Cuando Angélica vio llegar a su marido con las maletas en la mano; sintió un frío que recorrió su ser de arriba abajo, él se sentó en el sillón que preside la sala, de forma cansada; se desplomó y puso su mano en la frente por unos segundos; ella se limpió las manos en su delantal porque en ese momento estaba ocupada desde las cinco de la madrugada que se levantaba para tener todo impecable para cuando Don Rafael llegase.
Angélica se le acerca muy sigilosamente…
—¿Cómo se siente quiere que le prepare algo?...
—¡Si, hágame una sopita de pichón, estoy muy agotado!
Angélica se fue a preparar el encargo y de improviso se levanta Teté para ir al baño, pero con mucho sueño todavía, y se da cuenta que su papá tiene en la sala unas maletas.
Ella muy traviesa se acerca dónde su mamá, hacerles preguntas…
—¿Pasó algo?
—¡Shhh Teresa calladita!, parece que lo corrieron de allá, pero mire—Angélica se pone el índice en los labios—¡calladita!...
—¡Está bien!...
Angélica se acerca a la sala donde está Don Rafael recostado con la mano en la frente como si contuviera una jaqueca…
—¡Mijo pase! ¡Ya está la sopita!
El se levanta y se para también bajo los efectos de los tragos del día anterior, está recordando todo, lo que pasó con Aurita se lo está reprochando la conciencia, se siente realmente una bestia…y pensaba.., pero así y con todo el remordimiento no da su brazo a torcer, el es Don Rafael, el dueño y señor de todo, el que manda y dice cómo deben ser las cosas.
Sentado con la mesa puesta, era una sopita de pichón, pero los Serranos tienen como costumbre andina llenar la mesa, de punta a punta, con variedad de panes, embutidos, quesos, carnes a partes, verduras a parte, y por supuesto, café con leche, y jugos de frutas.
Cuando tomaba sopa se escuchaban los sorbos signo que viene del campo , dónde nació y se crió, con ancestro primitivo, aunque también eran familias organizadas, con solemnes costumbres y tradiciones muy apegados a la iglesia, gente muy trabajadora, conocedora de la buena siembra y de la cría, una educación de muy pocos modales pero sí de gran corazón, muy familiares y amistosos, comer es muy importante, y Don Rafael venía de esa Sierra, dónde se tenían los hijos que mandara Dios.
—¿Y es que le duele mucho la cabeza?...
—¡Si!... Angélica dígale a Miranda que recoja las maletas y me las lleve a la habitación, desde hoy, me quedo con ustedes.
Angélica y Don Rafael parecían solos en el comedor, pero detrás de la pared estaban todos oyendo.
—¡Quítate Manuel!
—¡Cállate que no dejas oír!—le dice Carlitos.
Manuel, Carlitos y Elsa eran los primos, sobrinos de Angélica, que ya estaban grandecitos, hijos de la hermana Alejandra Travieso que se quedaban en casa con Angélica mientras Alejandra trabajaba.
Melba se levanta y los ve a todos uno sobre otros oyendo la conversación…
—¡Epa y qué hacen ustedes aquí!
—¡A pues que tú papá se muda con mi tía y para siempre!—dice Manuel.
Miranda sin que le dijeran nada ya sabía que tenía que llevar las maletas para el cuarto.
—¡Se queda desde hoy!—les dice Miranda.
Melba se sentía feliz.
—¡Teté, Teté, mi papá se queda con nosotras!...¡Yuju!
Miranda las mira…¡y ustedes se alegran!...amárrense los pantalones, que ese Andino, es…ay cara…no lo sabré yo, que también lo soy.
Miranda los saca a todos de allí.
—¡Bueno vamos, a lavarse la cara para que desayunemos!..
Después que Don Rafael desayunó solo con Angélica, se levantó para recostarse un rato; y aparecen todos para sentarse a tomar su desayuno.
Una vez en la mesa..
—¡Melba!...¿Y cómo te trataron, cómo te fue en esa fiesta?...
—¡Me fue muy bien!...se portaron muy bien conmigo, y bailé con mi hermano.
—¡Gracias a Dios!—dice Angélica—eso si me alegra.
—Cuando venía me dieron un pedazo grande de pastel, lo guardé en la nevera. Todo estuvo muy bonito.
—¿La señora Inés te trato bien?—pregunta Miranda…
—¡Si, ella, le decía a todos, ella es la hija de Rafael, ella no tiene la culpa!
—¿Así es la cosa?—dice Angélica. Pero parece que después pelearon, porque se vino, y con las maletas, ustedes, me hacen el favor, cómo si nada, calladitos.
Angélica en el fondo se sentía halagada, porque todos decían que ella era una gran mujer, que nadie le ganaba, era incansable trabajadora, no paraba, todo estaba ordenado, reluciente e impecable y con la ayuda de Miranda y sus hermanos aquella casa parecía un espejo.
Melba estaba muy contenta, y recordaba todo, contaba cada paso que dió, por primera vez, en medio de una sociedad que fue muy difícil de abordar, tuvo que olvidar los complejos de inferioridad para tener fortaleza y resistir los embates del bullying social, por ser ella solo, una Jaramillo y no Serrano.
Pero su padre logró hacerla respetar, y en su cabeza sonaban el rock and rollo de la fiesta, y el Jala Jala de Richie Ray, todavía…
—Carlos nuestro hermano sabe bailar buenísimo, y le gustó cómo yo lo hacía, bailamos muchísimo.
Teté también se sentía feliz de oír a Melba.
—¿Cuándo van a venir para acá?—pregunta Teté.
—¡A lo mejor hoy!
Así me dijo que iba a venir con su novia.
—¿Y tiene novia?—preguntó Angélica.
—¡Si, es muy bonita, parece una actriz de cine y se llama Jessica Martínez!
—¡El puede venir cuando quiera y lo trataré como a un hijo!
Don Rafael se despierta y se acuerda de nuevo, en todo lo que pasó.
En realidad estaba muy preocupado, le preocupaba sus hijas, su hijo Carlos enamorado que parece un bobo, le preocupaba la Hacienda porque sus hermanos estaban allá, haciendo desastre con las nativas, le preocupaba la situación del país y que no fueran a derrocar al dictador los revoltosos universitarios, que habían dado mucho de qué hablar…
—¡Esos comunistas de mi…da!..
Tenía que levantarse e irse para Chuao, y quería llevarse a Carlos, para quitarle el empeño ese que tenía de casarse con la zorrita que estaba en la fiesta.
Efectivamente sonó una corneta, era Carlos Alberto Serrano con su novia y con ganas de seguir festejando.