De La Sierra La Pasión

La Cascada

Candelaria reunida con sus hermanas y primas; haciendo pretenciosas monerías, se comportaba muy, pero muy vanidosa, porque el nuevo patrón la invitó a pasar la noche de San Juan con él. 
—¡Ah, pues Petra deja la envidia, yo le gusté, a el, y le gusté tanto que así venga acompañao, me dijo, que me quedé tranquila que el me va a sacar a pasear. 
—¡Ja! Candela, usted si es ilusa, ese ya ni piensa ni se acuerda de usted!... 
—¡El Don tiene lo suyo,—mientras baja la voz y las pestañas—¡Es como mi nombre, Candela pura!... 
—¡Usted no está ubicada, usted tiene que salir y enamorarse de uno como usted, moreno bien moreno, y que sepa trillá, y moler, café y cacao. 
—¡El Don es bien rico! ¡Ese no va querer que yo trabaje! 
—¿Cómo?...¡Ay pero usted se está chiflando es la cosa?... 
En ese momento Alquimides grita.. 
_¡Candela, Candelaria, el patrón la necesita, vamos a caminar pa' el Chorrerón! 
—¿Que te dije?...—le hace mueca a su hermana—¡Viste no me olvidó!...y se ríe muy pretenciosa  
—¡Hay Candela si usted llega a salí preña, a mi tío Evelio no le va a gustar!... 
—¡Ay hazme el favor y me traes las barras de chocolate que deje en el tinajero! 
¡Apúrate! 
Petra se da su postín pero igualito se las entrega. Se quedó mirándola por detrás haciendo una mueca realmente molesta y envidiosa, mientras Candelaria salía descalza con su vestidito campestre y su bañador debajo, estaba segura que ese paseo para el río venía en camino,  el


