé que lo harás bien.  

—Yo en tu lugar no confiaría mucho en mí.

—Por esa razón es que no lo eres, porque yo en tu lugar si confiaría.

—¡Ja! Eso sigue sin ser muy tranquilizante.

—Yo soy la que debería estar nerviosa, no tú.

—¡Es lo que hay!

Él tomó un poco de agua y le humedeció el cabello, Anne lo prefería corto.

Una manera de desprenderse del pasado es cortarlo.

Con la delicadeza que ameritaba ella, la peinó y preparó para ser él quien le ayudara a cortar ese pasado. Confuso resultaba que en ese momento era él quien parecía tener miedo de realizar la maniobra con las tijeras…, ella se mostraba segura de esa decisión. ¿Era de esa forma o solo pretendía hacerse creer a sí misma la mentira?

—¿Estás segura? —reiteró la pregunta Alex—. Aún estás a tiempo de retractarte, creo que seguirías viéndote igual de hermosa con el cabello largo.

Anne sonrió pensativa, como le había pasado muchas otras veces, ese pequeño comentario que había hecho el chico a su lado, la llevó a dar un recorrido por su pasado. No era la primera vez que escuchaba eso, pero tal vez sí la última.

«—Te ves hermosa con el cabello largo —le había dicho su recuerdo».

Sus ojos se cerraron y le bastó esa voz en su mente para tener una respuesta certera a aquella pregunta. Alex la miraba con mucho nerviosismo, ella acunó la mejilla de él en su mano, y se sintió culpable por no poder amarlo.

—Estoy segura —dijo, retomando la postura rígida para que el corte no fuera mal hecho—. Luego de esta vez lo dejaré crecer.

—Sigo pensando en que deberíamos ir con un estilista —respondió él, tomando posición tras de ella—. Yo sé de arte, música, ciencia e historia, pero no tengo la menor idea de cómo hacer un corte de cabello.  

—¿Te estás rindiendo?

—Cuando se trata de ti, nunca existe esa opción, solo es una advertencia de lo que puede pasar.

Dicho aquello la tijera dio el primer corte al cabello, justo unos centímetros debajo del lóbulo de la oreja. El sonido fue tan claro para ella, y la sensación de puñaladas en su cuerpo se anidaron, no lo mencionó para Alex. Era un dolor que solo esperaba tener que vivir ella, era ese tipo de dolor tan fuerte que no es deseado ni al peor enemigo.

Levantó el espejo que estaba en sus piernas, y se enfrentó a su propio reflejo, pero no era Anne, era la mujer que había sido en un pasado, la que aún le dolía y la que aún no sanaba.

—Creo que esta parte no se ve tan mal —comentó Alex, era inocente de todo lo que ella experimentaba en ese momento, del enfrentamiento que estaba librando justo frente a sus ojos. Porque no hay peor ciego que el que no quiere ver—. ¿Qué opinas?

Dejó caer el espejo en sus piernas y con miedo le dijo:

—Te ha quedado perfecto.

Alex continuó con el corte, despacio, con delicadeza. En su mente no había más cosa que pensar en esa línea perfecta que debía marcar y cortar. Para él no había demonios ni tormentas.

El problema era que ellos estaban viviendo dos vidas diferentes, y en algún momento la píldora roja traería a la realidad a alguno de los dos, sería entonces cuando iniciaría el verdadero martirio.

—Sabes que he pensado —murmuró Alex sin perder la concentración—, aún no hemos nombrado al perrito, mi mamá lo llama Panceta.




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