De las Cenizas

Capítulo 62 "La primera pista"

 

Tenía tanto en la cabeza que el sermón de Camile ni siquiera figuraba en mí. El acuerdo al que habíamos llegado todos parecía ser bastante bueno, así como la estrategia para huir una vez afuera. Lo único que no terminaba de encajar era el vínculo.

Me había dado cuenta de que algunas veces pensaba algunas cosas y los demás las entendían sin que las dijera. Creí que era porque nos estábamos entendiendo y era muy obvia con mi rostro, pero ahora que sé que no soy la única y que también eh escuchado a los demás. Creo que no estoy segura.

  • Jamás se metan con las baterías entendieron – asentí – los mataran de inmediato y tampoco se les ocurra desafiar a un antiguo o desearan estar muertos.
  • ¿Porque le dicen Alpha al del casco? – mi pregunta la sorprendió – ¿No me puedo imaginar que alguien se llame así? – trate de remediar mi curiosidad.

Camile negó fastidiada y se sentó sobre un camilla.

  • Claro que no es su nombre, así como el mío no es Camile – la sonrisa con la que entro desapareció – todos son sobrenombres que aceptamos son para protegernos de los dueños de este lugar.

(¿a qué se refiere?)

  • ¿de qué sirve que no sepan nuestro nombre? – le pregunto Ezequiel.
  • Cuando llegas lo primero que hacen es tu examen médico – comenzó a explicar – te revisan y si eres apto te toman una foto en el proceso y continúan los estudios. Con la foto que te toman sin que te des cuenta el sistema borra toda información que haya acerca de ti del mundo al instante.
  • ¡¡Que!! – le interrumpió Eva molesta
  • Es imposible – negó divertido Dante – Nadie puede hacer eso.

Era mejor de lo que se escuchaba. No entendía porque se quejaban si ser invisible tenía cientos de ventajas.

  • Es genial – susurre incrédula.
  • La única prueba de que exististe es la memoria de los que te conocieron fuera de ahí no eres nadie para el mundo – la sonrisa desapareció de mi rostro.

Los únicos que me recordarían están haya fuera y una vez que murieran no sería nada.

  • Háganse un favor y olviden su nombre – se levantó y se dirigió a la puerta – se les hará más fácil acostumbrarse y evitaran chantajes innecesarios de los simios que dirigen este lugar.
  • Ya los aterrorizaste los suficiente – el rostro de Camile se ilumino al escuchar su voz – creo que es momento de que me encargue yo del resto.

El entrenador no le prestó atención a Camile que habitualmente acostumbraba y esto la resintió ya que paso a su lado indiferente. Salió molesta a la puerta cuando regreso nuevamente y lo miro a nada de llorar.

  • Recuerden que las acciones valen más que mil palabras – salió nuevamente con sus pasos haciendo eco.

Miramos al entrenador confundidos, pero él estaba igual que nosotros. se encogió de hombros y nos llevó por otro pasillo a otro lugar.

  • ¿Cuáles son nuestros apodos? – interpuso Raquel en el silencio incomodo que se generaba.
  • El tuyo Reina – le contesto sin detenerse – el de Eva es Ruiseñor.

Me quede a la espera de los demás, pero nunca hablo. Llegamos a una grande habitación de color amarillo chillón con cientos de repisas. Nunca en mi vida había visto tantas armas juntas.

  • ¿Es el paraíso? – pregunto Dante anonadado viendo las ballestas que colgaban de la pared.
  • Yo diría matadero – repuso Ezequiel con mala cara.

El entrenador nos ignoró y se alejó a una mesa gigante. Comenzó a jugar con sus manos sobre ella llamando mi atención mientras los demás papaloteaban alrededor.

Me acerqué y vi una gran lista sobre la mesa. Nada bueno obviamente ya que parecía más como un inventario. Se detuvo en un nombre y se acercó.

(Laos)

El tipo tenía un gran arsenal. Contaba con varias dagas, cuchillos e incluso una pistola que al entrenador no le agradaba por la mueca en su rostro.

  • ¿Que se te perdió? – me gruñó al darse cuenta de que está observando.
  • ¿Porque nos trajiste aquí? – le pregunto de inmediato Aria que estaba a unos pasos de nosotros.
  • Nos obvió – señaló un anaquel y siguió buscando en la lista.

Por su postura supuse que no sacaríamos más de el así que me alejé y seguí viendo el salón.

Me dirigí de inmediato a los rifles y escopetas. Están divididos desde material, modelo y color. Me pareció algo ridículo, pero por lo grande de la habitación y la cantidad de armas todo tomo sentido, así como también el inventario.

Debo admitir que todo lo que se encontraba ahí era de última generación. Había cosas que ni siquiera estaba segura de que eran o para que servían. Todo estaba tan bien organizado y clasificado que parecía una tienda gigante de víveres.

  • Es linda – me dijo Samuel refiriéndose a una espada curveada que miraba.
  • Parece más como un cuchillo gigante, pero me gustan las empuñaduras.
  • Porque no la pruebas – dijo el entrenador saliendo de la nada.




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