Era media mañana, Carlos se baja y toca la puerta.
Angélica sale con Miranda…
—¡Ay, es el hijo de Rafael!
¡Buenos días, caramba!
Carlos saluda a Angélica…
—¡Buenos días!
¿Usted sabe quién soy?
—¡Claro, no voy a saber, si no lo puedes negar!
—¡Ah yo pensaba que no me iba a reconocer!
¿¡Mi papá está dormido!?
—¡Si está descansando!
—¿Puedo meter el carro?
—¡Claro, si espacio es lo que sobra!
Angélica se fue para la cocina y se esmeró en darle a Carlos Alberto la mejor atención, le preparó café y sacó unos embutidos para compartir.
Melba brincaba de alegría.
Carlos estaciona el carro y de él se baja una mujer exuberante, con minifalda, medias pantys brillantes, y pestañas largas postizas y un delineado pronunciado y grueso en ambos párpados, era mona, y caminaba moviéndose, contoneando todo su cuerpo sensual.
Algunos se aclararon la garganta, entre ellos Manuel y Carlitos los primos de las muchachas, entonces, habían dos Carlos, Carlos Alberto y Carlos Antonio de bandos familiares diferentes.
—¡Pasen muchachos pasen siéntense!
Carlos Alberto se queda impresionado con el espacio que tenía la casa, era muy amplia, quinientos metros de bienhechuría y quinientos metros de parcela.
Parecía una pequeña granja.
Don Rafael escuchó.
Se levantó y cuando estaba saliendo de su habitación, llegó Melba y le habló emocionada…
—¡Papá allí está Carlos con la novia!
Cosa que a Don Rafael no le gustó ni un poquito.
Don Rafael lo saluda a él, pero a la novia no, y eso tampoco le gustó a Carlos Alberto.
—¡Oiga, pensaba que ya no iba a venir!
—¡Me vine para ver si te animas también, vamos a jugar una partida de bolas criollas; y si te parece invitamos al hijo de mi tío Marcos: Arnaldo, al primito Bernardo y al primo loco: Alfredo.
—¡No!—le dijo Don Rafael—¡Ellos están para Chuao, y eso no me gusta nada, quería que te vinieras conmigo mañana bien temprano, vamos con el teniente Moreno que le gusta mucho ir para allá.
—¿¡Mañana!...?
—¡Si, si, mañana a primera hora salimos para la playa Choroní!
La novia de Carlos puso una cara de desconcierto, y le susurro al oído a Carlos…
—¿No me vas a llevar contigo amor?
Entonces Carlos gira la cara dónde su padre…
—¿Puedo llevar a mi novia?
—¿¡No seas pingo hombre!, usted cómo que lo tienen dominado?
Angélica y todas las mujeres se sintieron avergonzadas por la forma que Don Rafael le habló.
—¡Pero bueno Rafael el vino a verte y ella es su novia!
—¡Mire Angélica cállese, cállese y no se meta en esto, él sabe muy bien como pienso yo, y él se me puso bobo desde que está con ese arrumaco!—la ve ceñudamente —¡Déjenme solo con el!
—¡Pero papá qué le pasa, porque me trata así!—reclama Carlos Alberto.
—¡Mire a mi no me venga con cuentos, si usted tiene que pedir permiso para venir conmigo, me lo avisa, y si es así a usted le están faltando pelotas!
Jessica la novia de Carlos Alberto le dice a Carlos...
—¡Ay, papi, mejor me voy, este señor no me quiere!
—¡Usted es una motolita, anda metiéndole a este bobo ese cuento del amor, pero yo sé muy bien quién es usted, yo la estaba observando!
—¡Carlos por favor, te espero afuera!
—¡Piénsalo bien! No te daré ni un centavo, hasta que escojas bien, y tiene que ser una mujer decente!
Carlos Alberto se asustó, cuando su papá habló de dinero, porque él tenía una vida de rico y tampoco quería estar de malas con el viejo que todo se lo pagaba.
Carlos Alberto se sonroja, aclara la garganta y se calma…
—¡Bueno papá yo quería pasar la tarde con usted pero no me deja otra que llevar a mi novia a su casa!
Melba, Teresa, Miranda y los primos estaban arrinconados oyendo los gritos de Don Rafael.
—¡Bueno Angélica, otro día será!
Don Rafael lo mira y vuelve a preguntar…
—¿Pero no me ha dicho si lo espero mañana o no?,¿ o tiene que pedir permiso?
—¡Está bien mañana a las seis estoy por acá y nos vamos!
—¡Así no estamos entendiendo!
Melba fue acompañar a Carlos Alberto hasta la puerta del carro.
—¿Pero por qué no vienes más tarde?
—¡No! Ese viejo es un vaina sería, pero vengo mañana!
—¡Chao hermano!
—¡Te estoy esperando para que bailemos!
—¡Si, si, seguro!...
Carlos Alberto arrancó y se fue con su novia para otro lado.
Carlos Alberto salió y de improviso se divisó un hombre alto, muy bien parecido, dando las buenos días.
Angélica lo vió y se da cuenta que es el primo que apareció de repente, uno de los hijos de Consolación Serrano, que viene a visitar a Melba y que a explicarle matemáticas.
Cuando Teresa lo ve, abre los ojos y levanta las cejas…
—¡Es el primo Alfonso Serrano!
—¿Ese no es el hijo de Margarita, y porque viene para acá? —Don Rafael habla sorprendido—Ahora que vivo aquí, me estoy dando cuenta de muchas cosas.
Angélica, ese señor, ¿desde cuándo está viniendo para acá?
—¡Ellos se conocie…
Rafael no la deja terminar las palabras…
—¿Que?...¿Cómo es la vaina?...¿Quienes son ellos? ¿Ellos quienes?...
Melba más pálida que un papel se acerca casi temblando…
Teresa y todos los demás estaban riéndose a montones, porque Melba era una chismosa.
—¡Papá, el viene por mi!
—¿Y que quiere ese elefante con usted?
—¡Papá el no es ningún elefante!
—¡Él estudia ingeniería y sabe matemáticas y me dió una clase el otro día!
—¡Ay, Melba pórtese derechita cara', mire que yo no estoy para estar cuidando puterías!
—¡Rafael no le permito!—le iba hablar Angélica cuando…
—¡Buenos días Rafael!—saluda afable el nuevo primo que se llama Alfonso Serrano.
—¿Estoy extrañado de verlo por acá, cómo está su mamá y sus hermanos?
—¡Bien, vine a explicarle una tarea de matemáticas a Melba, si me permite, desde luego!
—¡Mire, lo voy a dejar, pero se comporta, sentaditos allá donde lo vea Angélica y lo vea yo!
Melba después usted y yo tenemos mucho que conversar.
Melba estaba enamorada muy secretamente de su primo que no sabía que existía, era hijo de su tío mayor, hermano de su papá, que dicen que también es muy mujeriego.
Melba tenía primos que no conocía, a este lo conoció en casa de la abuela Emiliana cuando se murió un sobrino de su papá, conversaron porque se acercaron, y ella se entera que es estudiante de la Universidad Central de Venezuela, inscrito en ingeniería, y era guapo,muy elegante, apuesto, de Caracas, y el le hablaba también del mundo de la capital, y a ella eso le fascinaba por lo inteligente, guapo y de ciudad.
—¡Ven primo vamos a dónde dijo mi papá!
—¡Con permiso!
Angélica le responde…
—¡Si, mijo, pase adelante!
Don Rafael miró a Angélica…
—¡¿Y usted no tiene nada que decirme?!