Capitulo 29 "Heridas"
La cara del entrenador la verme no sabría definir si fue de temor o sorpresa. Camino hacia a mi cuando estaba en el marco de la puerta.
- Por favor no me digas que tu causante las explosiones – dijo angustiado de verdad – y que fue alguien más.
- Le dije que no quería seguir – traté de decir en defensa – pero no se detuvo – volví a toser sangre.
Caí de rodillas al suelo y antes de tocar el suelo ya me tenía en sus brazos el entrenador. Me ayudó a levantarme de nuevo y vi como mis compañeros se acercaban a mi alrededor.
- Ten – me dejo sobre los brazos de Ezequiel – iré a ver como esta Camile. No quiero que el matón de su pareja se desquite después con nosotros.
- ¿No la mate o sí? – se empezaba a formar un nudo en mi garganta.
- No lo creo – trato sonreírme – de ser así no te habrían dejado venir.
- Hay que llevarla al doctor – dijo Raquel angustiada – está herida.
- Escuchen se me quedarán aquí y cuando se habrán las puerta seguirán su camino – se recuperó y nos habló casi a gritos – entendido.
- Y que hacemos con ella – rezongo Dante – no la puedo dejar morir aquí
- Ella estará bien – mis ojos somnolientos se encontraron con los del entrenador – aún tiene mucho por hacer así que no morirá.
Sonreí y me desmayé mientras se perdía el entrenador por la puerta que había salido.
- Eso me dolió – se sobo la quijada.
- Qué bueno – sonreí de orgullo – más vale que no trates de hacerlo de nuevo.
- Ya entendí – se recargo en el roble – no intentare besarte de nuevo.
- Un beso no es algo que le puedas dar a cualquiera – le regañe – son especiales.
- Eso lo sé – se acercó a mi – por eso decidí esperar por el tuyo.
- Eso jamás sucederá – le reproché y recogí la cesta – la próxima vez te traeré ciruelos.
- Te estaré esperando – le escuché decirme detrás de mi.
La luz me segó momentáneamente al abrir los ojos. Aquella pared gris me hizo recordar lo que había pasado de inmediato. Me enderecé rápidamente y me di un cabezazo con Raquel.
Lleve mi mano a mi cabeza y me disculpe en silencio mientras ella reía. El dolor en mi abdomen había parado.
- Pensé que ya había muerto – confesé aún aturdida.
- Si vas a morir será por mi mano – dijo Dante a mi lado de pie – creí que te había quedado claro.
- Será mejor que sigas recostada – me aconsejo Ariadna – tu herida no termina de cerrar.
Me recosté de nuevo con ayuda de Raquel y cuando vi sobre que piernas descansaba de inmediato hice el intento por enderezarme de nuevo, pero Raquel me lo impidió y obligó a recostarme. Lleve mi brazo a mi rostro para evitar ver el rostro de Félix.
- ¿Y qué te hizo pensar que estás muerta? – me pregunto Raquel divertida tratando de aminorar la incomodidad.
- El que vi a un Ángel – me reí por lo ridícula que debía de escuchar – o no sé si sería un demonio.
- ¿Y ese ser era sexi? – me pregunto Raquel picara – digo por curiosidad.
- Y dicen que la enferma soy yo – se quejó Eva.
Alce un poco el brazo para ver a Raquel. Lee dije que si con los labios y esta soltó un chillido de satisfacción.
- ¿Qué fue lo que pasó Victoria? – me cuestiono Ezequiel fastidiado.
- Que es una mocosa talentosa y imprudente – resonó la voz del entrenador a lo lejos algo molesto.
- ¿No mato a nadie o sí? – pregunto Ariadna preocupada.
- Aquí no pero haya fuera al parecer a un par más con su estancia con Gabriel – sabía que esta frente a mí pero me negué a abrir los ojos – solo que no lo averigüe hasta ahora. Me sigues sorprendiendo, aunque pasen los días.
- ¿De dónde sacas tanta información? – le dije agobiada – deberías pedirle a la fuente que haga mejor sus investigaciones.
- ¿Y por qué no me los dices tú primera mano? – me desafió y abrí los ojos para hacerle frente.
- La cifra es de 3 personas – el entrenador me tendió la mano para levantarme y la tome – y acerca de mi estancia con Gabriel solo estuve a su lado porque me amenazaba de lo contrario hubiera seguido mi camino.
- Vaya y con qué te amenazaba – una vez de pie me dio un golpe en el abdomen haciendo que cayera de nuevo al suelo – porque no te imagino siguiendo órdenes.
- Que te pasa animal – escuche a lo lejos como se quejaban los demás por su actitud.
Tarde en recuperarme. El puñetazo me desconectó unos minutos por el dolor y la falta de aire. No sabría decir cuánto tiempo paso cuando me puse de pie y fue a hacerle frente al entrenador.
- Maldito psicópata – lo encare – de verdad estas enfermo.
- No más que tú querida – mis compañeros solo se quejaban, pero nunca lo atacaron o golpearon.
- Vete al infierno – que conteste molesta.
- Oh querida las personas como tú yo tenemos el mismo destino – estaba aún más molesta, pero Raquel se puso entre nosotros.
- Aun así, hay diferencias – me tomo de los hombros y me miro a los ojos – como las razones que nos llevaron a eso.
- Te vez bastante bien para tu castigo y haber tenido aquel enfrentamiento – trato de cambiar el tema el entrenador.
- Es verdad – mire la mano en donde descansaba aquella marca y el anillo – supongo que debo buscarlo.
- ¿A quién? – me pregunto el entrenador.
- Me refiero a la razón de esto – trate de cambiar el tema.
- Imaginé que habías causado destrozos como la última vez, pero estos son insignificantes – se alejó hacía una de las paredes – vi el video de seguridad y se determinó que no tuviste la culpa, así como Camile acepto su error. No recibirás un castigo.
- Que afortunada – susurro Eva de forma que escuchara – hace destrozos y no castigan.
- La chica del otro escuadrón trató de hundirte – apareció una puerta de la pared – te lo digo para que lo tomes en cuenta.