De las Cenizas

Capítulo 1 “La Captura”

Caminábamos en silencio, cada uno sumidos en pensamientos. Aquel bosque se parecía al de mi infancia. Recuerdo como solía trepar los árboles en compañía de Antonio y Isidro. No me gustaba pensar mucho en el pasado, pero debes en cuando era bueno recordar tiempos felices.

  • ¿En qué piensas Vic? – dijo Isidro mirándome curioso.
  • En el pasado – dije sonriendo desanimada – ¿Y tú?
  • En papá – dijo mirando al cielo.
  • Ya veo – le conteste mientras miraba las luces del mercadillo que apenas iluminaban en la noche.

El pasado es algo que trato de evitar, pero no siempre tengo suerte en eso. Mi madre cree que al evitar el pasado lo único que ganas es hacerte más daño del que pudiste haber sufrido de haberlo aceptado. Yo creo que no tiene que ser siempre así. Si evitas el pasado es para no sentir dolor por que te preocupas por el hoy y el mañana, que si importan y puedes hacer la diferencia.

  • ¿No te cansas? – dijo Isidro mientras veía las luces del mercadillo.
  • No las pieles no pesan tanto – dije pareciendo no saber a lo que se refería.
  • Vamos Vic – dijo mirándome divertido por mi actitud – no te cansas de huir y tenerte que esconder.
  • Claro que estoy cansada de vivir así, pero ese es el precio de la libertad – sonreí amargamente – hay quienes no la tienen y matarían por tener algo parecido a lo que tenemos.
  • Eso lose – repuso serio – pero no quisieras tener más libertad, no tener que ocultarte o cuidarte de los soldados.
  • Claro que sí, pero solo hay dos formas de conseguir eso y lo sabes Isidro.
  • Lose – agacho la cabeza – pero sabes les tengo envidia.
  • ¿A quién? – pregunte desconcertada.
  • A papa y Antonio. Ellos son completamente libres de preocupaciones, libres de reclutamientos, libres de guerra y sin miedo.
  • Estar muerto no es la solución a los problemas Isidro – repuse enojada.
  • También lose – dijo mientras nos acercábamos al mercadillo – pero me gustaría dejar de huir por lo menos.
  • Y lo dejaremos de hacer solo tenemos que encontrar un buen lugar – dije tratando de relajarme.
  • Lo prometes – podía ver la esperanza en sus ojos.
  • Claro que lo haremos y así mama podrá tener de nuevo su huerto – le dije tratando de sonreír – Así que por mientras ve y cambia eso por lo que quedamos para irnos temprano de aquí.
  • Está bien – me dijo mientras se alejaba.

Los mercadillos nocturnos eran nuestro único contacto con el mundo mientras nos ocultábamos. El ser nómada no era fácil. En un mercadillo podías encontrar cualquier cosa que necesitaras. Desde las cosas más útiles hasta las más absurdas como entretenimiento femenino y peleas.

Nosotros usualmente vamos a cambiar pieles de los animales que casamos. Todo tiene un valor aquí, así que debías tener cuidado o de lo contrario te podían vender al ejército o alguna otra cosa peor, pero por suerte esta parece ser una noche tranquila.

El mercadillo estaba en calma y no me costó mucho trabajo cambiar mis pieles de ardilla por un martillo y clavos. Nos refugiábamos en una casa abandonada y necesita reparaciones ya que el invierno se acercaba. Solo tenía que conseguir unos cobertores y redes para hacer unas cuantas trampas que podía conseguir con fácilmente con unas cuantas pieles de venado.

En tan solo una hora la calma se había ido. Apenas podía caminar entre tanta gente. Todos tenían prisa y lo único que querían hacer, era conseguir lo que necesitaban. Nos les importaba como, con tal de cumplir su objetivo. Muchas personas eran igual que yo, pero había otras que solo buscaban el momento para hacer de las suyas.

El mercadillo de día era de una forma y otra de noche. En el día podías ver pasear oficiales o soldados mientras la gente normal compra lo que necesita y llegadas las seis todos los puestos cierran sus puertas. Los oficiales se van y a las diez todo regresa a la vida. Los puestos vuelven a abrir. Es como un mercado negro, pero de desertores por así decirlo. Algunos nómadas viajan con los mercadillos que van de ciudad en ciudad y otros por su cuenta.

Fui al punto de reunión en el que habíamos acordado Isidro y yo. Ya era tarde así que me empecé a preocupar por si algo malo le había sucedido. Empecé a buscarlo con la mirada entre la multitud hasta que lo vi en un puesto cerca del punto de reunión. Estaba coqueteando con una chica. Lo más seguro era que trataba de convencerla de que le diera un buen precio y la chica se veía que estaba cediendo. No la culpo Isidro es muy atractivo para la edad que tiene y yo también hago aquello. Algunas veces funciona otras veces no. Lo que importa es tratar de regresar con todo lo que puedas a casa.

En unos minutos Isidro alcanzo su cometido y le regalo un beso en la mejilla a la chica. Podía ver en sus ojos la emoción de aquel acto y sin querer recordé cuando me paso lo mismo. Mi corazón se agito unos segundos y después paro bruscamente.

Isidro en segundos estaba alado mío. Cuando lo tuve lo suficientemente cerca me sorprendí al ver que lo único que tenía consigo era un par de bolsas cuando tenía que conseguir más cosas. Le divertida mi expresión, aunque yo no le veía la gracia.

  • ¿Qué has hecho todas pieles? – le dije cerca de la salida.
  • Es una sorpresa – dijo sonriendo.
  • Por favor no me digas que te lo gastaste en una tontería Isidro.
  • Claro que no al contrario es algo que nos va a facilitar las cosas – dijo mientras se acercaba a un hombre.




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