Cuando Don Rafael vio a Angélica quedó prendado, no le importó Inés su esposa del momento; ni sus hijas.
Angélica iba a veces con su hermana Alejandra para el mercado, donde ella trabajaba cocinando y vendiendo comida,
Don Rafael probó su comida; le gustó mucho, y cuando le fue a dar las gracias a la cocinera, cuál es su sorpresa, que allí estaba Angélica de nuevo con su hermana, eran las que habían cocinado las deliciosas empanadas que se había comido.
—¡Oigan!,¿Ustedes hicieron las empanadas?
—¡Si, las hicimos nosotras!
—¡Mucho gusto!... mi nombre es Don Rafael Serrano!...—quitándose el sombrero,—el otro día las ví salir de casa de una gran amiga que me vendió unos pichoncitos de paloma, la señora Felipa!
Alejandra salió adelante, porque Angélica era tímida, y también la cuidaba por ser su hermana menor.
—¡Ah sí Felipa!...¡Mucho gusto Don Rafael!,—le da la mano, —entonces, ¿le gustaron las empanadas?
—¡Si, muy buenas!—le dice viendo a la hermana—¿Y ella como se llama?
—¡Angélica!—le responde Alejandra—Angélica se ríe y se sonroja y se pone las manos en la cara.
—¡Yo las quería invitar para el club el sábado en la tardecita!
—¡Uy, nose si mi hermana quiera!—se voltea y le pregunta—¡Angélica!... ¿quieres ir a una fiesta el sábado?
—¿Con el señor Aleja?—Angélica pensó…>
—¡Si con el, quiere conocerte mejor!
—¡A pues, yo no sé bailar!
—Don Rafael, ella dice que no sabe bailar.
—¡Eso que tiene pues, yo la enseño!
—¡Vamos, usted también puede venir!, ¿si quiere?...
Angélica le gustó la idea de ir a ese lugar, presintió que era algo bueno…
—¡Bueno lo vamos a esperar!—le responde Angelica,si mi hermana va yo también—pero seguía sonrojada.
—¡Paso por ustedes a las tres pm!
—¡Está bien Don Rafael!
El invitador se retira y se acomoda el sombrero muy fino que tenía, pero ya le había puesto el ojo a la muchacha del campo, y si que le gustaba…
>pensaba mientras se retiraba.
Alejandra cuando se queda a solas con ella le dice…
—¡Angélica tienes enamorado a ese hombre!,
¡se fijó en ti!...es nada más y nada menos que Don Rafael Serrano, ese señor es famoso y riquísimo, tiene mucha plata!
¡Te llegó la suerte!
—¿¡Ese señor es rico!?
—¡Si, más rico que las mismas Branger, dónde nos criaron trabajando!
—¡Si te vuelves su señora; serás como ellas, bien vestida; encopetadas y de la alta!
—¡No lo creo, lo veo tan sencillo!
—¡Pero no te has fijado en el carro que carga, allí te vas a montar tu,!...¡así que ponte bien bonita!
Don Rafael y sus hermanos estaban ya instalados en la ciudad con su familia de la sierra Andina, se había casado con Inés; al llegar al centro de la ciudad, tenía solo a una niña, Lorena Serrano, después le nacieron dos niñas más, pero Inés es muy celosa, y lo que hace es pelear, ahora conoció a Angélica y le gusta esa muchacha.
Tiene ganas de separarse de Inés, porque ella no aguanta su ritmo de vida, es un empresario muy rico, comerciante próspero del centro de la ciudad y muy pronto, hacendado del cacao, ya no tiene tiempo para ella como antes; el necesita libertad, para viajar, para atender la isla y atender la empresa, disfrutar de las mujeres y la vida alegre, que permite el dinero.
Alejandra siguió con su labor mientras Angélica la ayudaba en todo.
Don Rafael estaba entusiasmado con el nuevo negocio que le había propuesto el teniente Moreno, y ahora le tocaba ir a conocerlo, para ello se citó con el
temprano, para subir la montaña tupida y humedad, en una carretera angosta de dos horas de camino subiendo y bajando en carro para luego ir en lancha que lo llevaría a la península llamada Chuao.
El teniente Moreno y Don Rafael disfrutaron mucho subiendo la montaña, llena de olor a selva, fría, y forrada de helechos verde intenso, y otros tonos de hojas, algunos bejucos colgaban en la parte más alta de enormes árboles, con bellísimos y exóticas aves, además de toda clase de animales; de vez en cuando se detenían en los chorrillos de agua helada, pura de manantial que bajaba de esas montañas, tomaba y se lavaba la cara; sin dejar de disfrutar de cuánto quiosco de comida preparaban los aldeanos de la zona; también había muchísima neblina y de vez en cuando una nube quitaba la visibilidad y había que usar el parabrisas, la espesa niebla y el rocío los perseguía por toda la ruta.
—¿Tú conoces la playa grande de Choroní Rafael?
—¡Si, he venido un par de veces, pero me gusta más Ocumare; tengo un par de buenas casas allá; y me queda más cerca; de aquí me gustan los ríos, son mejores para nadar!
El teniente Moreno le dice…
—¡A mí me encanta Choroní, es un pueblito muy pintoresco, y su gente es maravillosa, uno la pasa muy bien allí!
—¡Yo sé que a usted, le va a encantar Chuao es una islita de aguas azules, cristalina y de arenas muy blancas, la gente es muy trabajadora, por lo menos con nosotros han sido muy cordiales y atentos.
Sin darse mucha prisa y conversando de todo un poco, el tiempo se pasó en un abrir y cerrar de ojos, llegaron a playa grande de Choroní y salieron a tomar sol, ver el oleaje del mar, ¡y a comer pescado frito!, pasados unos minutos, el teniente fue a buscar el transporte que los llevaría por lancha a la península de Chuao.
La brisa marina agitaba sus camisas y Don Rafael suspira el aroma del agua salada; era algo muy fascinante para el, nadar, y disfrutar de la playa con amigos y familiares; era una de sus más grandes pasiones; a parte de las mujeres.
—¡Rafael ya hablé con el lanchero!, nos viene a buscar en cinco minutos en el muelle, el es amigo mío, y no nos va cobrar el traslado—el teniente Moreno se acerca hundiendo con dificultad sus pies en la arena.
—¡Vamos entonces!
Llegaron al muelle y se montaron en la movediza lancha que ya los estaba esperando, cuando miró al fondo del agua, a Don Rafael le llamó la atención unos graciosos pececitos, y el agua tan clarita. Una vez montado arriba en la lancha, el lanchero prende el motor y arranca; todo lo que se desplegaba a su alrededor, la vista infinita del mar; a Don Rafael lo hacía suspirar, se llenaba de vida, y era indescriptible la sensación de felicidad que sentía en medio de ese ambiente marino.