La reunión familiar muy íntima terminó convirtiéndose en una gran fiesta. Hoy Angélica y sus hijas son unas Serrano; Melba está que no cabe del orgullo, y la hermana de Angélica, Alejandra que tenía tiempo que no compartía con ella por el trabajo y los viajes a Caracas también estuvo presente; la prima Juana, que le dicen Juanita también. Todos con sus hijas e hijos.
Pero la fiesta sigue, para Don Rafael Serrano todas las fiestas eran de larga duración, y hoy compró diecisiete kilos de carne de la mejor calidad; veinte cajas de cerveza, una caja de botella whisky Buchanans etiqueta negra, y muchísima verdura, para continuar su celebración, porque se casó con Angélica Jaramillo.
Hubo personas que no estaban invitadas y se aparecieron por allá; el teniente coronel Moreno, se apareció, porque quería darle una noticia, que quizás le eclipsaría un poco la alegría; llegaron todos los hermanos Serranos con sus mujeres e hijos, y algunos comerciantes, también grandes amigos de Don Rafael.
—¡Cuénteme teniente!¿Cómo está mi general y presidente de la República?
—¡Bueno amigo no le tengo muy buenas noticias!
—¡Ah caramba!, ¿qué está pasando?
—¡Bueno mi amigo, el partido de los revoltosos, esos que llaman Democráticos, están haciendo mucha bulla, y llegó rumores, que van a tumbar el gobierno!
—¡Ay caray, esa si no la esperaba!
—¡Entonces mi amigo, lamentablemente, hay que estar preparado, y ya tenemos todo listo para escapar, por si acaso, se pierde el piso militar!
—¿Y qué me aconseja?
—¡El General le vendió la hacienda de cacao, yo le recomiendo que la vuelva a vender porque la nueva junta de gobierno se la puede expropiar!
—¡Entonces tengo que hablar con Consolación y Marcos!...¿A quien se la podemos vender?
—¡Al General Plass, la mano derecha del presidente, se ha hecho mucho dinero con este gobierno, y le puede hacer el favor, al él no le va importar y lo puede ayudar porque ustedes son amigos del General!
—¡Vamos a hablar con mis hermanos!
Entonces se acercaron a sus hermanos que estaban conversando, en una de las mesas de la casa.
—¡Consolación, Marcos, el teniente Moreno está conversando algo conmigo y creo que tiene razón!
—¡Ah caramba!... ¿y que será?—le dice Consolación.
—¡Bueno, parece que van a derrocar al gobierno, y la cosa es bien seria; ¡esa gente que dice que son democráticos!, y parece que es pronto!
—¡Entonces vamos a llamar al presidente!
—¡Si me parece bien, pero la mala noticia, es que hay que vender la Hacienda de Chuao, porque la próxima junta de gobierno, no las puede expropiar!
—¿¡Eso es verdad Teniente!?
—¡Si, es verdad, y hay una salida para ustedes!, el General Plass, el es ahora, el ministro encargado de la Hacienda Pública, y les puede dar una buena suma de dinero por ella. Yo les recomiendo que se reúnan con el en Caracas y lleguen a un acuerdo.
—¡Muchas gracias ministro por el aviso!
El teniente Moreno los mira con un tanto de tristeza, y le dice…
—¡Si eso ocurre, yo me voy con el presidente y su comitiva, ya tenemos un avión arreglado, entonces no nos volveremos a ver!
—¡Que vainas!..¡Pero así es la política, nosotros con esa platica seguiremos invirtiendo en el Boulevard dónde tenemos los locales de víveres!—dice Marcos.
Don Rafael llama a Miranda…
—¡Miranda dígale a su hermano que le sirva otro whisky al teniente!
La tertulia seguía, como también la vida de Los Serranos; que cambiaba de mujeres, como de pantalón.
Don Marcos se separó de la mujer que tenía y se casó con una muchacha más joven llamada Gladys fué una boda por la iglesia que se celebró en la capilla de Doña Emiliana Serrano; y Gladys congració mucho con Angélica y ella le decía…
—¿Ahora se casan como nosotros por la iglesia?
—¡Ah sí, si, eso me dijo Rafael!
—¿Se van a casar en la capilla de Doña Emiliana?
—¡Ay no se, Rafael no me ha dicho nada!
—¡Hay muchas por ahí, envidiosas de ti Angélica, y andas ahorita en boca de todo el mundo!
—¿Verdad?
—¿Y que dicen?.
—¡De todo, no te imaginas!
Se preguntan, que brujería le habrás hecho al Don, para que de la noche a la mañana, haya decidido casarse contigo, una mujer del campo, ¡que no sabe ni hablar!
—¡Si, son unas mapanares!, ¡por eso, no me quiero casar en esa capilla!, porque van a ir, todas esas doñas de copetes que yo no quiero invitar pero que si son amigas de Doña Emiliana!
—¡Pero Doña Emiliana nuestra suegra, la tiene en estima, porque dice, que usted si, ha sabido hacer feliz a su hijo,!...¡y a mí también me aprecia, como esa casa es muy grande, nosotros vivimos con ella, y como me casé por la iglesia, me quiere bastante, me dice que hice lo correcto!
