De las Cenizas

Capítulo 10 “Dolor que alivia"

Lo tenía frente mí. Todo mi cuerpo agonizaba y él no me dejaba avanzar. En cuanto vio que me ponía de pie se plantó frente mí y me negó el paso. Trate de esquivarlo caminando hacia un lado, pero me bloqueo nuevamente el paso. Estábamos frente a frete. Me miraba a los ojos de manera desafiante. No se iba a mover de ahí a menos que lo quitara de mi camino.

  • La busque por mucho tiempo – dijo antes que le empujara para poder quitarlo de mi camino.
  • Espera un momento – hice una pausa y di un paso a un lado – no me importa – contesté y empecé a caminar a la puerta de la habitación. El dolor me mataba.
  • Claro que sí – contesto.

Antes de poder un paso más me tomo de la muñeca y me jalo hacia él. Al tirar de mi casi caía, pero estaba más cerca de lo que pensaba y me tope con su pecho. De inmediato lo empuje lejos de mi pero el dolor se apodero de mis brazos y ni siquiera le hice cosquillas. Tomo mi otra mano antes de que pudiera intentar otra cosa y la llevo hacia su cintura para después con su brazo aprisionarla de tal forma que quedamos abrazados. Repitió la misma maniobra mientras trataba de luchar en vano con una mano. Buscaba mi mirada, pero yo solo la esquivaba. Me sentía tan impotente al no poder hacer nada para alejarlo de mí.

  • Mírame – dijo. En vez de hacer lo que me decía me voltee al suelo – ¡Que me mires! – grito
  • ¡Listo! – le grite mientras los veía a los ojos.

Había cambiado en cuestión de minutos. De estar feliz paso a estar irreconocible. En su mirada no podía ver nada. No sabía si estaba enojado, aunque por simple lógica debía estarlo, pero no me importaba porque yo igual lo estaba.

  • Pasé mucho tiempo buscando y sabes que fue lo que encontré – me estaba provocando.
  • ¿Que? – le grite.
  • A una chica enojona, terca, orgullosa, insensible que va en contra de lo que digan a pesar de que es por su bien – mi garganta se estaba volviendo un nudo.
  • Te felicito ahora suéltame – le conteste y le deje de ver a los ojos. Solo quería alejarme de él.
  • ¡Mírame! – me grito nuevamente.

Si lo miraba de nuevo rompería en llanto así que me negué a hacerlo. No quería escuchar más de esto, pero me siguió gritando que le mirara y yo me negaba cada vez más. Mi corazón empezó a latir a mil por hora. Podía escuchar como latía cada vez más fuerte.

Al ver que no hacia lo que me pedía soltó su agarre y tomo mi rostro entre sus manos haciéndome verlo a la cara. Lo empuje sin pensarlo dos veces, pero no se movió ni un poco. Parecía que era una pared y por más que la empujara jamás se movería de mi camino. Antes de que pudiera volver a intentarlo con una de sus manos me tomo de la cintura y tiro de mi hacia el mientras que con la otra me sujetaba de la barbilla para que le mirara al rostro.

  • Se metió en mi mente al instante cuando la vi y por más que traté de sacarla de ella regresaba. La evite y me aleje de ella para no sentir nada, pero por más que lo intentaba fallaba. Siempre estaba en mi cabeza. Su sonrisa, su rostro cuando se enojaba, sus ojos, la forma en que se reía de mí, toda ella y por más que luchaba contra ello la encontraba en mis sueños. Después de unos días llegue a la conclusión que no tenía caso resistirme porque estaba perdidamente enamorado de ella, pero sabes ¿Qué hacia ella?
  • ¿Qué? – le dije tratando de que me soltara de mi rostro.
  • Me rechazaba – se calló un momento y vi como ojos bajaban a mis labios – y por primera vez tuve miedo de perder lo más hermoso que había encontrado. Pero me di cuenta de que no era porque no me quisiera, sino que ella le temía a algo. No sabía que era.

Pase las noches a su lado viéndola dormir y escuchando lo que decía entre sueños. Una de esas noches dijo el nombre de alguien más. Me consumió la locura. No sabía qué hacer, ni si debía preguntarle sobre quien era él. Pero cuando lo hice ¿sabes que me contesto?

  • No – esto no iba a acabar bien, pero estaba aflojando su agarre así que en cualquier momento podría zafarme y solo tendría que esperar.
  • Me mintió y podía escuchar el miedo en su voz. Seguía sin saber a qué le temía – hizo una pausa y empezó a bajar su mirada por mi cuello – cada segundo que pasaba con ella hacía que la deseara más y poco a poco perdí la cabeza. Ella en cambio me empezó a evitar, pero podía ver cómo le dolía hacerlo. No me iba rendir tan fácil así que traté de dejarle claro lo que sentía por ella, aunque nunca me creyó y fue ahí cuando me di cuenta de cuál era su mayor temor.
  • ¿Cuál era? – le interrumpí para que regresara su vista a mis ojos.
  • El miedo a que le rompieran el corazón. Así que todo se aclaró para mí – hizo una pausa y regreso su vista a mis labios – Me iba a asegurar de que nunca se le cruzara esa idea de nuevo por la cabeza, pero sabes cuál es su problema – hizo otra pausa y acerco su rostro al mío – que es tan terca que no dejan que le ayuden.
  • Pues son la pareja perfecta así que déjame – dije y me separé de el para tratar de huir, pero en segundos me tenía de nuevo asegurada con sus brazos.
  • Por eso me gustas tanto nunca te das por vencida – dijo mientras se reía por mi escape fallido.
  • Y tú a mí no me gustas en nada así que suéltame – empecé a retorcerme en su agarre para escapar, aunque mi cuerpo agonizaba de dolor.




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