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Arturo llegó a su casa profundamente cansado y de mal humor. Entró y le sorprendió encontrar todo a oscuras y en silencio. Miró su reloj frunciendo el ceño, eran las ocho de la noche. Encendió la luz de la sala y caminó hacia la alcoba de Tobías y, como lo supuso, la encontró vacía.
— ¿En dónde carajos están? — Se preguntó con algo de preocupación y molestia.
Regresó a la sala y se sirvió un vaso de whiskey del pequeño bar que tenía empotrado en la pared. Se dejó caer en el sofá y se puso a repasar el día de infierno que había tenido.
Luego de que Jéssica se fuera de la oficina, él y su papá, junto con Adriana, revisaron las grabaciones de las cámaras de seguridad de su casa y con horror descubrieron que Mayra lo había engañado totalmente, que no atendía en lo absoluto a Tobías, que casi no le daba de comer y, cuando lo hacía, sólo le servía cereales o algún pedazo de pan con mermelada. Que no limpiaba la casa y que, incluso, se acostaba en la cama de Arturo o en el sofá a dormir siestas. Que el niño se la pasaba encerrado en su recámara todo el santo día pues ella así lo ordenaba. Que toda la despensa que compraba, los alimentos y artículos de limpieza, por los que él pagaba sin cuestionar, ella se los llevaba cuando se iba al final de la jornada. Y, lo peor, es que metía al novio a su casa y le daba de comer. ¡Y la muy atrevida incluso le servía de los licores de Arturo!
¿Cómo carajos se había dejado embaucar de esa manera? ¿Cómo permitió que esa ladrona le hubiera robado tanto? ¿Cómo diablos había sido tan ingenuo? ¡Él! ¡Uno de los abogados más sagaces y competentes de la región! Lo que más enojado lo tenía es que Jéssica lo hubiera evidenciado como un absoluto incompetente, poniéndolo en ridículo frente a su papá y su secretaria.
Un dejo de remordimientos empezó a latir en su conciencia, pensando en Tobías y lo mal que lo había estado pasando. Sacudió la cabeza desechando la idea. Él había contratado a alguien que había considerado capaz, nunca esperó que esa persona traicionara su confianza de esa manera, así que no debía sentirse culpable. La agencia de servicio doméstico que había contratado le había fallado miserablemente e iban a pagar por eso, por supuesto. Ya había interpuesto una denuncia también contra ellos, no sólo contra Mayra.
El ruido del motor de un vehículo deteniéndose frente a su casa le llamó la atención. Inmediatamente se escucharon voces. Arturo dejó el vaso en la mesita lateral y se acercó a abrir la puerta. Vio que Jessica bajaba de una camioneta con el logo de la tienda de su tía Blanca, misma que conducía Rodolfo, empleado de confianza de la tienda, a quien apodaban “El Reno”. La joven traía en brazos al niño quien parecía dormido. Rodolfo se acercó a la parte de atrás de la camioneta y empezó a bajar varias cosas.
— ¿Dónde diablos estaban? — Preguntó Arturo desde la puerta, con el ceño fruncido.
— Sí, hola a ti también. — Dijo Jéssica con seriedad pasando a su lado sin detenerse y encaminándose a la recámara del niño.
Arturo, enojado por su desplante, se giró hacia ella y empezó a seguirla cuando la voz de Rodolfo lo detuvo.
— ¿En dónde pongo todo esto, licenciado?
El hombre soltó un suspiro de frustración y se regresó a ayudar a Rodolfo.
— ¿Qué es todo esto? — Preguntó con curiosidad, tomando varios paquetes de la parte de atrás de la camioneta.
— Mmmhhh... Además de la maleta de la señorita Jessi, creo que también hay ropa y cosas para el niño. — Respondió Rodo, llevando una pizarra de color blanco.
Arturo asintió.
— Dejemos todo aquí en la sala, yo luego acomodo.
— Bien. Creo que ya esto es todo. — Dijo Rodolfo con seriedad, dejando en el suelo los últimos paquetes.
Justo en ese momento, salió Jéssica de la habitación del niño.
— Rodo muchísimas gracias por todo. — Dijo acercándose a la puerta.
Se puso de puntillas y besó al hombre en la mejilla.
— También dale las gracias a Nana de mi parte por dejar que te secuestrara.
El hombre rio con timidez.
— Lo que sea que necesite, señorita Jessi. — Le dijo asintiendo. — Ya sabe que cuenta conmigo para todolo que necesite. Buenas noches abogado.
— Gracias Rodolfo. — Asintió este. — Saludos a tu esposa.
Arturo cerró la puerta luego que se despidió del visitante y se giró a mirar cómo Jéssica tomaba varios paquetes y caminaba hacia el pasillo. Así que él tomó otros tantos y la siguió hacia la recámara del pequeño.
Miró con curiosidad a su alrededor. El niño dormía, Jessi ya le había cambiado su ropa por un pijama. Dejó las cosas que llevaba en las manos en un rincón de la habitación, donde la joven había dejado otras cosas. Luego salió del cuarto seguido por ella.
— ¿En dónde voy a dormir yo? — Preguntó Jéssica, cerrando la puerta del cuarto del pequeño, en su mano llevaba una pequeña maleta.
Arturo miró a su alrededor sopesando, luego le señaló una puerta cercana.