De Taxista a Presidente

La jornada laboral

Beto anduvo un rato sin levantar pasajeros y trató de evitar el centro. Solamente llevó a un adolescente flacucho que llegaba tarde al colegio y a una madre con dos chicos de jardín y cuatro bolsos en las manos, porque creía que ellos no habrían visto el noticiero de la mañana.  Y ciertamente ninguno de los dos lo reconoció ni le dijo nada sobre la presidencia. A eso de las diez le sonó el celular y él atendió sin mirar, porque solamente lo llamaba Miranda.

- Hola. Si... ¿Quién habla? ¿De qué radio? Si, disculpame sabés que pasa, estoy manejando, no puedo... es que yo manejo todo el día ¿entendés? Soy tachero… Disculpame, no puedo, chau.

Beto cortó y refunfuñó en voz baja.

- ¿Y estos cómo saben todo? Mi número, mi dirección...

Encendió la radio y empezó a escuchar uno de esos programas de AM donde varias personas hablan en tono estridente casi al mismo tiempo. Un locutor formal hablaba con un cómico que hacía una voz de personaje tonto.

- ¿Y usté votó al taxista o al político?

- No, yo voté al verdulero, pero todavía no apareció.

Las risas forzadas saturaron los parlantes. Beto se río un poco y refunfuñó al mismo tiempo. Le volvió a sonar el celular, pero esta vez él miró el número entrante y como era desconocido lo apagó sin dudar. Cambió de radio a una donde hablaba una voz más formal, más didáctica.

- ¿Qué tiene que ver esto con un país en serio? Digamos... si se elige a una persona y al otro día salen a decir que la elegida era otra, cuando todos vimos la foto del primero en las boletas... esto puede provocar un estallido social en cualquier...

Beto cambió de radio. Otra vez una rutina de locutor serio y cómico tontuelo, pero con otras personas.

- No pero escuchemé, el conductor de este programa soy yo ¿Ve? Damián Gonzalez.

- Si, yo también me llamo Damián González, y acá en el contrato figura mi DNI no el suyo. ¡Así que el programa lo conduzco yo!!!!!

Beto apagó la radio. Manejó un momento preocupado. Tanta confusión le daba vueltas por la mente que sentía que no podía ni pensar. Durante años había escuchado esos programas de radio en el taxi, hablando de gobiernos, hablando de crisis, de Papas, de asaltos, de modas, de dólares y de fútbol.

Ahora hablaban de él.

Y no le gustaba.

Apagó el taxímetro y dobló hacia los bosques de Palermo.




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