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Luego de instalar los pizarrones en el cuarto del niño y ayudar a Jessica a sacar las bolsas de basura, Arturo se despidió y, cambiándose de ropa, se fue a la oficina a trabajar.
Subió a su auto con el ceño fruncido y arrancó. Apenas había avanzado un par de cuadras, cuando una discreta sonrisa se empezó a dibujar en su rostro.
— Vampiros que explotan en el sol... — Negó divertido y, casi sin darse cuenta, empezó a carcajearse al recordar a Jéssica y Tobías convulsionando hasta caer al piso.
Jessica, mientras tanto, preparó la comida del niño y, luego de que ambos comieran y terminaran de limpiar y ordenar la habitación de Tobías, ella se puso a hacer unas gráficas en una libreta.
— ¿Qué haces? — Preguntó el niño, mirando la libreta con curiosidad.
— Esto es un programa, o un horario, para ti. Le explicó la joven, señalando los diversos cuadros. — Aquí vamos a anotar la hora en la que te debes levantar, bañarte, desayunar, comer y cenar, y todas las demás actividades que haremos durante el día.
— Ir al parque... — Dijo el niño en voz baja.
— El parque está anotado aquí. — Señaló Jéssica. — ¿Ves estos árboles que dibujé? Es lo que significa. Iremos los viernes, si el clima nos lo permite.
Toby asintió con una gran sonrisa.
— Pero, si te fijas bien. Está en la parte de debajo de la hoja. — Le siguió explicando la joven. — O sea, ya por la tarde, a las seis. Antes tenemos que hacer otras cosas.
— ¿Qué cosas?
— Quiero que aprendas a conocer las letras y los números. — Le dijo Jessi abrazándolo. — Sé que eres un niño muuuuy inteligente, y estoy segura de que, dentro de muy poco, estarás leyendo y escribiendo, si ambos le echamos ganas. ¿Qué te parece?
Toby asintió en silencio.
— También vamos a aprender muchas cosas divertidas. Vamos a dibujar, a hacer manualidades, vamos a aprender cosas de otros países y... ¿Qué tal si también te enseño a preparar postres?
— ¿En la cocina? — Preguntó el niño, con el ceño fruncido.
— ¡Por supuesto! Yo te voy a enseñar y voy a cuidar que no te quemes ni nada. ¿De acuerdo? Elige un día.
El niño, tímidamente, puso el dedo sobre la libreta.
— ¡Jueves! — Exclamó Jessica aplaudiendo. — Perfecto, entonces tendremos nuestros jueves de repostería.
El niño sonrió discretamente.
— Ahora, elige otro día para clases de pintura y dibujo. — Le indicó la joven.
El pequeño señaló otro cuadro y Jessi celebró.
— Miércoles. Perfecto. — Asintió. — ¿Te parece si los lunes también pintamos? ¡Será muy divertido!
El niño asintió y Jessi marcó ambos días en el calendario. Dibujando un pincel, además de la palabra “pintura”.
— El martes, aprenderemos cosas de otros países. — Señaló Jessica. — Su bandera, su idioma, su comida, sus costumbres... ¡Hay lugares muuuy interesantes!
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Arturo entró a la casa, lanzando un suspiro de cansancio. Miró su reloj y vio que ya pasaban de las nueve de la noche. Dejó su portafolios sobre el sofá y se dirigió a la cocina, para su sorpresa, ahí estaba Jéssica, sentada ante la mesa, bebiendo una taza de café.
— ¿Tobías está durmiendo? — Preguntó mientras se acercaba a la cafetera.
— Hola a ti también. — Respondió la joven con algo de ironía. — ¿Podemos hablar?
— ¿Es algo urgente? Recuerda que perdí toda la mañana sin ir a la oficina, tengo trabajo pendiente.
Jéssica se puso de pie mirándolo con enojo.
— No Junior, no “perdiste” la mañana. ¡Se la dedicaste a tu hijo! Aunque claro que, lo único que hiciste, fue tratar de reparar un poco todo el abandono en que lo han tenido, pero si lo consideras una pérdida de tiempo, créeme que estás super jodido.
— ¡No me hables así! — Exclamó él, tratando de controlar su enojo.
— ¡Despídeme si no te gusta! — Dijo la joven encogiéndose de hombros y dirigiéndose hacia la salida. — Pero que conste que, todo el rencor que le he guardado a mis abuelos durante años, estás logrando que lo canalice totalmente hacia ti. ¡Eres absolutamente peor que ellos!
Furiosa, se fue a su habitación y se encerró en ella para dejarse caer en la cama, cubriéndose el rostro con la almohada para tratar de ahogar un grito de frustración.
Una llamada a la puerta la hizo sentarse de un salto.
— ¡Vete! — Exclamó limpiándose las lágrimas de rabia que se le habían escapado.
La puerta se abrió intempestivamente.
— ¡No vuelvas a dejarme con la palabra en la boca! — Exclamó Arturo entrando como una tromba.