De Taxista a Presidente

El asesor

A Beto lo volvió a sorprender la ausencia total de periodistas cuando volvió a su casa, y eso que siempre volvía puntualmente entre las siete y media de la tarde y las ocho de la noche. Ingenuamente supuso que era una cuestión gremial.

Cuando entró a su departamento encontró a Miranda con otro hombre. Hablando con otro hombre.

Lo que le llamó la atención fue que ella estaba vestida como para salir, con un vestido negro ajustado en los lugares que le convenía resaltar y suelto en los lugares del cuerpo que le convenía disimular. Beto nunca había visto ese vestido y le quedaba sorprendentemente sexy a su mujer. El hombre junto a ella era un treintañero delgado y atildado, vestido exageradamente a la moda, como copiando alguna foto de revista.

Al ver a Beto y su expresión de sorpresa, Miranda pegó un respingo y se le acercó.

- ¡Beto, por fin llegaste!!!

- Si, hola... ¿Quién es este se...

- Te presento a Arnaldo – lo interrumpió Miranda-  él es asesor de imagen, es muy profesional, y te puede ayudar a verte un poco mejor para las cámaras y eso. Mirá el vestido que me recomendó a mí ¿Te gusta?

- Si… te queda bárbaro – dijo Beto torpe pero honestamente.

            Arnaldo dio una paso al frente y le extendió la mano, sonriendo emocionado como si estuviera frente a la más famosa estrella de cine.

- Qué tal, es un placer total conocerlo, un gusto.

- Si hola, qué tal – contestó Beto todavía extrañado mientras le daba la mano.

Beto se acercó a Miranda y tironeándola del brazo la apartó unos pasos, para tener una conversación privada.

- ¿Pero que estás diciendo? ¿Qué asesor de imagen???- susurró Beto con una energía que parecía estar gritando.

Miranda le contestó con total autoridad.

- Los del programa de Silvana me dijeron que te convenía tener uno.

- ¿Pero ya arreglaste lo de Silvana?

- ¡Si!! Les dije que nos tenían que pagar, al principio no querían, decían que no, que ellos no se manejan así, que no lo hacen por nadie y bla bla bla, pero yo les dije que hay un solo Beto y que si lo quieren se tenían que poner si o si. Y al final se pusieron...

            En un silencio breve Beto la miró cautelosamente interesado.

- ¿Y cuánto les pediste? ¿Ochocientos?

- No. Veinte mil.

- ¿Pesos?

- Si.

- ¿Veinte mil?

- Si.

- ¿Veinte mil pesos?

- ¡Si!

Beto se quedó como si le hubieran trompeado la nariz por sorpresa. Parpadeó cinco veces. Giró por sobre su hombro y miró al pulcro asesor de imagen.

- ¡Me pongo en tus manos!!!




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.