Año 1928.
Campus de San Carlos de Venezuela.
—¿Cómo va la cosa comaita? —¡ya lleva más de un día pujando en esa cama, Queta!.
Pastora Jaramillo, mujer del campo , en un caserío de un pueblo de San Carlos, está pariendo su cuarto hijo, y parece que las fuerzas la están abandonando. Laiza es la comadrona que más buscan en el caserío y la está atendiendo, pero con muy pocas esperanzas.
—La cosa está complicada, está dura la mujer, eso sí; es bien grande; ¡un tremendo muchacho!, por la forma de la barriga parece que es varón y por la medida que le hice con la mano, es grande la corona, y hasta parece que se le volteó.
Desde afuera se escuchaban los quejidos de Pastora, cada vez que sentía la contracción natural de su cuerpo queriendo expulsar el cuerpecito de la criatura que venía en camino, gritaba, lágrimas rodaban y el dolor no tenía precedente, la fuerza del alma estaba menguado, y en ese sitio nada se podía hacer.
—¡Coma por favor hágale algo, de eso que usted sabe, sóbela, está sufriendo demasiado!
Los otros hijos de Pastora estaban afuera de la casita jugando con tierra, piedra y hojas secas, el mayor Dámaso era trigueño de ojos verdes recordaban los ojos de un gato, y a pesar de tener solo diez años, es muy despierto: muy poco infantil, se le nota una actitud de seriedad como el de un muchacho de más edad, después de él seguía Santana de ocho años, muy inquieto, juguetón, inteligente, alegre, bastante creativo, trigueño también, de nariz bastante ancha, era un tirabuzón, su intranquilidad muchas veces le traía problemas con su tío Pantaleón, que le sacaba una ramita que preparaban por esos caseríos de los campos más recónditos, esa ramita que le decían "el chucho", era para darle la pela al que no hacía caso, y todos salían corriendo cuando escuchaban nombrar al chucho.
—¡Corre que ahí viene mi tío con el chucho!
Muchas veces Dámaso el hermano mayor amenazaba Santana...
—¡Le voy a decí a mi tío que te dé con el chucho ¡o te doy yo!, porque no te quedas quieto ¡ni un momento! asina es…como se habla por esto laos…¡y yo si se lo digo!, ¡No entiendes que maíta está pariendo y le duele!
Ángela era la tercera tenía cuatro años, y no se quedaba atrás en eso de estar intranquila, el ser niña no le daba ninguna ventaja, el chucho igualito la alcanzaba, cuando el tío Pantaleón venía de esos campos todo trajinao…
Ya ha pasado el tiempo; y Pastora seguía pujando, intentando traer al mundo a su cuarto hijo, y la comadre Laiza con sus bebedizos y sus oraciones, no lograba conseguir que el crío asomara la cabeza.
Queta era la hermana mayor de Pastora comadre de Laiza, ella fue la que le bautizó a sus tres tripones, y la ayudó a tenerlos; por eso ella le concedió que le otorgará el sacramento, para que Dios los bendiga.
Pastora sentía que sus ojos se estaban dislocando como si se les brotarán en cada pujada, bañada de agua, empapada de sudor, enrojecida, le pedía ayuda a Dios, para salir con bien, de la parida.
—¡Ay comadre, ayúdeme ayúdeme, haga algo!, ni las lágrimas, ni los sollozos, ni nada, ¡hacía menguar su martirio!
Laiza le vuelve a examinar y le soba la barriga con un preparado que ella hacia con aceite tibio de ricino y otras plantas; después de rociar y tantear, mueve la cabeza de lado a lado…y le dice a Queta, hay que tomar una decisión, comadre, voy a hacer lo que se hace en estos casos complicaos, pero…
—¿Pero que coma…?
—¡Se puede salvar la criatura pero mi comadre… Pastora fácilmente se nos va en esta!
Queta se tapa el rostro con las manos, y llora…
—¡Dios del cielo, ten piedad de nosotros!
