De las Cenizas

Capítulo 50 "Un viejo conocido"

  • Rápido vayan por comida y agua – le dije mientras nos dirigíamos a nuestra sala.

Samuel y yo cargábamos con Félix a cuestas. Por desgracia había más personas de lo que era habitual. Teníamos sobre nosotros miles de ojos curiosos. Aún tenía la ceniza alrededor de nosotros que parecía suficiente para que no se nos acercaran.

  • Les comió la lengua el gato – se burló Aquiles desde su balcón una vez que llegamos a la puerta de la sala.
  • Cállate imbécil – le contesto Eva regresando con los demás llena de comida.

Abrimos la puerta y lo dejamos caer sobre la cama. Se quejo de inmediato y lo tratamos de acomodar.

  • Ten, Raquel me tendió un vaso de agua.

Lo tome y le ayude a beber. Este apoyo su mano en la mía para poder tomar más agua.

  • Tranquilo o te ahogaras – le regañe.

Este entendió y dejo de beber apresurado.

  • Victoria – me llamo mientras tomaba otro vaso de agua.

Le mire. Parecía estar delirando.

  • Shhh – le acerque el vaso a los labios – ya hablaremos.
  • ¿Qué carajos le hicieron? – le pregunto molesta Eva a Aria.
  • Tranquila – repuso Dante al ver la mala cara de Ezequiel.
  • ¿Quieres comer? – le pregunte amable mientras los ignoraba.

El negó con la cabeza y me miro perdido.

  • Anda un poco de sopa – trate de convencerlo ya que lo único que nos regresaba las fuerzas en este lugar era la comida .

Antes de que pudiera contestarme lleve a él la cuchara con un poco de sopa. El abrió la boca y dejo que lo alimentara. Comió 5 cucharadas antes de que cerrara sus ojos que amenazaban desde el camino en cerrarse.

Lo recosté y le cobije mientras regresaba a mi atención a los demás que discutían.

  • Como querías que lo calmara si en cuanto me vio me mando al carajo – le reprocho Eva molesta a Dante – y me reclamaba por hacerle daño.
  • Les juro que ya antes habían entrado a la habitación – dijo desesperada Ariadna para que le creyeran.
  • Espera – le mire confundida – ¿cómo que ya nos habías visto entrar?
  • Todo eso fue una ilusión – dijo el entrenador dándonos un susto.

Se encontraba a lado de Félix inyectándole algo en el brazo mientras que descansaba.

  • ¿Qué es eso? – le pregunte de inmediato cautelosa.
  • Medicina – me contestó sacando la aguja de su brazo – la necesita ya que su cuerpo colapso.
  • ¿Estará bien? – le pregunto Aria.
  • Si – dijo aun sereno – lo estará.

Se alejo de él y paso su mano por su cabello quitándolo de su rostro. Nos miró furioso mientras caminaba hacia nosotros con la oscuridad escapándose de él.

  • Me podrían explicar que carajos creían que estaban haciendo – nos gritó obligándome a dar un pequeño salto de la impresión.
  • Solo hacíamos los que nos había dicho – le contesto nervioso Dante.
  • ¿Así? – nos miró aun enojado.
  • Si – dijo de inmediato Ezequiel – solo permanecimos juntos como nos habías dicho.

Aquello al entrenador lo sorprendió. Su enojo pareció desvanecerse mientras nos miraba con cierta emoción. Sonrió para así y vi como sus ojos se dulcificaron. Parecía una mama orgullosa de su hijo.

  • Bueno entonces no se le puede hacer nada – dijo sonriéndonos contento.
  • ¿Está bien? – le pregunto Eva cautelosa.
  • Si – llevo las manos a su rostro para asegurarse de que no se le hubiera escapado alguna lagrima – es solo que no puedo creer que me hicieran caso.
  • Lo hacemos todo el tiempo – le dijo Raquel extrañada por lo que decía.
  • ¿Está seguro de que está bien? – le pregunte confundida.
  • Si – respiro profundo y se dirigió a la puerta recomponiéndose – tendrá fiebre en un rato así que cuídenlo. Para mañana ya debería de estar como nuevo.

Desapareció a través de la puerta dejándonos aún más confundidos.

  • ¿Qué carajos fue eso? – dijo Samuel extrañado.
  • Ni puta idea – le contestó Ezequiel pensativo.
  • Sin duda le afecto el dolor de cabeza – dijo muy segura Raquel – es la única explicación que se me ocurre.

(Si, debe ser eso )

Me giré y fui al armario en busca de alguna camisa de algodón. Planeaba mojarlas con agua de la llave para cuando empezar a surgir la fiebre y con eso calmarla.

  • ¿Qué haces? – me pregunto Eva al ver que iba al baño con la camisa.
  • Cuando tenga fiebre – le explique exprimiendo la camisa – con esto la mantendré a raya.
  • ¿Planeas cuidarlo? – me pregunto sorprendida.
  • Por supuesto – me acerque a él y le toque la mejilla – ya empieza a tener fiebre.
  • Bien – repuso molesta – solo no seas mala con él. Ya suficiente tiene con pensar que no lo quieres.
  • ¿A qué te refieres? – le dije confundida.
  • Por dios no te hagas la mosca muerta – me reprocho – eres tan fría con el desde el principio que para el es obvio que no lo quieres.
  • Tú qué sabes…
  • Basta – nos alzó la voz Ezequiel – por ahora hay que comer. Además, lo vas a necesitar – me reprocho – ya que lo vas a cuidar de el en la noche.




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