De La Sierra La Pasión

La bofetada

Don Rafael bofeteó a su hija Aurita. Ella trastabilló y cayó al suelo. 
—¡Para que aprenda a guardar su puesto! 
Ella se levanta con la mano en la mejilla y la señora Inés María se acerca para ayudarla. 
—¡Usted está loco oyó, como le pega así a la niña!...Usted se volvió un monstruo, todo por la mujer esa!... 
—¡Papá yo más nunca le voy hablar!—Salió llorando Aurita para su cuarto. 
—¡Bruto mejor váyase!... aquí no tiene nada, mejor váyase! 
El ya había llevado a Melba para su casa y se regresó para la fiesta. Para despedir hasta el último de sus amigos. 
—¿Sabe Inés? Tiene razón, voy a recoger todo lo que tengo todavía y me voy. 
—¡Váyase!, con su nueva mujer y con sus nuevas hijas, que pobrecitas no tienen la culpa! 
Lorena se acerca y quiere arreglar las cosas entre ellos. 
—¿Eso es verdad?...ahora… ¿sí se va para siempre?... 
—¡Es lo mejor mija, es lo mejor! 
Lorena se fue también llorando tras de su hermana. 
Don Rafael recogió todo lo que le quedaba en una maleta y se marchó. 
La señora Inés María entra al cuarto donde estaban sus hijas y se sienta a llorar en la cama. Lorena y Aurita la abrazan… 
—¡Ese desde hace tiempo era lo que quería!... ¡irse!, ¡dejarme!, ya me ve vieja. toda una vida a su lado, aguantándolo, ¿y para que?...tres mujeres y un varón ¿Y para que?...¡Hombres!...¡jap!...no le cuenten cuentos al que sabe historias…! 
Lorena y Aurita lloraban, pero el que no estaba para nada enterado de lo que sucedía era Carlos Alberto, que metió a la novia para su cuarto, porque la chica era de ideas muy modernas y liberadas…y ya estaban a escondidas en su cama. 
—¿Pero tú no eres virgen? 
—¿Virgen? ¿Para qué quieres una virgen, que no tenga idea de lo que va a hacer contigo?...¡En cambio yo si se que hacer!—se lo dice excitada y jadeante, besándolo como una experta. 
—¿Pero entonces…con cuántos te has acostado? 
—¡Unos cuantos!...¿Pero eso no se le pregunta a una mujer? 
—¡Quiero casarme contigo estoy loco porque seas mía nada más! 
—¡¿Tuya nada más?!...¡No seas cursi, Carlos, yo no soy un objeto, yo solo me pertenezco a mi misma!... 
Carlos la besaba con ansias y pasión. 
—¿Sabes que?...¡No me importa, que te hayas acostado con otros, no me interesa, te amo, te amo!..¡Dime…dime!... 
Ella solo estaba disfrutando del sexo y le gustaba la idea de ser la esposa del único hijo de Don Rafael Serrano y tener privilegios… 
—¿Qué quieres que te diga? 
—¡Te cuesta mucho decir… te amo, alguna palabra de amor, de cariño! 
Ella interrumpe el momento, se separa…y mira al techo, se voltea, pone cara de agobio, prende un cigarrillo y suelta el humo… 
—¡Disculpa! Ven…¡Vamos a lo que vamos!...¡Es…que no siento que me correspondes!—le habla mortificado. 
Ella suelta el humo… 
—Me quedé aquí para pasarla bien y disfrutar de nuestros cuerpos, y si, si te amo, pero te pones cursi Carlos, ¡y me tienes desconcentrada…! 
Carlos la  atrae hacía el y la posiciona y se acuesta sobre ella… 
—¡Ven sé mía, quiero que seas mía, mil veces! 
—¡Ay yo soy muy cruda y realista Carlos, y…ay… 
¡¡Dale y entra de de una vez…!!! 
Carlos Alberto era un hombre sencillo, muy delicado, poético, romántico, muy diferente a su papá que decía que su hijo parecía marica; y se vino a enamorar de esta mujer, interesada, coqueta, que le gusta jugar con los hombres, y el se quiere casar con ella, está hipnotizado. 
A las pocas horas, llega Don Rafael a la casa de El Limón dónde vive con Angélica…y ella se sorprende porque ve que llega con una maleta y muy extrañada le pregunta y eso que trae ahí, ¿que es?... 
—¡Me vine definitivamente con usted! 
