Danza de secretos

Capítulo 10: Remordimientos

Estábamos con Adela en el recibidor dónde revisaba cajas que le llegaban, Iggy no dejaba de hablar de Mariano, Adela reía de sus ocurrencias y me miraba con rostro divertido.

Yo no dejaba de pensar en él, en su olor y sus ojos, la forma como me miró, los recuerdos me atacaron, se veía tan bien con su barba tipo candado.

—¿De quién habla? —preguntó Adela carcajeándose.

Alcé los hombros y sonreí.

—De un hombre que vio en la oficina de la alcaldía.

«De su papá», pensé, también me pregunté si se acodaría de mí, ¿signifiqué algo para él? «Deben desfilar mujeres hermosas por su cama, debió haberme olvidado», aunque su mirada me decía que sí me recordaba, era la misma mirada de antes cuando yo sabía que me deseaba.

—Es un bello este niño —dijo, lo besó en la frente y él le guiñó un ojo.

—Es que no sabes, tía, ahora deben decirme Lobezno, es mi apodo, el de su amigo era: cuchillo.

Nos echamos a reír las dos.

—Daga —lo corregí. Desde que lo conocí lo acompañaba siempre a todos lados, él sí sabia de los dos, no me atreví a mirarlo a los ojos en esa recepción.

—Ajam, eso, eso, pero me dijiste que era más como otra cosa.

—Navaja.

—Sí, tiene un apodo de malote, y mi amigo tiene tatuajes por todo el cuerpo, tiene uno verde en el pecho y le llega al cuello, y uno en la mano que parece un pajarito.

—Es un sinsajo —dije sin darme cuenta, abrí mucho los ojos, miré a Adela, afortunadamente ella estaba distraída mirando unas joyas mientras mi hijo le contaba sus aventuras en la alcaldía con su “amigo”.

—¿Qué es un sinsajo?

—Un ave.

—¿Yo puedo tatuarme?

—No, claro que no, ¿cómo se te ocurre?, esa es una decisión de adultos.

—Me voy a tatuar un lobezno y un sinsajo.

Adela se echó a reír volteando los ojos y agarrándose el estómago.

—Pero ¿Quién es ese hombre? Dejó a Iggy muy impresionado.

—Nada, en Londres hay gente como él, solo que le habló y este niño se sintió como un pandillero —respondí.

—Voy a ver Wolverine —dijo, llamó a la chica de servicio para que se le pusiera la película en la sala.

Adela me mostró un collar en una foto impresa.

—Lo enviaría una joyería exclusiva, quieren que lo luzca el día de la boda, pero es préstamo, cuesta un millón de dólares, me dieron estas otras de cortesía, valoradas en ciento cincuenta mil dólares ¿Qué dices? ¿Debo hacerlo?, van a enviar a dos guardias a custodiarla.

Ladeé la cabeza.

—Publicidad para ellos, lucirás carísima en tu boda, si va con el vestido, lo usaría.

Se mordió el labio y sonrió con picardía.

—¿Y no hay nada de eso por ahí para ti?

Negué horrorizada.

—Gael sabe que no estoy interesada en un compromiso como ese, Ignacio es mi único compromiso a largo plazo aceptado.

—Tus padres sueñan con ese día.

—Lo sé. Quizás Gael ni les caerá tan bien, pero no haya donde ponerlo, lo alaban y lo adoran esperando que yo me case con él, después de todos estos años siguen esperando que corrija mi error.

Chasqueó la lengua.

—No digas eso, Iggy no es un error, es el ser que le alegra la vida a esta casa, aun cuando viva en Londres, cuando nos quedamos aquí es normal escuchar su voz en el comedor en las mañanas a través de la tablet del abuelo, desayunan hablando con él a diario.

—Lo sé, lo aman, pero no estoy casada, soy madre soltera.

—Bueno, no es tan malo.

—Sé que les mortifica lo que dirá la gente al verme, están felices de que al menos tenga a Gael y me acompañe con el niño en la boda, para muchos pasará como que somos una familia como Dios manda.

Negó con un gesto y me sonrió con candidez.

—Te juzgas demasiado.

Se acercó una de las chicas de servicio.

—Llegó el vestido.

—Ay, excelente.

—¿Otro vestido? —pregunté.

—Usaré tres. Nos va a casar mi primo, que es obispo, y no quiero algo demasiado sugerente para la ceremonia de la iglesia, pero sí para la recepción, por eso tendré otro más atrevido para la fiesta y uno para la madrugada, ese ya lo tengo.

La vi contenta yendo a recibir el paquete con su vestido número tres para la boda, y pensar que esa vida era la que mis padres querían para mí: un marido de bien, una boda por la iglesia, yo vestida de blanco con velo y corona, como correspondía a una chica de sociedad como yo.




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