De La Sierra La Pasión

Abuela Emiliana

La familia Serrano es muy numerosa; los hijos de la sierra Andina son personas muy trabajadoras; y muy creyentes de la iglesia católica; en los pueblos originarios de la sierra, es de gran estima participar en cuanto ritual de la iglesia se refiere; y las muchachas decente solo se distraen en estos quehaceres, organizando, cada fiesta o celebración según las costumbres del folklore, y colaboran para reunir beneficios que nacen de la participación en estos ritos, que varían según la época del año. 
Así como hombres y mujeres se encuentran para hacer todo lo concerniente al tema religioso, también son observadores de los mandamientos, y de cuidar con mucho celo que las hijas sean mujeres de honor y apegadas a cumplirlos; sobretodo el de honrar a su padre y a su madre. 
Las muchachas llegan vírgenes e intactas al matrimonio en su mayoría; y sobretodo en aquellos años, tiempos de las dictaduras, tenían que ser hacendosas, amantes de los oficios hogareños; y si eran hijas de familia, con padre, tíos y hermanos mayores, con más de un apellido, así, más todavía,... valían  más; porque tenían quien defendiera su honradez. 
Al casarse estaban apegadas al marido, atendiéndoles como amos feudales, y dándole los hijos que les mandé Dios. 
Por eso los Serranos son tantos, cuando se mudaron al centro del país, la casa materna que era de Doña Emiliana Morales de Serrano, con grandes dimensiones, se llenaba, de una muchedumbre, los hijos, las mujeres y los nietos de doña Emiliana, que corrían por todas partes; y las señoras de los hijos, la visitaban para hacer honores a la suegra, que era más generala que los hijos que tuvo. 
Muy religiosa era la abuela Emiliana, ya estaba muy entrada en años, con su moño blanco, su frente despejada, su cabellera muy lisa bien prensada hacía atrás, y un bastón, así aparece en una de las pinturas que quedó para la posteridad familiar; y que luce en uno de los salones de la casona, que le regalaron sus hijos; que por ser tan profesos a las creencias de la fe, le regalaron una gran casa que hasta tenía una capilla dentro de uno de los recintos, dónde se celebraban misas y actos de todo tipo, que convenían a los miembros de la familia. 
Era una sociedad, moralista, dogmática, exigente en recaudos sociales, y los hijos Serranos, hacían lo que la mamá permitía, pues era muy importante su consentimiento. 
Si ella no estaba de acuerdo con algo, Doña Emiliana se los refutaba, ¡y ay…si no hacían caso!…el regaño y la reprimenda en palabras de está vieja generala, era temida por todos. 
La casa se llenaba, para las alegría y para las tristezas. 
Don Rafael Serrano sabía que lo que él estaba haciendo con Angélica y con su esposa Inés, no era correcto, ni mucho menos aceptado por la santa iglesia apostólica y romana; pero el era el hijo que se ganó la debilidad de su madre, ella con el era diferente, lo admiraba mucho, era su hijo valiente, arriesgado, inteligente, y no es por nada, era el más guapo de todos. 
Ellos eran siete; de los varones: Consolación, Marcos, Rafael, Azael y Horacio el más pequeño de la prole, y las hembras eran Mery y Emilita. 
Emilita era bella, una mujer de muy bello cuerpo, la menor de las dos hembras, pero Mery era más tosca de facciones, bajita, cuello ancho, boca ancha, y nada exhuberante, en cambio Emilita era hermosa de cara, de ojos, una nariz de muñeca, mejillas llenas y rozagantes. Pero lo más lindo que ella tenía eran sus piernas, gruesas torneadas y parejas desde los tobillos. 
Emilita era agraciada por la naturaleza, pero.. es lamentable decirlo…también. A la vez…¡muy desgraciada!,… los hermanos la volvieron loca con los celos, la tenían muy vigilada, asinada, porque como buena Serrano, era muy bonita y tenía muchos pretendientes desde siempre, a temprana edad le descubrieron un amorío, y entre los hermanos la enloquecieron, no le permitían nada; así decían los rumores de camino, la azotaban, y no se sabe quiénes tuvieron mucho que ver en estos rumores; pero ella se trastornó, y se les escapó; con el primer vagabundo que le propuso huir de toda la barbarie que estaba sufriendo, y llevó una vida de perros, porque ese vagabundo también se aprovechó de ella, y así fue de hombre en hombre, los hermanos la declararon "no grata"...inmoral e indigna, le pusieron sobrenombre, le decían "la loca", entonces Emilita se alcoholizó, y terminó trabajando en un burdel barato, se desmejoró demasiado y empezó a tener hijos de maridos distintos, una vida muy desordenada, y por eso el nombre de Emilita era prohibido en los medios sociales de la gran familia Serrano. 
Doña Emiliana por este motivo, se amargó y se sentía avergonzada de haber traído una hija así; y Don Simón Serrano el esposo de doña Emiliana y padre de todos los Serranos también se alcoholizó, lleno de dolor y abochornado por tener esa hija con una suerte tan negra como la noche. 
Don Simón se embriagaba y caminaba calle arriba y calle abajo, evadiendo la realidad, y se llenaba de heroísmo cuando hablaba, contando una y otra vez, cada vez que podía, la historia de su tío Antonio que llegó al pueblo herido por los revolucionarios de la guerra federal….y cayó ensangrentado en la acera resbalando agarrado de las barras de una ventana pecho de paloma; siendo un héroe para el, que batalló por la libertad y la democracia de Venezuela con el partido conservador. 
Simón muere de cirrosis hepática, quedando viuda doña Emiliana, rodeada de toda su prole. 
