De Taxista a Presidente

La tele

- ¡Al principio parecía un tipo chistoso nomás, ahora es un héroe!!- decía un panelista de camisa a rayas un programa de la tarde.

Castellar apretó nervioso el botón del control remoto y cambió de canal. En un estudio oscuro con una mesa de vidrio dos hombres de traje hablaban con calma y autoridad:

- Esto no es un chisme farandulero, no señor, acá está en juego la continuidad de la República...

Otro toque de botón. Un joven en la calle respondía a una entrevista improvisada.

- Si, si, yo prefiero que el presidente sea el tachero, los políticos son siempre lo mismo…

Otro toque de botón. En una escenografía virtual que pretendía ser futurista, un cuarentón informal hablaba con una Tablet PC en las manos.

- ... y cada vez que Beto Castellar abre la boca, estallan las redes sociales...

Otro toque de botón. Un hombre canoso y barbudo hablaba con un hombre canoso sin barba.

- ... situación que no está prevista en la Constitución, ni en las leyes electorales, estimo que el Congreso deberá ser quien...

Otro toque de botón. Una chica entusiasmada le hablaba a la cámara en una calle céntrica.

- ... es un genio, es un genio... ¡Beto, queremos que seas presidente!!!!

Castellar apagó la tele. Junto a él estaban su asesor Santini y su esposa Juana, la ex modelo. Todos se quedaron en silencio, acongojados. Santini ensayó una explicación conspirativa.

- Es todo mentira, está todo arreglado. ¿No es mucha casualidad que él haya ayudado a la hija de la que trabaja con Silvana? ¡Es imposible!

                Castellar no abrió la boca ni despegó la mirada del televisor apagado. Su mujer le apoyó suavemente una mano en el hombro.

- Él no habla tan bien como vos mi amor... además ese traje que usa...

- Él no me preocupa, ya les dije. El problema es Aguirre. ¿Qué está haciendo? ¿Cuánto se va a soportar esto sin que el gobierno salga a decir algo oficial?

- Todo se arreglaría si el tachero diera un paso al costado. – dijo Santini en un suspiro.

- Pero él nunca dio un paso al frente - retrucó inmediatamente Castellar- nunca dijo que quiere aceptar la presidencia, al contrario.

- Pero tampoco dio un paso claro al costado... una renuncia indeclinable...

Hubo un silencio. Castellar y Santini pensaban como jugadores de ajedrez que no pueden ver el tablero completo. En cambio Juana temía sinceramente que sus intenciones de ser primera dama se vieran frustradas, ya le habían conseguido muchos canjes con diseñadores de ropa y se preguntó si tendrían que pagar por todos esos conjuntos y vestidos si su marido no llegaba a la presidencia.

Castellar hacía rato que no miraba a nadie a la cara, era como si estuviera tratando de ver hacia adentro. Se paró, se apoyó en el marco de una ventana y miró unas nubes pasajeras. Dejó salir el aire que tenía encerrado en el pecho y confesó:

- Encima... aunque te parezca insólito... yo le veo cara conocida de algún lado.




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