Santini apagó la tele, había ido a casa de Castellar para planear una reacción al anuncio del presidente de la noche anterior, cuando le avisaron que el “otro Castellar” estaba hablando para los medios y no tardó ni un segundo en encenderla.
Pero ver la entrevista a Beto en la calle había sido suficiente, no hacía falta sufrir las interpretaciones, repeticiones y opiniones de los periodistas y mediáticos del momento, así que la apagó.
Castellar se había quedado petrificado mirando la pantalla negra. Tal vez mirara su propio reflejo. Santini trató de hablar con seguridad.
- Esto es un delirio. ¿Querés que te escriba un discurso aniquilándolo?
- ¿Al taxista?- dijo Castellar como despertando- No sé, no sé... No sé si es verdad, no sé si es un actor...
- Voy a tratar de averiguar todo lo que se pueda.
Castellar no le hizo mucho caso. Miró el piso, negó varias veces con la cabeza y empezó a mascullar palabras con la voz cambiada por la bronca.
-Esto es cosa de Aguirre, del hijo de puta ese. – pareció detenerse en las palabras “hijo de puta” como si las estuviera escribiendo con un pincel. Suspiró y siguió hablando más calmo, simulando frialdad- Por ahora vayamos por la vía legal. Que los del Estudio presenten un amparo, un escrito, una denuncia o lo que sea... o todo junto. Pero a los medios no podemos ir todavía. Nos van a destrozar.
- ¿Por que?
- ¿No te das cuenta Santini? ¿Sos de hielo?
- ¿Qué?
- Ese tipo... el tachero este... tiene algo muy jodido... muy jodido.
- ¿Pero qué?
Castellar lo miró con una mezcla de incredulidad y pena. ¿Cómo podía ser que un reputado asesor de imagen fuera tan insensible? Se paró, enfiló para el baño y mientras se iba le dijo sin mirarlo:
- ¡Es simpático!