Capitulo 32 "El ejemplo de un buen amor"
No paraba de sangrar mi hombro. Si continuaba así me mataría en cuestión de minutos a pesar de su herida en el abdomen.
- No sé porque lo haces, pero deberías parar – le advertí, pero solo me ignoro y me volvió a atacar.
Seguirle el ritmo era difícil. Tenía que hacer algo rápido.
- No te quiero hacer más daño – me sincere – solo quiero que me dejes de seguir
Vi como sonrió a través de su pasamontañas. No perdió tiempo y me bombardeó de golpes. No podía poder más tiempo. Me burle de él y le golpe el cuello cerca de la arteria carótida. Se desplomó en el suelo.
- No pensé que funcionaría – confesé a su cuerpo tirado en el suelo – no se cuánto durará, pero creo que no mucho.
Lo tomé de su chamarra y lo arrastré al río. Pesaba tanto que tenía ganas de dejarlo ahí y largarme, pero eso sería dejarlo morir. Había una vieja balsa cerca de la orilla del rio. Supongo que alguien viví cerca de aquí.
- Bien amigo – lo cargue y lo trate de subir a la balsa – es hora de que regreses al pueblo.
Batalle en subirlo por su peso. Lo ate a la balsa de forma que no se cayera y lo acerque al río. La corriente estaba tranquila además de que no pasaría más de una media hora antes de que llegara al pueblo. Lo más seguro es que la balsa quedaría atorada una vez que llegue a la desviación del canal.
- Para cuando despiertes ya estaré muy lejos – solté la balsa – y tu tan mal herido como para seguirme.
Vi como la balsa avanzaba lentamente por la oscuridad.
- No te muevas – sentí el cañón en mi nuca – ¿Dime lo mataste?
- Lo hubiera enterrado de ser así – le conteste al extraño.
El dolor invadió mi nuca. Caí al suelo por el cachazo que me dio el extraño.
- Mierda – me levanté agitada.
- Calma Victoria – me susurro Raquel obligándome a recostarme de nuevo.
- Lo siento – todo seguía en oscuridad.
Los demás estaban en el suelo durmiendo. Apenas era apreciable la silueta de Raquel que estaba sentada a mi lado.
- Una pesadilla – le Asentí – desde que entramos aquí yo no he tenido ni una sola.
- Que suerte – me senté de igual forma – ¿Todos están dormidos?
- Así es – se me acerco y vi como señalo a Félix – al parecer tu enamorado tuvo una pesadilla contigo.
- No es mi enamorado – le reproche – supongo que me confundiste con Eva.
- No, estoy segura de que se refería a ti – se recargo en mi hombro – creo que está preocupado por lo que le prometiste a ese Adonis.
- Supongo que tú también lo estás – no se escuchaba nada a lo lejos.
- Claro que si – dijo fingiendo estar ofendida – esa necesidad tuya de ocultarlo me hace pensar que es muy malo.
- No lo es – me reí silenciosamente – ¿quieres saber que le prometí?
- Solo si me lo quieres decir – aunque la conocía muy poco sentía aquella afinidad acerca de que podía confiar.
- Cuando en el entrenador nos encontró Cruz alcanzó a ver a Félix detrás de el – se enderezó para oír mejor – Cuando se tranquilizó me pregunto que si él era mi pareja.
- Carajo – se tapó la boca de inmediato por lo sorprendida que estaba – Acaso te amenazó con el – me susurro preocupada.
- Le dije que no y la razón – suspire agotada – Me aconsejo que lo recuperara o buscara a alguien más ya que era lo mejor para mi desarrollo.
- Odio lo de las drogas y como nos hacen sentir – alcance a ver como se dibujaba un puchero en su rostro.
- Supongo que se dio cuenta de que prefiero seguir sola y – me interrumpió.
- No eres la única que desea eso – me recargue en su hombro – a veces es mejor para sanar y poder seguir avanzando. No es fácil lidiar con el dolor.
- Supongo que se irá por un tiempo – continúe regresando al punto original – si para cuando regrese sigo estando sola el será mi compañero.
- Así que eso fue lo que le prometiste – suspiro sorprendida – ahora entiendo porque no dijiste nada.
- Es un buen tipo – cerre los ojos – de haberme querido hacer daño ya lo hubiera hecho, pero hizo todo lo contrario. Además de que correría ningún riesgo con él ya que ni él puede hacerme daño ni yo a el
- Eso suena tentador, pero a la vez muy aburrido – se separó de mí y me miro seria – necesitas emoción y aventura. Sentir peligro y adrenalina a la vez. Sentirte viva Victoria. No deberías conformarte con sentirte segura.
- Se a lo que te refieres, pero es más de lo que conseguiré aquí adentro – señale la sala – además si logro salir Dante me estará esperando.
- ¿De verdad te quiere matar? – me pregunto nerviosa.
- No lo culpo – me encogí de hombros – si supiera quien me quito a mi familia lo mataría sin duda alguna.
- Aun así, no es justo – me reprocho – no es nadie para juzgar. El destruyo miles de familias.
- Y yo le quite a la suya por salvar a la mía – resbaló una gota por mi mejilla – no soy mejor que él y que cualquier otro aquí.
- Piensa en tu familia – me reprocho – tienes que regresar con ella.
- Lose – me encogí y abrace mis piernas – y no voy a parar hasta conseguirlo, pero el también no lo hará.
- ¿Lo piensas matar? – negué de inmediato con la cabeza.
- Hare lo mismo que la última vez y esta vez no fallare.
- Más te vale porque cuando salga de aquí te necesito para que me enseñes a ocultarme – me abrazo – por ahora hay que descansar.