Danza de secretos

Capítulo 4: Hogar dulce hogar

Faltaban ya cuatro horas de vuelo, miré a Iggy dormido y a Gael mirando una película, no me moví y me abracé más con la manta que me había echado encima.

Sonreí recordando cómo César se volvió loco por mi pequeña aventura, ese día me enamoré de Mariano, ese mismo día, no podía dejar de verlo, escucharlo, estaba embobada admirando cada uno de sus movimientos.

Fuimos a un restaurante italiano que funcionaba dentro de uno de los hoteles de los que era dueño, no era la hora de comer aún y mandó a cerrar el lugar para nosotros dos, mi mente no funcionaba bien, reía como tonta y aceptaba todo, decía que sí a cada cosa que proponía: bebidas, comida, postres.

No hablaba mucho, recuerdo que solo contaba la historia de la construcción del hotel, de la vida turística de la ciudad, fue una conversación corporativa, me fascinaba que parecía desinteresado en mí, y de repente me miraba de arriba abajo, o sonreía de medio lado mirándome a los ojos por más segundos de los que serían considerados aceptables.

—¿Qué hace una licenciada en Danza y movimiento? ¿Para qué es útil? —preguntó con una sonrisa burlona en su rostro, el humo de su cigarro salía de sus fosas nasales.

Reí como boba, no respondí, alcé los hombros y me quedé admirando sus tatuajes y sus músculos, yo era virgen y ahí estaba con muchos pensamientos inapropiados, con un desconocido.

Yo seguía ignorando mi teléfono, él hacía lo propio con el suyo.

—Está rica la pasta. Me gusto.

—Qué bueno, tenemos las mejores críticas, este es mi restaurante favorito, pero no se lo digas a nadie.

Reímos los dos, por primera vez vi su sonrisa completa, vi sus dientes perfectos y el reflejo de la sonrisa en sus ojos, recuerdo que me llevé una mano al cuello y lo acaricie imaginando su boca allí, estaba muy perdida por él.

Se levantó disculpándose para atender una llamada, después de eso me regresó a la oficina de César y no se quedó a hablar con él. Suspiré al entrar a la oficina, César estaba con el rostro rojo, me tomó del brazo y me arrastró hacia su oficina.

—¿Se puede saber que tienes en la cabeza? ¿Cómo te vas con un extraño?

—No es un extraño, es tu amigo.

—No es mi amigo, ese es un demonio que no quiero cerca de mi familia.

—Solo me llevó a comer, tenía hambre.

—¿No sabes decir que no? No respondías al teléfono ¿Qué hiciste con él?

—Nada ¿Qué te pasa?

—No te vuelvas a acercar a ese hombre, no le hables, no existe ¿Entendiste?

—Sí, está bien. Me pareció amable, solo me llevó a comer.

Puso los ojos en blanco y sacudió la cabeza, me envió con su chofer a casa, lo que él no sabía era que él había tomado mi teléfono y había guardado él mismo su número, se llamó a sí mismo desde mi número y guardó mi contacto.

—Natalia —dije por si había olvidado mi nombre.

—Corderito, así te guardé.

Me eché a reír. Él había guardado su número como: el lobo. Sentí que estaba en una nube, turbada y emocionada con la situación. Mi corazón bombeó con fuerzas, era suya ya, no había vuelta atrás.

Gael se volvió a verme.

—Esta película está interesante, pero está doblada al castellano, no conseguí configurar el español latino. Creo que dejaré de verla y la retomaré en otra ocasión.

Besé su mejilla y cerré los ojos aburrándome en su hombro.

—¿Qué pasa? ¿Y ese milagro cariñoso?

—No seas bobo, duerme, quiero estar muy descansada para cuando lleguemos.

Besó mis cabellos y me fui durmiendo poco a poco, para cuando desperté, ya nos estaban mandando a preparar para el aterrizaje, me desperté confundida, busqué a Iggy con la mirada, Gael lo ayudaba con el cinturón de seguridad, me ajusté el mío y acomodé mi cabello.

Bajamos los tres tomados de la mano, era la primera vez que mi hijo conocía mi país, y era la primera vez para Gael, yo apenas podía controlar el vacío que me llenaba el estómago, era una sensación de vértigo y angustia que me molestaba, habían pasado muchos años, había olvidado a Mariano, o eso quise creer, decidí dejarlo atrás cuando tomé ese vuelo para regresar a mi vida después de la luna de miel que vivimos por meses.

Iggy alzó su rostro.

—¿Esta es tu casa, mamá?

—Mi hogar, aquí viven los abuelos y los tíos.

—¡Síí! —gritó emocionado.

—¿Qué te pareció el vuelo?

—Dormí mucho —dijo sonriente, reí y jugué con su pelo, suspiré y miré al frente.

Recogimos el equipaje y caminamos hacia la salida, mis piernas eran como bloques, me costaba dar los pasos, la mano de Gael me daba la seguridad que requerí para avanzar, mi padre, César y Andrés nos esperaban afuera con globos y carteles de bienvenida para Iggy, había también guardias de seguridad y escoltas.




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