De Bestias y Bastardos

Bienvenidos Al Instituto Morrison

El abuelo siempre decía que criar niños era como criar perros: al final, ellos solos se las arreglarían, siempre y cuando los hicieras duros. Y para él, un perro que no muerde no servía para nada. Así que los muchachos como yo crecimos aprendiendo a mostrar una sola cosa: ira. El abuelo pensaba que nos estaba enseñando a ser fuertes. Pero lo único que aprendimos fue a morder.

Supongo que por eso existen lugares como el Instituto Morrison, un internado para chicos problemáticos. Para recibir a muchachos como nosotros y hacer el trabajo que nadie más quería hacer. El único lugar dispuesto a acogernos —a los enojados, a los rotos y a los inadaptados— y darnos una oportunidad. Ellos lo llaman disciplina y estructura. Nosotros lo llamamos supervivencia.

La mayoría de nosotros somos niños olvidados. Algunos somos los problemáticos, el tipo de chicos que otras escuelas no querían. Los que pelean, los que tienen ataques de ira, los que rompen las reglas. No es ningún secreto que al Instituto Morrison le encanta aceptar a los “incorregibles” y producir historias pulidas de éxito. O al menos, eso es lo que le dicen a nuestros padres. Lo cierto es que no soluciona nada.

Algunos intentan sacar lo mejor de ello. Hablan de las “oportunidades” y las “conexiones” que se supone que debemos conseguir aquí.

Dicen que los chicos salen de aquí convertidos en hombres. Lo que no te dicen es lo que tienes que perder —o sobrevivir— para llegar hasta ahí.




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