Capítulo 47 "Acercamiento"
- No puedo creer que el náufrago me mordiera – se quejó Eva mostrando su antebrazo.
- Al menos no dolió tanto como la de esos perritos diminutos – le reprocho Raquel – es horrible que no se suelten a la primera.
Rei y me sobe mi costado. Durante el entrenamiento con los hombres de goma descuide mucho mi costado derecho y al estar corriendo en el cubo el dolor se hizo más agudo. Esperaba que con descansar me recuperara.
- ¿Chicos – Aria se separó de Ezequiel y se atravesó en nuestro camino – nos podrían media hora solos en la sala?
Su rostro se llenó de rubor junto con el de Ezequiel que estaba aún más confundido que nosotros.
- Por favor – nos susurró avergonzada por nuestra reacción.
Tenía que admitir que varias ideas muy cochambrosas se cruzaron por mi cabeza, pero me sentí identificada con ella de alguna forma. Supongo que es porque siempre le doy vueltas al asunto o escapo cuando no se me ocurre que más hacer.
- Si – le conteste ya que ninguno decía nada – solo deja que saquemos un poco de ropa para bañarnos.
- Gracias – agacho la cabeza y regreso corriendo a lado de Ezequiel para esconder su ruborizado rostro en sus brazos.
- Bueno creo que alguien va a comer pan hoy – soltó Dante.
- Cállate estúpido – le regaño Eva por lo colorada que se había puesto aún más al escucharlo
- Solo hablaremos – Ezequiel trato de sonar muy serio.
- Entonces mañana yo también quiero conversar con Victoria – soltó Félix apretando el paso.
- Baboso – susurre molesta.
Sabía que lo había hecho para provocarme y huyo antes de que pudiera repelar.
Para cuando llegamos a la sala tomamos lo necesario para ducharos y los dejamos solos. Hubo unas cuantas bromas para sonrojar a Ezequiel durante el trascurso, pero se veía muy aliviado cuando por fin cerramos la puerta.
- Nos vemos en el comedor – me despedí de los demás y me adentré a las regaderas.
Raquel me alcanzo tiempo después ya que estaba muy entretenida con los demás hablando de acerca de lo harían durante media hora.
- ¿Dios mío que te paso en tu costado? – me pregunto escandalizada al verme.
- Me descuidé un poco en el entrenamiento – vi el color amarillento extendiéndose sobre mi piel.
- Qué raro que no te hayas curado ya – se metió a la regadera – siempre sanas muy rápido.
- Es verdad – mire mi mano con la marca de Leonardo – pero estaré bien.
La marca estaba igual que siempre así que esperaba que el estuviera bien. Hacía tiempo que no sabía nada de él y de cuando regresaría. El entrenador y sus amenazas de enviarme al frente eran tentadoras con tal de saber cómo estaba, pero ahora que está mejorando con Félix y mi escape seguro no estaba tan segura de quererlo acompañar. Quería saber cómo romper el contrato en el peor de los casos ya que esperaba que quisiera huir con nosotros.
- Vamos a comer – dijo Eva trayéndome a la realidad.
- Si – cerré la llave y me envolví la toalla.
- Oye Victoria – señalo mi mano – ¿de dónde sacaste el anillo?
- Lo encontró en la mansión antes de que se derrumbara – le contesto Raquel vistiéndose.
- Decidí conservarlo – me abroché el sostén.
Después de eso ninguna hablo y nos vestimos en silenció. Una vez que me había puesto los guantes salí y las esperé afuera. Trate de buscar con la mirada a los chicos, pero no aparecían por ningún lado. Era de suponer que estaban o en el comedor o bañándose.
- Nos miran como fenómenos, aunque somos lo mismo – reprocho Eva saliendo de los baños.
- Lo mejor es ignorarlos – le conteste – no podemos hacer más.
- Bueno vayamos a comer – Raquel tiro de ambas y nos llevó al comedor.
Cuando nosotros íbamos entrando los chicos iban saliendo. Félix y yo cruzamos miradas. Era extraño el sentir estos nervios en mi interior por tal gesto.
- Ahora vuelvo – Eva se separó de nosotros y se acercó a una mesa pegada a la entrada.
Había varios sujetos en ella comiendo. Recibieron a Eva de buen gusto y la invitaron a sentarse para conversar.
- Qué bueno que se fue – me susurro Raquel – tengo algo que contarte.
- ¿Qué es? – la curiosidad en mi salía a flote.
- ¿Recuerdas que dije que follaban en el baño? – le asentí mientras tomaba mi charola – pues Dante no era.
- ¡¿Qué?¡ – le mire confundida – ¿entonces quién era?
- Ese es el problema – empezamos a servirnos – sé que no fue Dante porque lo tenía a la vista.
- Entonces fue Félix – solté herida.
- No – nos dirigimos a una mesa vacía – él estaba viéndote dormir.
- ¿Como que viéndome dormir? – ¿Cuándo carajos fue todo eso?
- Ese no es el punto – nos sentamos – solo quedan dos opciones.
- ¿Quien? – le pregunte viendo como Eva se acercaba.
- El entrenador o Ezequiel – el bocado se cayó de mi boca.