De La Sierra La Pasión

Mi familia

Angélica estaba muy emocionada; y también muy sorprendida. El tío Pantaleón que le pegaba con una varita llamada "chucho"; y sus hermanitos ya hechos unos hombres, estaban en su casa del Limón.  
Ella los recibió con mucho amor, y Pantaleón a pesar de la edad, se veía entero y fuerte todavía. 
—¡Vengan pues pasen, pasen!—Angélica los invita para que dejen la timidez. 
Llegaron a la entrada y en la puerta, solamente estaba Miranda porque Melba y todos los demás se fueron para la parcela a jugar bolas criollas y a pasarla bien con su papá. 
A parte de ellos estaban otras personas que ayudaban a Don Rafael en los quehaceres de todos los días, que eran hijos del vecindario, uno era el negro Cruz y otros muchachos hijos de una vecina llamada Felicia Quiroz. 
También andaba con Don Rafael el señor Vicente Quiroz, ese era su caballito de batalla; y en años antiguos fue uno de los albañiles que construyó la casa grande donde vivían. 
Miranda y Cruz, que le decían Crucito eran buenos amigos y ayudantes de Angélica, además de los hermanos de Miranda que eran varios, y de vez en cuando se aparecían por allá y ayudaban a Angélica a tener la casa de punta en blanco. 
Cuando Angélica llega le dice a Miranda… 
—¡Miranda este es mi tío y estos son mis hermanos! 
—¡Señora Angélica!... 
—¡Mucho gusto! 
Todos le dieron la mano a Miranda y ella los invita a qué pasen… 
Miranda sale corriendo y les avisa a todos. 
—¡Señor Rafael, señor Rafael llegaron los hermanos de la señora Angélica! 
—¿Quienes? 
Angélica se acerca… 
—¡Mire esta es mi familia! 
—¡Oiga!...¡Pero que sorpresa!...¿Ustedes son de Cachinche? 
—¡Si, Cachinche, que queda en San Carlos! 
Don Rafael hace un llamado… 
—¡Crucito!...¡Miranda! tráiganle a los señores unas sillas y algo de tomar! 
—Rafael, este es mi tío Pantaleón, este Dámaso y Santana que decían que era mi morocho… 
—¡Pero es idéntico a usted, ¿son morochos?! 
—¡No yo soy mayor que ella! 
—¡Angélica!...¡Que buena moza y que buena saliste muchachita, eras terrible pequeña!—dice Pantaleón moviendo las cejas copiosas y blanquitas. 
Angélica se ríe, pero de todos modos le recuerda algo… 
—¡Así!...¡Me acuerdo del famoso chucho como picaba esa varilla!. Y se reía tapando la boca con su mano. 
—¡Es que eras terrible mijita, eras arisca como las ardillas, no te querías ni vestir! 
—¿Y mi tía Queta? 
—¡Ah ella está malita, te manda a decir, que si puedes ir, con la prima Juanita, para verte, así sea por última vez!—le dice Dámaso. 
—¡Voy hablar con Juanita para que vayamos! 
La que si murió fue la comadre Laiza, ella crió a Eladio el pequeño que parió tu mamá cuando murió, y le salió bueno, después que Laiza murió, se fue para Colombia y se casó por allá. 
—¡Que bueno me alegro, yo no me acuerdo casi! 
—¡Estabas muy pequeña! 
Todos se sentaron con Don Rafael hablar de todo un poco, de los pueblos dónde nacieron, y Crucito les trae unas bebidas refrescantes… 
—¡Esas son unas "Frías", ¡están buenas!, las puse en la cava desde temprano! 
—¡Están buenas Don! 
¡Está casa es bien grande parece una escuela! 
—¡Los Quiroz la construyeron y yo se la compre a Ramón Hernández, el último dueño. Pero le diré algo, cuando yo la compré, la neblina bajaba y no se veía nada, ¡hasta tarde! y al final de la parcela cuando mis hijas llegaron pequeñas corría un río, se bañaban ¡y hasta jugaban con los pececitos!.. 
—¡Que maravilla hermana entonces tienen un río! 
—¡No, ya no!—repuso Don Rafael— ¡el río se secó!, porque todo va cambiando, ¡y mejor!, porque una vez se inundó la casa, y la pobre Angélica recién llegada, que también tenía los niños de la hermana porque siempre ha trabajado; se fajó sacando tierra hasta por debajo de los muebles. Esa es la parte mala de este municipio, "El Limón', que hay mucho rio y se desbordan, la gente construye a las orillas de las quebradas unos caserones, sin pensar que cuando el río ruja, se va a llevar ¡todo por delante!... 
—¡Me esperan un momento, ya sigo con ustedes!—Don Rafael mira hacia la parcela porque le hacen señas. 
—¡No se preocupe Don, vaya, vaya! 
Angélica se quedó en la entrada conversando con sus hermanos y al momento aparece Don Rafael que viene de la parcela preocupado y llamó a Angélica aparte, para hacerle una pregunta… 
—¡Angélica se viene un momento para hablar en la habitación! 
Ella cierra la puerta. 
—¿Usted piensa invitar a sus hermanos a la boda? 
—¡Ah eso le pensaba decir, que les dijera que nos vamos a casar! 
—¡Bueno, usted se hace responsable, acuérdese que para esa fiesta van a venir gente de la alta sociedad y usted sabe cómo son! 
—¡No me importa, a mi nadie me va a desprecia mi familia no señor! 
Don Rafael añade… 
—¡Los voy atender y les voy a decir que están invitados dentro de un mes!...y usted, cuando visite a su tía Queta le lleva la invitación. 
—¡Ah me parece bien! 
Don Rafael y Angélica salen de su habitación y el se acerca y toma su silla para sentarse… 
—¡Ah bueno…yo estaba hablando con su hermana, y nos pusimos de acuerdo para decirle algo! 
—¿Que será? 
—¡Dentro de un mes me caso con su hermana! 
—¡Se casan!...¡Que gran noticia hermana! 
—¡Por la iglesia y todo!—Don Rafael se lo dice sonriente. 
—¡Está sobrina mía nació con una estrella por casarse con un Don tan exitoso como usted, me siento muy honrado por esta muchachita, como le dije, cuando yo la tenía parecía una ardilla comiendo mango, y mire pues, toda una Doña de familia…—Pantaleón la mira de arriba abajo—¡Venga para darle un abrazo! 
Angélica abraza a su tío, y a sus hermanos. 
—¡Vamos hacer todo lo posible por estar presente! 
Melba, Teté y el resto estaban apostando jugando bolas, y estaban todos asombrados comentando… 
—¡Pero el tío Santana es igualito a mi tía Angélica pero es hombre!—espetó Manuelito. 
—¡Es verdad son igualitos!—dice Teté. 
Miranda se les acerca con una carne a la parrilla, guasacaca (que es el guacamole venezolano) y yuca. 
—¡Buen provecho pues! 
Ellos no se podían quejar porque Angélica y Don Rafael los atendieron como reyes, antes de caer la noche se fueron, muy contentos y felices, entusiasmados con la boda de la niña Ángela que ahora le dicen Angélica. 
 




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