Ella sintió un escalofrío, y al mismo tiempo una confusión, Angélica tampoco estaba muy clara, en su corazón, ella era muy joven, cuando Don Rafael Serrano se la lleva con el aconsejada por las amigas, que le decían… que se arrimara a ese Don, que es muy rico, y así ella sería una señora como las Branger de Valencia, las que la criaron y a las que ella les prestó servicio. 
Angélica nunca se había enamorado, y aprendió a quererlo con el paso del tiempo, le tomó cariño, pero si hubo alguien…un hombre, que un día la miró a los ojos de forma profunda y la hizo sentir algo que jamás pensó sentir, un caballero, que vivía de vecino en la primera casa que Don Rafael le buscó. Ella junto con una prima se le estaba escapando, cuando el se iba por días, se juntaba con una prima y se reunían jóvenes de su misma edad, las niñas de Angélica estaban pequeñitas; ella  estaba muy fresca, joven y llena de vida. 
El caballero era un hombre sencillo, que trabajaba en un taller de herrería, y se había enamorado de Angélica. 
Su prima Juanita lo sabía. 
—¡Angélica!...¿y ahora que vas a hacer?, ¿tu estás enamorada de ese tal Mario Benavides?... mira…ese no tiene dinero como el Don que te manda hacer vestidos a cada rato;  es un obrero, ¿Que le viste tú a ese hombre? 
Mario Benavides se les acerca…con una poesía siempre en sus labios… 
—¡He caminado muchos valles, he recorrido América, pero nunca he visto unos ojos tan bellos como los de Angélica!...toma Angélica esto es para ti…—él le entrega una rosa roja grande y frondosa—¡Una flor para una flor! 
En el fondo se escuchaba una canción, un bolero muy famoso de esos años… 
…la letra decía…¡Su nombre era Margot…y en su pecho llevaba una cruz!...y Angélica siempre se acordaba de Mario Benavides cada vez que escuchaba esa melodía. 
—¡Gracias! 
La prima temerosa le decía… 
—¡Angélica nos tenemos que ir! 
Mario les decía… 
—¡Pero si acaban de llegar! 
Estaban caminando por el Boulevard, y era peligroso porque todo ese Boulevard estaba pleno del comercio de la familia Serrano y ellos eran muchos, se vinieron todos de la sierra Andina y se instalaron a comerciar, aumentado aún más sus fortunas. 
Asdrúbal Montesinos era muy amigo de ellos y reconoció a Angélica, porque siempre le pareció muy bella y este andaba con otro primo de los Serranos, Gustavo, uno que le decían "El oso", por lo alto y gordo que era… 
—¡Hey!... ¿pero aquella no es Angélica la muchacha de tu tío Rafael?... 
La prima Juana que andaba con Angélica notó que esos hombres la estaban viendo… 
—¡Angélica vamos, que te va ha descubrir!... 
Mario Benavides sorprendido responde… 
—¡Preciosa!... ¿Quién te va a descubrir?... 
Juana le dice… 
—¡Ay mijo usted no sabe nada!... Angélica es la mujer de Don Rafael Serrano, y por su bien mejor deje de estar rondándola… 
Angélica muy asustada.. 
—¡Adiós Mario y gracias por la rosa la guardaré de recuerdo y es cierto, tengo marido y dos hijas pequeñas, y me debo a ellos…—se lo dice en tono bucólico y con la mirada humedad porque ella si sentía algo por él y en ese momento decidió renunciar y seguir con lo que le había trazado su destino—¡Adiós! 
En su mente se llevaba la melodía…que decía… 
¡Su nombre era Margot…y en el pecho llevaba una cruz…! 
Pero igualito le fueron con el chisme a Don Rafael que la habían visto, y varias veces, hablando con un señor y que iba con la prima Juana, y por eso a Don Rafael no le gustaba esa prima, porque le sonsacaba Angélica. 
El la regañó, y por ese motivo se mudaron a un lugar más apartado del centro de la ciudad, era un sitio muy poco poblado, con mucha niebla mañanera, así llega Angélica a su verdadera casa de ahí y para siempre, en la parroquia “El Limón”. 
Esa es  la casa donde está llegando ahora Don Rafael con su maleta. 
 




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