De La Sierra La Pasión

San to lo tiene to lo da

El lanchero prosiguió su travesía, el paisaje marino y la brisa, la vista azulísima, el olor del mar, era todo un encanto… 
—¿Queda muy lejos Ministro? 
—¡Bueno, no es tan cerca, antes de la hora estaremos allá! 
¡Cómo puedes ver, el paseo es fascinante, el mar, la brisa, lo revitaliza a uno! 
—¡Si, me encanta el mar! 
—¡Lo que si es un poquito difícil cuando la marea está alta,  las olas crecen mucho, pero se pasa rápido, ya lo verá, cuando estemos mar adentro! 
—¡Ay cará! entonces hay que pedirle a la virgen para que nos ampare! 
—¡Más o menos, Rafael! 
—¿Primera vez que te montas en lancha? 
—¡No, ya he paseado antes, ahora hacemos largos paseos en yate! ¡Me encantará conocer la isla! 
—¡Ah bueno, entonces hoy la vas a conocer! 
— ¡Ya verás lo bien que la vamos a pasar! 
—¡Si Dios quiere! 
El ruido del motor los acompañaba, la espuma dejaba su estela como una gran cola blanca alborotada, algunos aves marinas; alcatraces, iban y venían por los cielos; se estaba acercando el momento del paso difícil que ya le había comentado el teniente, la marea empezó a cambiar y sus ondas se alzaron, una lluvia se derrumbó en un impulso repentino y la lancha comenzó a levantarse daba la sensación de que se iba a voltear. 
—¡No sé asusté don Rafael!, esto no dura nada, es solo una marea alta y nada más, y  ya estamos cerca. 
Como tres alzadas de olas bien altas y grandes hicieron remontar a la lancha y Don Rafael se perturbó por el tamaño de las grandes lomas de agua, el agua logró timar su ánimo por unos segundos… hasta que entraron de nuevo en calma, luego la tormenta cesó…y el cielo se despejó, prosiguió el viaje y al fin aparece frente a ellos la orilla donde va estar anclada la lancha. 
Es una playa bellísima, serena, las arenas muy blancas y no se veía mucha gente.Todo un paraíso terrenal. 
—¡Esa es Chuao don Rafael, ¿Que le parece? 
—¡Oiga que bonita! ¡Es más bella de lo que me imaginé! 
—¡Si señor, y será de ustedes Los Serranos! 
—¡No lo dudo!—le dice Don Rafael mirando el infinito mar y las perladas arenas… 
Los viajeros se bajaron de la lancha, Don Rafael se quitó los zapatos y se arremango los pantalones, para caminar en el agua cristalina que le estaba dando la bienvenida. 
—¡Vamos que nos están esperando! 
El sol estaba reacio era casi mediodía; y le calentaban las mejillas sintiendo el ardor y el calor playero, era la hora como decían sus amigos de "poner los pies bajo la mesa", que en ese momento se hundían en la arena, y con los zapatos en la mano; Don Rafael continuó el camino que le señalaba el Coronel Moreno, con unos pasos adelante… 
—¡Allá está la negra Cleo, ella sabe que usted viene a ver la hacienda! 
Desde lejos ella alzaba su mano saludando para que además supieran dónde quedaba el lugar. 
El mar rompía el oleaje y el aroma de sal y yodo playero era relajante y sosegador, entraron al lugar, de piso gris, liso y brillante de concreto, acompañado de muchas mesas, a un lado una ventana abierta para atender el público y la negra Cleo que ya estaba parada allí, los recibe, con una sonrisa más blanca que la espuma marina… 
—¡Cleo ten presento nada más y nada menos que a Don Rafael Serrano! 
—¡Caramba un honor, bienvenido!, pase adelante; esta es su casa! 
—¡Bueno muchísimas gracias, y gracias ministro por la presentación! 
—¡Pase. por aquí por favor pónganse cómodos! 
Don Rafael abrió una silla y para sentarse junto al coronel; y enseguida a la mesa le resonó la madera al colocar en dos golpes un par de frías casi congeladas! 
—¡Ministro Moreno caramba que bueno tenerlo por aquí! 
—¡Alquimides!—el coronel se levanta para darle la mano—¡Ven siéntate con nosotros!... 
Don Rafael se sonríe y se regocija de ver tanta alegría en la gente al recibirlos. 
—¡Conoce a Don Rafael Serrano el futuro dueño de todo esto! 
—¡Así, ah bueno, mucho gusto, estamos para servirle, aquí la cosa no es tan mala, la gente es trabajadora, hay mucha alegría, mucha fiesta y…¡las mujeres más bellas de la tierra!...¡si señor!... 
—¡Bueno vamos a brindar!—¡traele una a mi amigo Cleotilde! 
—¡De aquí nos vamos a una de las casas donde yo llego y después vamos con Alquimides a recorrer la hacienda, ¿que le parece?... 
—¡Hasta ahora todo me está gustando, todo, creo que nos vamos a llevar bien! 
La negra Cleotilde llamada así por cariño en el pueblo; llegó con un hervido de pescado y otra bandeja familiar con ruedas de carite frito, yuca, papitas, y ensalada. 
Don Rafael levanta la botella… 
—¡Y ahora creo que nos vamos a llevar mucho mejor! 
—¡Que disfrute Don Rafael!—le dijo Cleo cuando dejó la bandeja. 
El pueblo estaba alborotado ya se había corrido el rumor que había llegado el nuevo dueño de la hacienda, y se asomaban a curiosear, niños, niñas, muchachas, muchachos, algunos señores, abuelos, abuelas, y se reían detrás de las paredes, cuchichiando, y mirando a los recién llegados, para después irse con el cuento para otro lado. 
Terminaron la comida y se levantaron porque Alquimides les iba a mostrar una porción de Chuao antes de que cayera la noche, y mañana temprano lo llevaría a la hacienda, para que conozca bien sus instalaciones, su gente y el mayoral Edesio, que es el capataz,que la ha guardado y cuidado hasta los momentos, haciendo cumplir con los trabajos para que no quede en el abandono. 
Comenzaron la visita caminando, por la hora, Alquimides llevó a Don Rafael Serrano al caserío, a visitar algunas familias de tradición de la isla, mujeres amables y sonrientes, hombres humildes y muy gentiles, se sentían muy alegres cuando una persona de afuera los visitaba. 
—¡Esta noche tenemos los tambores de San Juan, ¿no lo vas a llevar?!—le dijo el negro Elias—¡Es de buen augurio hacer la promesa al santo para que le vaya bien! 
El ministro Moreno se le explayó una sonrisa… 
—¡Pero Don Rafael, que le parece, yo no me acordaba que hoy es 24 de Junio!... 
—¡Ah, pues, para la fiesta vamos!... 
Así recibieron a Don Rafael en Chuao, una travesía de una nueva vida que apenas está por comenzar. 
 




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