Así como han habido tardes de correteos y peleas de muchachos por los pasillos de la casa de Angélica, también han habido tardes de paz y de serenidad.
Las hermanas de vez en cuando, se sentaban a charlar como amigas y a contarse sus cosas en los días que están de buenas…
A Teresa todo el que la conoce familiarmente le dicen Teté, pero entre ellas, entre las hermanas se llamaban Teté, y mientras tomaban una merienda con su hermana, Melba aprovechaba para ganar más confianza y hacer las preguntas…
—¡Teté pero de verdad…¿Tu te quieres casar?...
—¡Si!
—¿No te parece muy rápido?...
—¡No!...¡Me quiero vestir de novia y entrar a la iglesia del brazo de mi papá!
Melba la mira a los ojos con un halo de humedad y suspira…
—¡Tienes razón es tan bello casarse por la iglesia, con ese traje blanco bordado de pedrería fina y delicados encajes, tan espectacular, con tu velo, tu corona y la cola que sale por detrás de la cintura; larga llevada por niños vestidos de angelitos…! y luego ver al amor de tu vida, ¡el hombre de tus sueños y que tú quieres!, esperarte emocionado, que cuando te reciba, te diga…
¡Estás bellísima!..¡Es verdad, es un momento tan especial!...
¡Te quiero contar un secreto Teté, yo quisiera que mi Papá se casara por la iglesia con mi mamá, ¡él nunca se ha casado por la iglesia! y puede hacerlo con mi mamá, ¿te imaginas?...y de paso nos darían el apellido, seríamos Serrano, y ya no "las Jaramillo".
Teresa también suspira y se alzaron sus pupilas pensando en lo mismo.
—¡Ay si me gustaría, que mi papá se casara con mi mamá por la iglesia, entonces ella sería La señora Angélica de Serrano, si señor.
—Cuando me gradue de maestra, se lo voy a pedir a mi papá como regalo de graduación.
¡Teté!...¡Parece que tú te vas a casar primero!
—¡Si, porque Reinaldo ya me lo dijo y me regaló este anillo de oro!
—¿Que?...¡Deja! ¡Quiero verlo!
Teresa le pone la mano para mostrar el anillo con un broche lleno de circones.
—¡Ay está bellísimo, gua' se esforzó Reinaldo! y dime una cosa Teté, ¿mi mamá lo vió?
—¡No, no se lo enseñado!
—¡Tiene muy buen gusto mi cuñado!
—¡Primera vez, que le dices así!
En ese preciso instante entra Angélica al cuarto donde están sus hijas…
—¡Mamá!...¿Usted vio el anillo que le regaló Reinaldo s Teté?...
Tete le replica…
—¡Ay Porque eres así!
—¡No, para verlo!
—¡Ay Teté, no te pongas brava, muéstrale el anillo a mi mamá!
—¡Para ver Teresa!
Teresa con cara de pocos amigos levanta la mano poco a poco y se la pone recostando la mano y levantando el dedo anular.
—¡Pero que hermoso!...¡Y tiene brillanticos!
¿Es de oro?...
—¡Si, oro 18k y los brillanticos son circones!...
—¡Te felicito mi amor, se siente que tiene buenas intenciones!...
Miranda que venía de hacer oficios se acerca por la conversación…y Melba le dice…
—¡Miranda!...¿ ¿Viste el anillo de compromiso de Teté?
Miranda le daba envidia esos pequeños detalles que tenían las hijas de Angélica.
—¡No, no le he visto!...
Teresa no se lo quería mostrar pero Melba insistía…
—¡Teté, enséñale el anillo a Miranda!
—¡A pues!
Miranda reacciona…
—¡Pero déjala, si ella no me lo quiere enseñar que no me lo enseñe!
Teresa pone la mano para que Miranda lo vea…
Miranda lo mira con cierta incomodidad…
—¡Que bonito y brilla!
Angélica interviene…
—¡Bueno, bueno ya está bien, vamos a la mesa que todavía tienen que estudiar y a entregar trabajos!...
—¡Señora Angélica me da permiso para descansar una media hora!
—¡Si, si, ya está bueno por hoy, vaya a su cuarto se baña y se prepara para la cena porque tenemos visita, el compadre Julio Delvequio, viene a cenar con nosotros y con la familia. Y parece que también viene con la señora Hayde.
A Melba le encantaba la señora Hayde, porque siempre traía noticias de la última moda, era una señora muy chic y casada con un multimillonario como lo era el señor Julio Delvequio, socio de Don Rafael.
Miranda se retiró a su cuarto a pensar en su desdicha, quién le va a proponer matrimonio y le va a regalar un anillo de compromiso a una cachifa como ella, y lloraba en silencio, pero a pesar de ese sentimiento de inferioridad, ella adoraba sentirse parte de la familia, porque así se lo decían, que ella era como una hija; y entre tantas cosas, habían aprendido a quererse como hermanas.
Angélica se fue al baño, y allí ella practicaba, quería hacer lo que hacían las señoras ricas esposas de los socios de su marido, como la señora Hayde que sabía fumar, ella también quería aprender a fumar, y prendía un cigarrillo y se ponía a practicar, afuera se escuchaba los ahogó que le daban, Miranda salió corriendo…y se oía la tos…
—¡Oh..oh…oh!—El humo empezó a salir por la ventana.
—¡Señora Angélica, señora Angélica!.. ¿está usted bien?...
—¡Ah sí…ah…si! jam jam
Angélica sale del baño rodeada de humo.
—¡Señora Angélica!...¡Eso no es necesario, usted es muy bonita para estar oliendo a tabaco!
—¡Es que…hoy viene la señora esa…Hayde Delvequio y quiero fumar como ella, con pitillo, es tan elegante!...¡Jam…jam!—Angélica se aclara la garganta.
—¡Ay no, está perdiendo el tiempo, mejor se arregla, se pone bonita, para cuando llegue el señor Rafael con los invitados!
—¡Miranda pero se está haciendo tarde!
—¡Si, y no se sabe que vamos a preparar todavía!
Las horas pasaron a millón y a las siete y media ya estaban llegando, los esperados, Julio Delvequio, su esposa Hayde y Don Rafael.
—¡Buenas noches!
Angélica tuvo que apurarse y en menos de un santiamén, estaban listas todas, ella y sus muchachas.
Hayde en lo que vio a Melba la llamó…era de las hijas de Don Rafael, su favorita…
—¡Ay como me choca, esa vieja burguesa, ridícula!—masculla Miranda.
Pero Angélica no se queda atrás…
—¡Ay si se la da de la gran cosa, y le tiene la cabeza a Melba llena de pajaritos!...¡Uy es insoportable!...