De las Cenizas

Capítulo 67 “Agonía”

 

Sentí como el frio me abrazaba y de inmediato abrí los ojos aterrada.

  • Eres tu – le reproché y me recosté de nuevo en el suelo.
  • Es hora de irnos – me contesto Raquel pateándome ligeramente con su pie para que me parara.
  • Bien – extendí mis manos y llamé a mi cenizas – de todas formas, era más una pesadilla la que estaba teniendo.

Me puse de pie y me sobé el pecho para apagar y calmar esa sensación que seguía igual desde el primer día aquejándome. Se supone que con el tiempo debería aligerarse, pero me carcomía con más fuerza.

  • Hay que salir de aquí de una vez – miré por el vidrio y vi al entrenador riendo sentado alado de Alpha – que esto no pinta para bien.

Cuando salimos no me esperaba a un montón de guardias armados apuntándonos con camillas y al parecer el entrenador tampoco porque cuando salió su rostro se desfiguro.

  • Alpha detén esto – le dijo serio mientras nos acorralaban.
  • No puedo – escuche su risita – y lo sabes perfectamente. Es algo… que todos tenemos que hacer.

Antes de preguntar que carajos los guardias nos acorralaron contra la pared apuntados a matar. No entendía una mierda de lo que estaba pasando y el pánico se apodero de mí.

  • No se resistan o será peor – nos dijo el entrenador con dolor en su voz.
  • Suéltenme – repelo Raquel.

Fue inútil la someterían y la colocaron sobre la camilla atándola con correas. Mi cuerpo comenzó a temblar y sentía que no podía respirar, pero no me resistí y me recosté en la camilla tratando de contener mis ganas de llorar.

  • Mas vale que hagas algo al respecto o te juro que le diré a Ángel – escuche la amenaza del entrenador – y más vale que sea rápido.
  • No digas tonterías – sentí como nos comenzábamos a mover.
  • Si tu no haces nada entonces lo hare yo – Escuche sus zancadas – ahora muévete que tengo que hablar con Cruz por tu idiotez.

Vi como el techo y las luces iban cambiando conforme avanzábamos. El pánico se apoderaba de mí y trate de fijarme en lo que sea que me indicara a donde carajos nos dirigíamos, pero no reconocía nada.

Los guardias hablaban en otra legua que no comprendía y solo me miraban de reojo debes en cuando con una pequeña risa burlona que me hacía pensar lo peor.

Llegamos a una habitación llena de lámparas que lastimaban mis ojos. Hicieron que la camilla se levantara en ángulo y ahí fue cuando me di cuenta de que no estaban los demás.

  • ¿Adónde se los llevaron? – les pregunte, pero nadie contesto.

Una mujeres se acercaron y me llenaron de parches, tubos y cables. Trate de librarme de las correas, pero era inútil. Ni siquiera podía sacar ceniza de mis manos lo que era aún más frustrante ya que estaba sujeta de correas por todo mi cuerpo.

  • ¿Qué me van a hacer? – gemí casi tartamudeando.

Ninguna me contesto. Hicieron que de nuevo la camilla regresara a su forma original y me quede mirando de nuevo al techo blanco. Me llevaron a otro lugar y me colocaron en un extraña cama. Aseguraron la correas y agregaron otras más.

  • Abre la boca – me dijo una enfermera.

Negué de inmediato y me mostro una mordedora de cuero. Entendí en ese momento que lo me iban a hacer era mucho dolor y abrí la boca mientras mi pecho subía y bajaba tratando de evitar que llorara.

  • Buena chica – acomodo la mordedora y se alejó.

Espere imaginando lo peor, pero nada sucedió de tal forma que logre tranquilizarme eh imaginar que había una buena razón por la que estaba aquí. Paso como un hora y luego como otras dos y seguia en el mismo lugar. Tenía un hambre de los mil demonios y muchísima sed que estaba considerando dormir para olvidarme de ellos.

  • Bien comencemos – escuche una voz de una anciano a mi lado.

Traté de girar a ver peor como tenía como tres correas en mi cabeza no podía ver quien carajos era, pero lo único que conseguí fue ver como una pared de vidrio se extendía sobre mí.

Sentí agua fría subiendo por mi espalda mientras subía.

(estoy en tubo de ensayo…)

El agua no paro de subir hasta que cubrió mis orejas y se detuvo cerca de mis mejillas. Eso me trajo un poco de tranquilidad que fue momentánea ya que salieron varios arcos de metal que se posicionaron sobre mí.

Toda era un silencio sepulcral y vi como salieron agujas de los arcos creciendo hacia a mí. Me retorcí y traté de librarme de las coreas para salir de aquí.

  • Lo lamento no lo volveré a hacer, pero… – chille balbuceando – paren esto.

Las agujas se acercaron y cuando cocharon contra mi piel grite como nunca lo había hecho en mi vida por el dolor. Sentí como se insertaron hasta llegar a mis huesos mientras se extendían causando más dolor y chocando contra ellos haciendo que me tratara de mover causándome más dolor.




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