Un domingo regresando de casería vimos las luces de la casa prendidas como faros. Una camioneta estaba fuera de la casa con muchos hombres. De inmediato mi padre me dio el rifle y con mi tío salió corriendo hacia su casa. Mire a Antonio. Tenía tanto miedo. No sabía si ir detrás de ellos u ocultarme. Le mire y solo asintió con la mirada.
Solo asentí mientras me alejaba corriendo.
En cuanto llegué al patio me sorprendí al ver el número de personas. Había decenas de hombres y por su cara se veía que no estaban de buen humor. Debieron de ser reclutados a la fuerza y por lo que veía unos ya eran acompañados por sus hijos que permanecían aterrados. Debieron de ser reclutados antes de tiempo por que reconocía a algunos chicos que eran compañeros de Antonio.
No perdí tiempo y entre a casa. Me sorprendí al ver a aquel soldado que había prometido regresar por mí. Me congele en ese momento. Hablaba con mi madre y mi padre. Ninguno de los dos me prestaba atención.
Parecía muy importante lo que estaban hablando ya que pasé a su lado cuando vi a Isidro. Estaba completamente pálido. Estaba muy espantado. Solo corrí y le abracé tratando de tranquilizarlo. Estaba llena de lodo y mojada por la llovizna de la noche. Ni a él, ni a mi nos importó. Tenía miedo de que le hubiera pasado algo a él o a mi madre.
Me voltee para ver quién era. Yo esperaba a alguien mas no a un anciano con uniforme. Parecía que era general porque el soldado se volteo de prisa y tomo formación al igual que mi padre.
Cuando escuche eso se me hizo un nudo en mi garganta. Me levante del piso y trate de llegar a donde estaba mi padre para que me explicara que pasaba, pero Isidro me detuvo junto con mi madre.
Mi madre me soltó después de fulminarme con la mirada. Sabía que eso no era de buena educación, pero no estaba de humor para hablar. Yo necesitaba una explicación en ese momento.
No creía lo que veía al parecer.
No me importaba lo que me tuviera que decir. No sería nada nuevo lo que escucharía. Isidro trato de tomarme del brazo para llevarme lejos de ahí, pero tire de él. El soldado me volteo a ver. En sus ojos podía ver desesperación. Me suplicaba que me callara con la mirada.
Al escuchar aquello me quede pasmada. Iba a ir a la guerra. No sabía si había escuchado bien o que estaba pasando.
Pasaron 4 días y seguíamos la rutina que nos había puesto el hombre de blanco. Desayunar, entrenamiento, comida, entrenamiento, ducha y dormir mientras Félix solo me molestaba ocasionalmente y arrepintiéndose por ello. Nuestra relación había mejorado. Nos empezamos a ser buenos amigos, aunque a veces es molesto. Seguía sintiendo cosas que no eran normales para mí, pero las ignore.
El quinto día para nuestra suerte nos dejaron salir una hora antes de lo normal así que solo tomamos una ducha. Como siempre Félix salía mucho antes que yo y cuando salí del baño lo encontré tratando de encender la TV que teníamos frente la cama.
Sali en pura rompa interior como la primera noche en la que entramos en nuestro exilio. No me molesta en absoluto por el calor que, hacia la habitación, pero si me seguía viendo así tal vez consideraría el usar pijama.