Ella conocía a Inés y a los nietos que tuvo Don Rafael con ella desde que vivieron en la sierra, pero no conocía a Angélica que tuvo a Melba y a Teresa, Don Rafael estaba viendo cómo hacía, para traer a Angélica a la casona del centro, el quería que la aceptaran como a todas las señoras que llegaban allá, porque para el, Angélica era mujer que valía y mucho, así no esté casado con ella, el la conoció muy inocente y la admiraba porque Angélica tenía un gran amor al trabajo. 
—¡Oiga madre!...me deje de la mujer…ya no vivo con ella, la muy grosera, ¡me corrió de la casa!, yo agarre mis maletas y me fui… 
—¡Ah pues, ¿como fue eso?...¡Después de tener sus hijos!.. 
—¡Me cuesta mucho decirle madre!.. pero me enrede con otra…ahora vivo con una muchachita, que llegó inocente del campo, pobrecita, yo la tome para mí, se que no estuvo bien madre…¡pero es una buena mujer! 
—¡Ah si es la cosa!...eso sí es pecado mire, esa muchachita ahora vive sin casarse, porque a usted le provocó, ay mijo, como hace usted algo así, ¡y dejó a los otros hijos! 
—¡No, señora, yo no dejado a mis hijos, y ahora tengo dos hembras más!...¡Madre y quiero que usted las bendiga!..¿se las puedo traer madre?, diga que si, mire que son muchachas inocentes ¡que no tienen la culpa! 
—Bueno, Rafael usted lo que tiene que hacer, es que cuando venga el padre a dar la misa, hable con el, porque usted está en pecado mortal, y eso no es bueno, andar así, ante los ojos de Dios, y otra cosa, trate de que todos sus hijos estén unidos, como hermanos que son, porque es verdad lo que usted dice, las pequeñas no tienen la culpa… ¿Y no piensa recuperar su hogar con Inés?, ella fue suya también desde su mocedad, allá en la sierra, usted no tenía ojos para más nadie… 
—¡Pero ahora está Angélica madre!, y no la puedo dejar, apenas está empezando la vida, Inés en cambio anda dejando que la gente crea que ella tiene a otro, el muchacho ese universitario, que metió a vivir en la casa, para que le dé una renta por la habitación. Eso se ve muy feo, una mujer metiendo hombres extraños para su casa. 
—¡Ah pues y ella hizo eso, y ¿es que usted no le pasa nada para los gastos? 
—¡Claro que le doy madre, pero ella es una rochelera y lo hace para hacerme quedar en ridículo madre, yo me moleste mucho y casi la golpee, pero me contuve, y se lo tenían calladito, me hice la vista gorda con todo ese asunto, y de paso madre, la Yoli, me salió preñada. 
—¡La negra salió con barriga primero que las hermanas! 
—¡Claro todo eso es culpa de Inés, por desordenada! 
—¡Bueno cuando las voy a conocer, y me las trae para darle la bendición, y que todos estén unidos, ya sabe, y no tenga hijos regados, mucho menos abandonados! 
Don Rafael se inclina… 
—¡Bendígame madre! 
La señora Emiliana levanta su brazo derecho y en el aire hace la señal de la cruz… 
—¡Dios me lo bendiga y ampare, y me lo guarde en todo momento! 
—¡Amén madre! 
Ahora nada más, faltaba poner fecha y hora, para traer a Angélica a la casa familiar, a Don Rafael no le va a importar la opinión de los demás, solo le interesa la de su madre, y eso ya es una preocupación menos. 
Las señoras que llevaban el apellido Serrano y casadas por la iglesia, eran como una élite cerrada, todas presumidas y muy bien vestidas. 
Sabían que los Serranos no eran ningunos santos, todos eran débiles con las mujeres. Todas conocían en que andaban sus esposos, y a veces se cruzaban con las amantes de los hermanos del esposo y se saludaban como si nada. Eran machista, competitivas. 
Consolación estaba casado con Paula Aponte, casado por la iglesia con ella, y tuvo tres hijos, Alfredo al que el tío Don Rafael llamaba el loco Alfredo, por lo descarrilado, e inestable que era, no quiso nunca agarrar un libro, pero era muy hábil y rápido de mente. Alfredo era del lote Serrano que salieron blancos casi pelirrojos, y pecosos, igualitos a la abuela Emiliana, a diferencia de otro grupo muy diferente que era un tanto acanelado, como Yolanda Serrano, que por ser un poco trigueña la llamaban "la negra Yolanda". 
Además de Alfredo, también estaban Rosita, Mireya, y uno que se llamaba Miguel, que era rechoncho y bajito, cabeza grande, y por eso Don Rafael lo llamaba " El sapo", y así, el no se sabe porque, le ponía un sobre nombre a todos los que podía. 
Una vez le preguntaron que cuál sobrenombre le ponían a el, y el dijo con su acento Andino, que a el, le podían poner…”el c..lo”…tan grosero y echador de vainas, el grupo tanto familiar como de amistades, lo que hacían era reírse de todo lo que decía. 
Marcos tenía mujeres, una llamada Blanca, y de allí nace Blanquita, una chica muy guapa y de bellas curvas y tenían otro hermano que murió, y otra que era para pasar el rato, bien fea, le decían La Chiva, porque la cara era igual a una chiva o cabra, como sea que se llame, pero con un cuerpo muy exhuberante, lo tenía loco, y después se casó como manda la santa iglesia con Gladys en la capilla de la casa de su mamá y tuvo tres hijos. 
Rafael ya se sabe cómo es su vida, y sigue Azael que se casó con Elba Salvatierra, una señorita de alcurnia muy refinada. 
Horacio no tuvo hijos. Pero uso su apellido para reconocer sobrinos naturales que las esposas no aceptaban compartir el apellido. 
Era muy importante el apellido en aquellos s tiempos. 
 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.