La parcela de la casa de Angélica y Don Rafael en aquel lugar llamado El Limón era bastante grande. Angélica la mantenía limpia, trabajando junto con Miranda y sus hermanos. Tenían muchos animalitos de granja, como gallinas, patos, gansos policias, gatos, perros y loros enjaulados, que eran los consentidos de Angélica.
A Don Rafael le gustaba criar cochinos para beneficiarlos (o sea, matarlos) en tiempos navideños, y para eso mandó a construir al final de esa parcela una pequeña casita que llamaban "la casita de los cochinos".
Pasión corría por la parcela, sin ropa y descalza, solo con sus bloomers, y jugaba allí.
En uno de los linderos de la casa que colindaba con las otras viviendas y ranchos vecinos, solo tenían por separación una gran tela metálica entramada y bien gruesa; y del otro lado de la cerca, había niños y niñas también. Pasión las conoció y jugaban a través del tramado de alambre, hacían arepitas de barro, cocinaban de mentira y compartían. Hortensia era una muchacha joven que, a temprana edad, ya era madre de una de las niñas que jugaban con Pasión Serrano. La señora Carmen era otra, aunque no era vieja, se veía mayor y temible porque era bien gorda. Ella era la mamá de otra niña llamada Iris. Janet la hija mayor de Hortensia e Iris fueron las primeras amiguitas de Pasión.
Ese vecindario pertenecía a la familia Tovar. Los Tovar, los Martínez y los Quiroz fueron los primeros en llegar a esa zona del Limón, que le pusieron por nombre Sector Niño Jesús en los primeros tiempos, cuando El Limón era pura neblina hasta casi mediodía; tenía muchísimos ríos y era muy solitario.
Poco a poco se fue llenando de nuevos vecinos. Pasión no tenía 3 años todavía cuando andaba por esa tierra, corriendo, muy parecida a Angélica en su niñez, trepaba matas de mango y de mamón. A ella le costó mucho entender su ubicación geográfica familiar. Aunque su papá la adoraba y la trataba con mucho cariño, porque se sentía muy orgulloso, ella no comprendía que su padre estaba ya mayor y que no se veía joven como los otros señores. Y que sus hermanas también le llevaban un promedio de 20 años. Pero ellas estaban muy contentas con su hermanita. Melba y Teresa le llevaban esa gran cantidad de tiempo, pero la trataban como si fuera su primera hija. Teresa le decía que la llamara "tata" y Melba le enseñaba las letras y cómo comportarse en la mesa y en sociedad, y Pasión la llamaba cariñosamente "Hayé".
Como Teresa ya estaba casada con Reinaldo, este era muy amoroso con Pasión y ella lo llamaba "Aty".
Él era el padre joven que quizás reemplazó en cierta manera a su verdadero papá. Aunque eran mayores que ella, para Pasión ellos, eran todo su mundo, incluyendo a Miranda, que no la desamparaba ni a sol ni a sombra.
Pasión se escapaba para casa de la señora María Dedordy para jugar con Magaly, que era unos 6 años mayor que ella. Angélica, muy disgustada, se iba a buscarla con el chucho en la mano, como hacían con ella en su primera infancia. Melba estaba muy pendiente de la educación de Pasión, enseñándole a comportarse, a leer, a hablar, a aprender cómo se come en la mesa y otros modales. Pero aconteció que cuando Pasión tenía 3 años, nació su sobrina Raymar, hija de Teresa y de Reinaldo. Pasión estaba loca de emoción porque para ella, Raymar era como su primera hermanita. Y para completar el tren de sucesos, Melba manifestó a su papá que se queria casar por la iglesia con el primo Alfonso. Esto provocó muchos problemas y conflictos que Pasión presenció, entre su hermana mayor Melba, con Don Rafael su papá. Por la simple razón de que Don Rafael no estaba de acuerdo con ese matrimonio, como tampoco los tuvo con el de su hijo Carlos Alberto, ni con el de Teresa con Reynaldo (al que llamaba por burla "mono cuinco").
Melba exponía sus razones...
—¡Papá, yo ya tengo 25 años y no voy a quedarme soltera, no me voy a quedar atrás! ¡Alfonso me ama! y me voy a casar con el—exclamó Melba.
—¡Ay mija, usted sí es terca! Ese hombre parece un elefante al lado suyo. Usted, mija, es una mujer muy delicada, fina, sensible. Muy al contrario, ese hombre, mija, la va a hacer sufrir; usted es menudita, delgadita y él alto, grandote y fuerte. ¡Y no pueden tener hijos!.Por qué además son primos hermanos, ¡hasta le puede nacer un muchacho mongólico, piénselo bien!—respondió su padre.
Estas palabras de Don Rafael Serrano perturbaron mucho a Melba ,durante toda su vida. Tenía miedo de ese pequeño detalle que su papá le asomó, por ser primos hermanos podría venir un niño con problemas. Pero de todas maneras ella le siguió llevando la contraria.
—¡Papá, hay dos cosas, que quiero que entiendas y aceptes, yo me quiero casar con Alfonso! y lo otro, papá, es que yo me quiero graduar en la universidad y de psicólogo!", alardeó Melba.
—¡Cómo dijo? ¡Psicólogo?
¡Qué vainas! Hija, usted ya estudió, ya se graduó de maestra, ahora se tiene que quedar en su casa y dando clases en la mañana!—respondió su padre.
Don Rafael, se notaba bastante cansado y ya no quería discutir más. Angélica también intervino, y le dijo con mucho tacto que la dejara tranquila, que ella tenía mucho que aprender todavía de la vida.
—¡Déjela, mijo, no le grite más!— interrumpió Angélica.
—¡Melba es muy grosera, y terca! Ella no conoce a esa gente; y la vida es dura, se quiere ir sola y hacer lo que le da la gana—Don Rafael dijo.
A pesar de que no tenía curvas sensuales y voluptuosas, Melba era graciosa y bonita de cara, muy angelical, estaba enamorada locamente de Alfonso Serrano. Pronto cumpliría veintiséis años y ya sus amigas, primas y hermanas estaban casadas y hasta con dos hijos. Alfonso era el partido soñado e ideal; en ese entonces; sus amigas y no tan amigas le tenían mucha envidia. Primero, porque si es verdad lo que decía Don Rafael, Alfonso era alto, fuerte pero muy, pero muy guapo. Parecía un actor de cine; y número dos y no tan menos importante, era rico, pero muy rico. El tío Consolación Serrano, su padre biológico, los enseñó a él y a sus hermanos a hacer dinero. Tenía en ese tiempo fortuna, riquezas y fama de guapo; con dos empresas de productos lácteos que operaban en Caracas. Él y sus hermanos tenían buenos carros y entre todos le regalaron a su madre una quinta, o casa estilo palacette en la mejor zona de Caracas. Melba deslumbrada, soñaba y por nada del mundo se iba a alejar de Alfonso y no quiso hacerle caso a su papá.