—¡Bueno vamos a ver lo voy a pensar!...¡Pronto se van a repartir las invitaciones, pero hay que poner en que iglesia nos vamos a casar, de eso se está encargando Melba, que le fascina la vida social!
—¡Angélica!.. pero te diste cuenta, de la reunión que tienen los hombres, con el ministro Moreno, parece que la cosa no está muy buena con el gobierno, los Democráticos están echando vainas!...¡Si el presidente se va, vamos a quedar desamparados, eso va a ser muy malo para nosotros los Serranos!
Las muchachos estaban en lo suyo, y muy animados compartiendo con los invitados, la amiga de Melba estaba también en la reunión de ese sábado, habla que habla de su novio; Teresa estaba molesta, porque no había podido lograr que Reinaldo Malpica volviera a hablar con su papá; el le dijo que estudiara primero y ella cumplió; ahora quiere preguntar de nuevo, si Reinaldo puede visitarla como novio. Melba también está recibiendo al primo Alfonso, pero como profesor de matemáticas, todavía no ha manifestado nada a su papá nada, sobre sus amores secretos, pero lo piensa hacer.
Y están reunidas escuchando los cuentos de Melissa que parece que les lleva una gran ventaja en eso de casarse.
Melba le cuenta a Melissa…
—¡Y se casa nuestra compañera de clases Flor Elena!
—¿Y como supiste?
—¡Porque ella me lo dijo!
—¡Así, ya me acordé que ustedes son amigas!..¡Tú no la quisiste invitar a Melba para tu fiesta de quince años, y te sorprendió cuando se presentó sin ser invitada!
—¡Si, porque a ella nadie la quiere por pedante y es muy mona, pero a mí ella me tiene un gran cariño!
—¡Y me acuerdo cómo se presentó y te dijo, aunque no me invitaste amiga aquí estoy porque yo sí te considero mi amiga!
Melba continúa…
—¡Ay si, yo no sabía dónde meterme, me dió pena con ella!. Flor es de familia de mucho dinero, es rica de cuna, por eso es tan vanidosa y muy chocante!
Pero así como te digo una cosa, te digo otra, se enamoró de un pobre, pero como ella tiene dinero de papá y mamá, le van a pagar todo!
—¿Y según los vientos que soplan tú eres la próxima en lanzarse al agua?—musitó Melba.
—¡Muy probable!—responde Melissa.
La fiesta seguía como todas las fiestas de los Serranos; todos los fines de semana, era normal que la casa se llenará de gente; apenas llegaban los días feriados, como carnaval, semana santa, y fines de semanas largo, Don Rafael montaba en su carro a toda la tropa familiar, y junto a una gran caravana de carros de hermanos y sobrinos se iban para Chuao, a bañarse en la playa y si podía se quedaba el mes completo, ya sea de Agosto o algunos días de Diciembre y Enero.
La fiestas eran concurrida por las familias de más dinero de la sociedad en esa época, detalle que Angélica no compartía mucho, porque algunas señoras exclusivas y distinguidas entraban y se sentaban en la gran casa granja, como con asco, como si todo le oliera feo, y con mucho cuidado con los hijos. Pero los maridos eran grandes amigos de todos los Serranos.
Todos iban casi siempre, y Don Rafael les daba de todo para llevar, parrilla a manos llenas, si era una olla de hervido, o si mataba un cerdo, también; sin faltar unos buenos cuadros de pastel de todas las tortas que hacía Angélica u Melba; eran cuatro tortas rectangulares de medio metro por sesenta centímetros, llenas de nevado y caramelo. Don Rafael no escatimaba en nada, tenía dinero a manos llenas y daba de todo corazón, con atenciones de primera a todo aquel que lo visitaba y lo consideraba su amigo. Angélica por supuesto era su caballito de batalla. Si era Navidad Angélica con su receta valenciana aprendida en la cocina de la familia Branger dónde la criaron para el trabajo doméstico, era todo un éxito. Hacia el plato típico venezolano navideño La Hallaca, muy solicitada por todos los amigos de los Serranos. Todas las navidades con la ayuda de todos, hacía más de quinientas hallacas, y Don Rafael también hacía una gran rifa; una cesta navideña que traía los manjares más exquisitos y las mejores bebidas.
Era muy grande la familia Serrano, y todos los hijos de los hermanos de Don Rafael eran sobrinos muy queridos y apreciados por él. Pero había uno, que no era que no lo quería, sino que era muy vivo y hábil, también alocado e inestable, uno de los hijos que se trajo Consolación de la sierra andina nacido legítimo de su primera esposa.
Don Rafael lo llamaba el loco Alfredo.
A Don Rafael no le gustaba porque era alocado y mujeriego, también tenía una mujer en una ciudad llamada Maracaibo.
El loco Alfredo estaba en la fiesta y pasó algo que Don Rafael observó y no le gustó porque se dió cuenta que el loco Alfredo estaba mirando mucho a Melissa Suárez la hija de su gran amigo y muy admirado sastre Don Pablo Suárez. Fué tan atrevido el loco Alfredo que se atrevió a acercarse a la mesa de Melba para que le presentará a su amiga…
—¡Prima!...¿Y no me presentas a tu amiga?