—¿Está de acuerdo comadre Queta?
—¿De acuerdo cómo?, dice Queta ya un poco desorbitada y temblorosa.
—¡Voy a empujar con tanteo para tocar la corona del crío y allí hace que salga un tercio! ¡Vuelvo y le repito y es peligroso, la pobre está sufriendo mucho, y no tiene la fuerza de antes!
Queta también está muy acongojada, y le dice..
—¡Haga lo que tenga que hacer y que se haga la voluntad de Dios!
…. Tiempo después…
—¡Así murió Pastora, la pobre después de tanto jaleo que le dió un hombre que jamás la ayudó en nada y de tanto pujar presa del dolor…!, —recuerda la tía Queta con tristeza—, y los muchachitos se tuvieron que repartir, la que digo yo que tuvo suerte fue Ángela, y después la llamaron Angélica por cariño; luego se la llevó mi papá cuando estaba de alcalde, pero después que lo mataron, todo cambió y la vino a buscar Alejandra Travieso; su media hermana para trabajar en Valencia, ¡Más nunca la llamaron Ángela, sino Angélica!, ¡así se quedó!
La negra Juana comadre de Queta compartía esa mañana con ella…
—¡Que va acordarse ella de usted comadre!, si estaba muy pequeñita cuando se la llevaron!
—¡Si comadre, un día de estos voy a ver si la encuentro, a ve si se acuerda de uno, además yo soy su tía!
—¡Ha pasado ya mucho tiempo, debe ser una señora, debe tener hijos!, ¡Que se yo!
Entró a la cabaña Pantaleón el único, tío de Ángela y que visita a Queta su hermana.
—¡Ah Pantaleón!, ¡aquí hablando de Ángela!¿Que será de su vida?
—¡A pues!, yo si se…a ella se la llevó un Don con bastante real, y vive en otra ciudad, eso me lo dijo una prima de Alejandra que todavía la visita.
—¿Verdad Pantaleón?
—¡Así mismito es!
¡Esa muchachita tuvo suerte!
—¡Ah Malaya! ¡camarita! y ahora es que me vengo a enterar yo, —dice Queta sirviendo un guarapo al hermano—¡Entonces se le arrimo a un Don!
—Yo supe que Alejandra trabajó primero cocinando en el mercado libre de la ciudad y después que Ángela se le arrimó al Don, este le consiguió a Alejandra que pasará de cocinera a ¡comerciante de caraotas!.—les comenta Pantaleón.
—¡No me diga!...
¡Vendedora de Caraotas!—¡Se asombró Queta!
—¡Si frijol negro pues!
—¡Han progresado!...¿y no se casó Alejandra?—Queta pregunta.
—¡Casarse lo que se dice casarse nose, pero tiene unos hijos, que los cuida Ángela mientras ella trabaja!—Pantaleón dice mientras toma de la tasa de peltre el dulce café guayoyo campesino.
—¡Ah, bueno uno de estos días nos vamos a buscarla Pantaleón!, ¡nosotros somos sus tíos!
—¡Si, eso es verdad!
La vida da muchas vueltas y cada quien nace con su estrella, que me iba a imaginar que esa muchachita crecería y se convertiría en una señora; recuerdo yo, que parecía una ardilla, montada en cuanta mata de mango que encontraba, y no le gustaba ponerse vestido, solo con las pantys andaba corriendo por estos montes y con esos pelos alborotados, ¡era tremenda la muchachita!, igualita que Santana su hermano parecían gemelos.
—¡Santana está en Caracas!
—¿Verdad?
—¡Si, el se casó con la negra Tomasa y vive en la avenida San Martin, es todo un inventor, y tuvo una chorrera de muchachos.
¡El visita a Ángela!
—¡Bien bueno pues, y está bien, para eso son hermanos!
—¡Es verdad!
—¡Que vueltas que da la vida, si señor!