Capitulo 40 "Mascaras"
- Van a sufrir – saco el cigarrillo de su boca – me asegurare de eso.
- Eres una bestia – le grite mientras me sostenían – eres un bastardo hijo de perra.
- Lose – tiro la colilla del cigarro – pero alguien tiene serlo – se encogió de hombros – ellos me dieron el papel de villano y así que hare mi mejor esfuerzo por interpretarlo.
- Por favor… – le suplico el hombre – máteme.
- Eso sería un regalo – le reprocho Gabriel – y creo que me llamaste “un hijo de puta sin piedad” no es así.
- Se lo suplico – dijo otro de los sujetos – yo solo obedecía órdenes. Pensé que venían de usted.
- Llama a mis cachorros – le ordeno a uno de sus lamebotas – es hora de que cenen.
- Eres un infeliz – le escupí apretando los dientes.
- ¿Qué opinan de ella? – les pregunto mientras sacaba otro cigarrillo – yo creo que es muy linda.
- Maldito mentiroso – le gruñí – te crees muy listo jugando al Robin Hood de mierda, pero eres igual que los putos reyes.
- Y… – me ignoro – ¿Qué opinan?
- Parece ser buena persona – dijo el tercer sujetó que no había hecho nada más que llorar desde que llegue – no como usted.
- Es verdad – le sonrió – sabes tu siempre me caíste bien, aunque fueras tartamudo. Es una lástima que tu tartamudeo de no haya impedido ir de puto soplón.
Llegaron los perros luchando contra su correa. Lo sujetos al verlos trataron de ponerse de pie, pero los devolvieron al suelo golpeándolos. Estaban tan desesperados y yo tan impotente. Era la segunda vez que veía algo tan horroroso y no podía hacer nada.
- No por favor – gritaban desesperados.
- Basta – logre decir a nada de romper en llanto – por favor no sueltes a los perros.
Una lagrima resbalo por mi mejilla. Él se dio cuenta y se acercó.
- No llores – me susurro cariñoso – todo acto tiene una consecuencia.
Negué con la cabeza. Ver su sufrimiento era insoportable. No importaba si cerraba los ojos en mi cabeza se repetía una y otra vez la golpiza que les habían dado.
- Y el suyo por traicionarme es este – señalo a los perros que no paraban de ladrar – y el tuyo si se te ocurre hacer lo mismo.
La ira se apodero de mí y le escupí en el rostro. Era lo único que podía hacer por cómo me sostenían, pero era increíblemente satisfactorio ver el disgusto en su cara.
- Bien si no estás de acuerdo – me tendió la pistola – mátalos ahora y evitables más sufrimiento.
Me congele de inmediato. Los tipos que me sujetaban me liberaron y el me hizo una seña para que tomara la pistola.
- Por favor, señorita – me empezaron a gritar – por favor mátenme.
Negue con la cabeza y retrocedí. El tomo mi mano a la fuerza y coloco la pistola.
- No los matare – le grite molesta – no lo hare.
- O lo haces tú o lo harán mis cachorros – se quitó de en medio mientras me suplicaban – tu papel fue ser compasiva así que cúmplelo y dales una muerta rápida.
- No puedo – las lágrimas salían sin control de mis ojos – no puedo hacerlo.
- Claro que si – me acerco a los hombres – ya lo has hecho antes no es así.
- No los matare – me limpie el rostro – no soy una bestia como tú.
- Se lo suplico – me rogo el tartamudo – será un placer morir en sus manos que en las de esos engendros.
- Solo jala del gatillo – me susurro mientras alzaba mi mano con el arma – y cumple tu papel.
- Despierta – me sacudió el entrenador.
Abrí los ojos de inmediato alterada. Solo había oscuridad y un entrenador algo bizarro que estaba frente a mí. Me llevé las manos a mi rostro limpiándome las lágrimas que sentía en mi rostro apenas me di cuenta. No quería que me vieran vulnerable y menos él.
- Supongo que una pesadilla – me susurro amable.
- se han vuelto más seguidas desde que entre aquí – me sincere – este lugar no hace más que atormentarme con mi pasado.
- de algunos saca lo mejor y de otros lo peor – encendió la luz y todos se quejaron – ese es su encanto.
Félix se enderezo de la cama fingiendo confusión. Supongo que había escuchado mi conversación con el entrenador y no quería que me diera cuenta.
- ¿Dime los mataste? – me pregunto divertido mientras se alejaba a la puerta.
(Mierda, volví a hablar entre sueños)
No le conteste y me puse de pie para salir de la cama. Podía sentir los ojos de todos sobre mí. Sentía vergüenza ya que todos me escucharon. Lo único que quería era salir de aquí y coger un poco de aire sin que me vieran como el monstruo que era.