De las Cenizas

Capitulo 33 "Cansancio"

Perdí la noción del tiempo, así como la esperanza de que parar de correr. De mala gana aprendí que cada cara tenía diferente velocidad y que la única forma de descansar es rodar acostado en las aristas.

Paso una hora, después tres y al final deje tomarle atención al tiempo que parecía ser eterno. No sabía cómo me mantenía de pie a ese punto. Todos acepto Dante y yo seguíamos corriendo. Los demás preferían rodar y lastimarse al cambio de cara de la habitación. Se sentía como una competencia hasta cierto punto por ver quien se rendía primero.

(Me rindo)

Baje el ritmo para poderme recostar cuando Dante me tomo del brazo y me obligó a correr.

  • No me digas que te vas a rendir – me miro de reojo – la mujer que conocí afuera corrió por más tiempo cargada de cachivaches.
  • Eran mis cosas – continué corriendo de su mano – no cachivaches.
  • Corrías muy gracioso con ellas en tu espalda – se burló y saltamos por el giro en la habitación.
  • No me gusta estar a la vista – le reproche mientras nos acostumbramos al nuevo ritmo.
  • Lose – río y nuestra mirada se cruzó – te gusta el terreno alto y la maleza.
  • Es fácil ocultarse – le sonreí y traté de soltarme, pero el entrelazo nuestros dedos.
  • Yo te salvó y tú a mi – alzo nuestras manos entrelazadas – si caemos lo hacemos juntos.

Asentí y seguimos corriendo. Mis piernas flaqueaban y el aire no me era suficiente pero no me rendí y continué a su lado. Era difícil correr de esta forma, pero tenía sus ventajas con Dante de compañero.

Intermitentemente se nos unieron los demás, pero continuamos sin descanso hasta que el suelo paró de imprevisto logrando que cayéramos al suelo. Estar recostada era una sensación exquisita, aunque no estuviera cómoda y me costara respirar.

Conforme mi respiración se regularizaba mis ojos pesaban y me importaba cada vez menos la luz de la habitación en mi cara. Trate de levantar mi mano desguanzada para cubrirme de la luz cuando note que la seguía unida a Dante.

  • Del amor al odio solo hay un paso – intrigó Eva.
  • Es mucho pedir que cierres la boca – se quejó Ezequiel.
  • Celosa acoso? – al escucharlo de inmediato me libre de su mano.
  • ¿Debería de estarlo? – dijo con ironía.
  • Gracias por mantenerte a mi lado – le agradecí y traté de ponerme de pie, pero caí de inmediato.

No tenía fuerza alguna. Todo mi cuerpo se había tomado un descanso por completo en protesta por haber continuado corriendo. Me sentía ligera y débil a la vez, así como también no soportaba la sed. Me sentía tan mareada desde hacía tiempo y en mis pies se intensificaba el dolor.

  • No creo que podamos estar de pie en mucho tiempo – me aconsejo Dante.
  • Eh pasado por peores – me arrastré como pude a una puerta que se formaba lejos de nosotros.
  • Si hay agua me avisas – Ezequiel permanecía descansando como los demás.

Frente a mí unas pequeñas botas de color negro surgieron. Al alzar la vista me encontré con Ariadna que se veía completamente renovada. No había rastro de la golpiza que le habían dado.

  • ¿Quieres que te ayude? – me tendió la mano.
  • No creo que pueda apoyarme en ti – el cansancio se estaba apoderando de mi – mejor arrastrarme.
  • Yo pido segundas – grito Raquel como si fuera un juego.
  • Déjame al último – se le escuchaba aliviado a Ezequiel – no estoy tan mal.
  • Bien – una lágrima resbaló de la mejilla de Ariadna – ahora vuelvo.

Me tomo de los brazos y me arrastró por el pasillo hasta llegar a otra habitación en donde había agua. Ariadna abrió la llave y se fue. Mucha agua se tiró mientras trataba de tomar del chorro que caía. No había vasos o si los había no estaban a la vista y no creo haber podido tomarlos en mi estado actual.

  • El paraíso – el alivio en su voz era evidente – nunca pensé que estaría tan feliz de ver esta habitación.

Al escuchar a Raquel dejé de beber agua y me fijé en donde estaba. Era una réplica casi exacta del lugar donde entrenamos y destrui. Era un poco más grande y parecía que todo estaba conectado como para que fuese un circuito o algo parecido.

  • Bebé más despacio o te ahogaras – le aconsejo Ariadna antes de ir por los demás.
  • ¿Te encuentras bien? – me pregunto en una pausa para no ahogarse.
  • Es solo que recordé lo que pasó – de nuevo Félix estaba en mi cabeza – el día que perdí el control.
  • Fue un día muy loco – el agua caía al suelo – pero sabes nos diste esperanza de poder escapar.

(Para mí fue todo lo contrario)

Me reí y seguí bebiendo agua. A Raquel no le importó que no le contestara y me imitó.

(Por eso me agrada tanto)

  • Oigan guarden algo para mí – el agua que caía se desvió en el aire. Al voltear vi como el agua iba en dirección a Dante.
  • No te la lleves toda – se quejó Raquel – yo aun tengo sed.




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