Agarró su bolsa y salió; de un brinco se montó en la parte de atrás del Jeep, con Don Rafael; adelante iban, el ministro Moreno y Alquimides, pero faltaba Nohemí y la fueron a buscar. 
Primero se fueron a la playa, Don Rafael se metió de una vez en el agua, era muy buen nadador y llegaba tan lejos, que solo se veía la cabeza pequeñita en el inmenso azul del mar. 
—¡Rafael vente!... 
¡Rafael!...—El no escuchaba… 
—¡Rafael!...por fin voltea y El coronel le hace señas con la mano que se acerque…hasta que volvió… 
— ¡Ya es hora de irnos para el Chorrerón otro día aprovechas más la tarde! 
Abordaron todos el Jeep, iban en camino sobre el Jeep descapotado, hasta el lugar donde había que bajarse; había que caminar dos horas, el Teniente Moreno llevaba su cavita colgando, con unas provisiones, además de una botellita para compartir en la cascada. 
Eran dos horas de camino, por las curvas que tenía el río, había que cruzarlo a pie; ¡veintisiete veces!, y la cascada tenía como noventa metros de alto. 
Las muchachas iban cantando, sus canciones costeñas, de vez en cuando se paraban a descansar en alguna peña. 
Estaban contentas… 
Comenzaron a mostrar a los visitantes todo lo que aparecía en el camino, los árboles de la selva que eran altísimos y frondosos, las lianas colgando cerca del agua, las flores color rojo y amarillo intenso vibrantes simulaban como los picos de las aves, se oían ruidos, los ruidos de la montaña, la humedad era muy tupida, las hojas verdes más oscuras que la oliva, lucían el rocío de las salpicadas de agua, el olor a selva lleno de frío, hacía sentir la pureza que se remilgaba en el pecho llenando todo de energía y de entusiasmo. 
Don Rafael y el Ministro estaban disfrutando las barras de chocolate que les había traído Candelaria. 
—¡Ya llevamos catorce!—dice Alquimides dándoles ánimo—¡En la próxima nos quedamos otro rato!. 
A medida que iban subiendo el rio se volvía más profundo, y en cada cruce se hundían hasta la cintura con el agua fría, pero no podían quedarse allí, ya ellas sabían lo que había que hacer y Alquimides también, y nada de cansarse, ¡que pa lante es pa lla!... 
De repente se escucharon unas voces, eran gentes que venían en sentido contrario bajando de la cascada, extranjeros y turistas que venían de países muy lejanos, Belgas, Noruegos, Escandinavos, Canadienses.. 
Unos guías nativos los iban llevando, muy bien pagados, hablando con ellos lo que llaman por estás tierras el inglés machucao… 
—¡Lets go people! ¡Come Up!... 
—¡He You…¡All is Beautyfull! …¡Hello, hello! 
Pasaban por un lado saludando a los que iban subiendo, mujeres muy flacas, y más blancas que la leche con unos cabellos amarillos también casi blancos, hombres igual de blancos, enrojecidos por el sol, con sus niños y niñas, que se agarraban de sus padres mirando todo con curiosidad. 
—¡Bye! 
Muchos de estos grupos iban y venían, mientras el nuevo patrón con su compañero y ministro subían; hasta que se oyó un torrente y al levantar la cara, veían el agua caer de una altura bastante impresionante. 
—¡Esa es El Chorrerón!.. 
Terminaron de dar la vuelta que faltaba, el río era bastante generoso en cuanto a espacio para nadar, cada paso que Don Rafael daba en Chuao lo hacía llegar a la conclusión que valía la pena, valía la pena todo…en ese lugar, todo era impresionante y mágico parecía un Edén secreto, torneado de una vegetación singular y llamativa; se acomodaron debajo de un árbol que parecía de uva de playa, frondoso, con muchos picos para guindar las cosas. 
Las muchachas dejaron los vestiditos en la arena debajo del árbol y corrieron para el agua. 
Apenas entraron sintieron la reprimenda… 
—¡Uyyy está helada!... 
Don Rafael se metió igual, de una vez, y no dejaba de mirar la caída imponente del agua. 
Más atrás vinieron Alquimides y el teniente Moreno, en uno de los lados habían grupos de otros turistas, unos se iban otros llegaban, en uno de esos grupos había una rubia escandinava, más amarilla que el mismo sol, guiñándole el ojo a Alquimides. 
—¡Oiga!—le dice Don Rafael con la cabeza mojadisima y peinada hacía atrás—¡Me parece que lo están saludando mucho! 
—¡Es lo normal, por eso me vine solo!, a esas rubias como les encanta un moreno, así como yo, color café tinto! 
—¡Yo diría que cerrero! y se ríe. 
Un ruido rompió y movió la tranquilidad del agua—¡¡Splash!! 
Era un nativo que se había lanzado desde una peña altísima, cerca de dónde cae el Chorrerón. 
Y estaban haciendo cola para lanzarse hombres y muchachos lugareños. 
Todos estaban distraídos, el ministro Moreno estaba ya arrimado a Nohemí, jugando con ella dentro del agua y Alquimides no perdió la oportunidad de conocer a su amiga extranjera, Candelaria estaba buscando a su patrón… 
—¡Candela, Candela!... ¡se te perdió!, míralo dónde está! 
Don Rafael estaba en la cima de la peña altísima ; esperando su turno para su lanzamiento. 
Cuando todos voltearon para ver dónde estaba Don Rafael, el se lanza al agua, recto y entra limpio al pozo, todos quedaron maravillados, y asombrados de la proeza, porque ninguno del grupo era capaz de lanzarse así… 
Salió un poco aturdido de la zambullida… 
—¡Caramba le dijo Candelaria pero usted no le tiene miedo a nada! 
—¡Teniente coronel! creo que ya es hora de irnos, para luego es tarde. 
Si vamos a quedarnos otro ratico más y nos vamos, porque tenemos que manejar y no queremos que sea de noche. 
Pero yo traje unas provisiones, unos panes rellenos, si por hambre te quieres ir, te tengo un tentempié, para consolarnos un poquito. 
Comieron sus panes y tomaron de la botellita, y se relajaron, los turistas los dejaron solos, pero la amiga Canadiense se quedó con Alquimides. 
—¡Yo querer quedar contigo! 
—¡Ah bueno está bien, no faltaba más, podemos ser amigos!—le dice Alquimides a la extranjera. 
Se metieron en el agua los tres apurruñados, y así pasaron la tarde hasta que ya era hora, de salirse, porque Don Rafael tenía que regresar, pero pensó mejor que lo haría bien temprano. 
Se comieron las barras de chocolate y le celebraron a Candelaria su buen trabajo. 
—¿Ahora me va a deja en mi casa?... 
—¡Pues fíjese que si, porque tenemos que madrugar y me tengo que ir con los míos, pero para el jueves estamos de vuelta con el favor de Dios! 
Ya es hora de agarrar camino mi teniente. 
—¡Hagámoslo, vámonos! 
Salieron y el regreso se hizo más llevadero, era época de prosperidad y alegría, apenas empezando la vida, un Don con familia y una empresa pujante por delante.. 
 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.