Capítulo 36
9 o 10 horas antes del suicidio
Anne
«Esto no es una carta de suicidio, pensar en el suicidio —irónicamente— me pone muy nerviosa.
Una vez dicho y aclarado este punto, esto vendría siendo entonces solo unas cuantas palabras para ti. Porque sé que te estarás preguntando qué pasó. Supongo que yo tampoco lo tengo muy claro. Más que una despedida, esto es una petición. ¡Sé feliz, Alex! Por el amor de Dios o por el que me tienes a mí. ¡Sé feliz, carajo!
Solo soy el eterno olvido de una vida pasada y me alegra haber coincidido contigo; eterna esperanza. No tengo la certeza de que significa amar, pero sea lo que sea, tú me hiciste sentirlo y estoy agradecida. No tienes idea, pero escribo esto mientras estás sentado frente a mí, hablando sobre Grover y, admito que nunca me cayó bien, puedes dirimir de decírselo, sé que te quiere mucho. La cuestión es que, Alex, mañana por la mañana he decidido que abandonaré este mundo, bajo mis propias condiciones. Entiende que es la única manera que tengo de tomar el control sobre mi vida. En ese orden de ideas estamos a, por lo menos, nueve o diez horas de mi… de un adiós definitivo.
Siento que habito otro cuerpo y otra vida que no me pertenece; siento incluso que mi existencia continua siendo una equivocación, supongo que Silvie podrá explicártelo mejor. Yo no debería estar viva, Alex, y esa es la razón por la que mis días son un constante descenso que odio como nunca creí odiar. Estoy cansada, lo digo enserio, me cansa la idea de respirar, de hablar, de moverme, de vivir. Te juro que lo he intentado, más por ti porque ya perdí las esperanzas en mí, pero es que te veo y me doy cuenta de que te hago más daño viva del que te podría hacer muerta.
No te pido que me entiendas cuando ni siquiera yo puedo hacerlo. Lo único que espero de ti es que continues con la vida, aunque parezca difícil. Tú eres de ese grupo selecto de personas que está destinada a vivir; yo estoy del otro lado. Lo cual es paradójico porque es como si la muerte se hubiera enamorado de la vida. Creo que entre tantos misterios siempre fui justamente transparente contigo y por eso estoy escribiéndote, porque debo soltarte antes de que esta constante mía consiga consumirte.
Alex, ya no tengo miedo a morir; me habita en mayor medida el miedo a vivir y cuando uno ya no puede vencer al miedo no le quedan muchas opciones, pero entre aquellas pocas, me reconforta al menos la idea de que en eso tengo el control. Me voy, es cierto, es un hecho irremediable y verdadero. Tan real como que te he amado en lo que alcanzan mis posibilidades y te he sentido; irremediable, irrevocable.
Entiendo tu interrupción a mi vida como un evento aislado, como algo que no debía suceder, pero que agradezco. No sé si existe la posibilidad de vernos en otra vida, si es que existen. Pero tú has sido una nova en esta que he vivido y creo que nadie estará tan feliz de morir que yo, sabiendo que te conocí, que compartí contigo una parte que nadie más conoció; que le diste sentido y valor a un nombre y un vida que había escogido para huir, precisamente, de las cosas con sentido.
No sé qué otra cosa decirte; ojalá que puedas hacer esa casa en la playa, estaremos cerca siempre y, si solo existe esa mínima posibilidad de habitar otras vidas; encuéntrame que estaré esperándote sobre esa arena, preguntándome si al final del mar, existe la posibilidad de estar juntos. Te prometo que será mucho mejor, que el dolor será solo un mal recuerdo.
A través del tiempo, de los miedos, del silencio y el olvido:
Eternamente nuestra:
Anne».
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Editado: 30.11.2024