De las Cenizas

Capítulo 52 “Listos o no haya voy”

 

El entrenador nos fue a despertar más temprano que de costumbre. Trajo consigo una caja de ropa y la dejo caer en la cama.

  • Bien no hay mucho de dónde escoger así que piensen bien – nos dijo mientras nos acercábamos a ver el contenido.

Al ver como salía las prendas de ropa con etiquetas con nuestro nombre me acerque a buscar las que me pertenecían.

  • ¿Qué carajos crees que haces? – me dio molesto arrebatándome una camisa.
  • Preparándome para el torneo – le dije molesta por su actitud.
  • Pero mírate – me reprocho con una mueca.

Tenía razón. Toda mi ropa estaba manchada de mi sangre ya que no me había cambiado en la noche. El mi mano la sangre seca junto el anillo era un buen recordatorio de lo que había pasado y aunque me había podido poner de pie no me sentía bien del todo.

  • Solo debe tomar una ducha – le dijo Ezequiel arrebatándole la camisa que me quito y me la lanzo.

El entrenador nos miró molesto mientras lo ignorábamos buscando ropa. Era cierto lo que decía. No había muchas opciones. En mi caso era un short negro muy corto, un pantalones de cargo negro, una ombliguera sin mangas lisa de color negro, una camisa con agujeros gris, un juego de guantes y una playera de malla de manga larga.

  • Bien ya que están decididos a seguir con su estúpido plan solo me queda decirles una cosa – dijo dándose por vencido.
  • ¿Qué cosa? – le pregunto Aria que era la única que lo tomo enserio.
  • Quiero que pierdan el miedo – sus palabras llamaron mi atención – que sean aún más descarados, orgullosos y soberbios que cuando llegaron.
  • ¿Estoy escuchando bien? – dijo Dante confundido.
  • Que no permitan que nadie se burle de ustedes y que si lo llegan a hacer se aseguren de que vean su error. Quiero que cuando salgan sea con la cabeza en alto y hagan de oídos sordos. Que no dejen a la vista ninguna señal de debilidad ni compasión – miro a Aria en esa parte – que parezca que se arrancaron el corazón y se lo comieron para dejar de sentir.

Su discurso era alentador. Parecía ser sincero y eso lo hacía más creíble. Me preguntaba si estaba seguro de lo que estaba pidiendo porque seriamos insoportables.

  • ¿Nos pides que seamos unos idiotas? – le interrumpió Samuel confundido.
  • Si lo quieres ver así – dijo el entrenador molesto por cómo le había cortado la inspiración.
  • Me quedo con lo que dijo – le consoló Raquel – que por cierto fue muy..... INOVADOR de su parte.
  • Es lo mejor que ha salido de su boca – le aseguro Félix.

El entrenador parecía conmovido. Nos dio un último vistazo y se dirigió a la puerta para salir.

  • Recuerden que le torneo es para demostrar quienes son los mejores – abrió la puerta – así que no se contengan que no quiero perder en las apuestas.
  • Maldito insufrible – dijo Eva al ver como salía de la sala despreocupado.

Mire de nuevo la ropa. No era mi estilo tengo que admitirlo y no me daba una buena idea de que elegir. Además de que no quería mostrar mi piel por si tenía moretones como la vez que había colapsado.

Obviamente escogí el pantalón de cargo negro y decidí combinar la camisa de malla y la ombliguera. Los guantes eran de cajón así que solo saqué el par de botas negras tácticas con mi nombre y salí rumbo a la duchas.

  • Y ese milagro que no llevas guantes – me dijo Eduardo cruzándose en mi camino.

Por suerte la ropa cubría mi mano mientras dejaba a la luz la otra que estaba solo manchada de sangre seca.

  • Que te digo – me encogí de hombros – tenía un poco sucias las manos.
  • ¿Es sangre? – se cercó Clara que lo acompañaba – o dios mío si lo es.
  • ¿Que nunca la has visto? – le soltó Raquel seria acercándose a mi
  • Si solo que no pensé que fuera cierto que te habían llevado a una misión de reconocimiento – me dijo Clara recordándome la mentira del entrenador para que no saliera.
  • Pues ya ven que es verdad – dijo Aria – un poco sangrienta, pero nada fuera de lo normal.

Ariadna parecía otra. Las palabras del entrenador sí que hicieron efecto en ella ya que no era la misma chica tímida que hablaba ocasionalmente y se dedicaba a observar.

  • ¿Supongo que no estarás en el torneo? – me pregunto Eduardo – debes estar muy cansada después de gritar tanto en la noche.
  • Ustedes también escucharon los gritos – dijo Eva fingiendo asombro – pesábamos que era un castigo del entrenador por haberlo hecho enfadar por como resonaba en nuestra habitación.
  • ¿castigo? – le pregunto incrédula Clara.
  • Si – contesto Raquel fingiendo fastidio – ese estúpido nos castiga cada que puede.
  • Nos golpea o se encarga de que nos den una paliza. Comúnmente se conforma con separaros y obligarnos a correr hasta que las piernas dejan de responder o ni eso – su rostro cambio por completo al escuchar a Aria – todo depende de su humor.




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