El panecillo en mi mano cayó al suelo y la boca de mi estomago se cerró. El miedo se apodero obligándome casi a vomitar por la noticia.
Me acerque a él con los demás detrás mí. Salimos todos corriendo por el pasillo hasta que llegamos a otro hexágono igual al nuestro con Félix al centro.
Vi a Félix parado al centro el hexágono gritando en silencio con mis compañeros cubriendo sus orejas en el suelo. Todos estaban ahí excepto nosotros tres. Busque la puerta y trate de abrirla, pero era inútil.
De inmediato empuje la puerta y me adentre.
El me miro perdido. Me acerque a él decidida y tome su rostro en mis manos.
Me doble del dolor y termine en el suelo como los demás. Sentía como me dolía el cerebro de manera descomunal. Era algo que no había sentido nunca. Mis cuerpo tenía espasmos en cada rincón mientras sangraba mi nariz.
Gire a ver a la puerta, pero ya estaba cerrada con todos nosotros dentro. Estaba a nada de llorar cuando el dolor paro dándonos un respiro. Me puse de pie tambaleándome cuando el dolor regreso sometiéndome.
Sentía que me desmayaba de dolor, pero una vez que lo hacía al instante regresaba haciendo que me revolcara en el suelo cuando nuevamente paro.
Me puse de pie y me recargué en su pecho para luego mirarlo. En sus ojos podía ver como estaba perdido. Me miraba confundido buscando algo en mí que no encontraba aún. Fue ahí cuando me di cuenta de que no estaba bien.
(le hicieron algo)
Le aire me falta y el dolor en mi garganta era insoportable junto con la presión que sentía en mi cabeza. Trate de luchar contra su agarre, pero fue inútil.
Giré y vi como Félix temblaba por la descarga de Ezequiel.
Me puse de pie tosiendo aterrada por lo que había pasado. Me acerqué molesta a Félix que estaba consiente y no pude reprimir mi impulso de patearlo.
Mis palabras resonaron a él y vi como el temor se apodero de su rostro. Se repuso asustado mirándonos temeroso. Parecía un niño acorralado por unos abusivos que me hicieron recordar que no estaba bien.
Trato de hablar, pero sus labios empezaron a temblar. Las lágrimas amenazaban a salir de sus ojos. Aquello me hizo sentir culpable por cómo había reaccionado y mi corazón se encogió al verlo tan dañado. Fui tan grosera y fría. Todo lo contrario de lo que lo fue el conmigo cuando perdí el control.
Las puertas de abrieron y apareció el sujeto acompañado del entrenador. Nos miró a todos con recelos y se acerco a nosotros.
Me obedeció y pude escuchar las maldiciones del entrenador mientras lo mirábamos.