De Taxista a Presidente

La noche

La multitud gritaba separando en sílabas, creando un coro rítmico que en algunas zonas era acompañado por un salto.

- ¡QUE HA-BLE, QUE HA-BLE!

            Miranda lo miró y asintió varias veces con la cabeza, como para darle aliento, y entonces Beto alzó las manos pidiendo silencio con una sonrisa. La multitud enmudeció de a poco y algunos sonidos de la noche volvieron a esparcirse entre ellos.

Beto respiró hondo.

- Yo todavía no entiendo qué está pasando.

La multitud rió. Beto también pareció reírse de sí mismo y siguió hablando. Habló haciendo muchas pausas, pensando bien lo que iba a decir, porque dar un discurso frente a una audiencia era algo que no había hecho jamás, ni siquiera había leído un poema en la primaria.

- Les puedo decir solamente que... que ustedes estén acá... que hayan venido... me hace sentir de una manera que nunca había sentido en mi vida... O sea... siempre me sentí querido... por los míos... pero esto... es algo nuevo... y es impresionante. Gracias por venir, a todos... muchas gracias.

Hubo gritos y aplausos al viento.

En eso un hombre narigón que escuchaba, con unos pequeños auriculares conectados a su teléfono, la descripción que en la radio estaban haciendo de ese momento que él estaba viviendo, se puso en estado de alerta. Le habló ansioso al que tenía al lado.

- Cadena nacional, cadena nacional... va a hablar Aguirre.

Uno se lo dijo a otro y otro a otro. Desde el balcón Beto pudo ver cómo se esparcía el rumor en un círculo creciente que provocaba que la gente se pusiera seria, atenta, preocupada.

- ¿Qué pasa? – preguntó Miranda.

Beto, que había escuchado esparcidas las palabras “cadena” y “nacional” miró hacia adentro y vio que en la tele aparecía la bandera argentina.

Sin decir nada volvió al living y Miranda lo siguió.

Se sentaron frente a la pantalla, expectantes, siendo todo ojos, todo oídos. En ese instante iba decidirse su destino y el de millones de personas.

Beto sentía latir las orejas.

La imagen pasó a mostrar a Aguirre sentado tras un escritorio. Miró a la cámara y habló con seriedad.

- Compatriotas. Quiero hablarles de manera simple y breve, para terminar con esta confusión y esta incertidumbre que se ha esparcido por nuestra querida Nación en los últimos días.

Beto sentía la boca seca. Miranda le empezó a acariciar la espalda en círculos, tal vez porque estaba más nerviosa que él, si tal cosa fuera posible.

Desde el televisor, de cuya compra aún les restaban pagar siete cuotas, Aguirre continuó su inexpresivo discurso.

- Ante una situación sin precedente alguno en la historia de las democracias mundiales, la Corte Suprema de Justicia ha dado un dictamen de extrema y excepcional urgencia, entendiendo que corre peligro la continuidad institucional de la República Argentina. Es prácticamente un hecho que ese dictamen será acompañado por las dos cámaras del Congreso y es un hecho que es acompañado por la visión del Poder Ejecutivo.

Afuera la multitud se había reunido en grupos, compartiendo lo que escuchaban por sus celulares, algunos incluso viendo el discurso televisado en sus teléfonos. Todos estaban en silencio, tensos, nerviosos. En las pantallas Aguirre tomó una hoja de papel.

- No voy a leerles el texto completo, que se publicará mañana en el boletín oficial. Sabemos qué es lo importante en este momento. Lo importante es saber que se ha decidido que este hombre...

Aguirre levantó el papel y lo mostró a la cámara. Era la boleta electoral con la foto de Castellar.

- Será el próximo presidente de Argentina.

Beto se quedó duro, no habló, no respiró.

Miranda lo abrazó fuerte.

Frente al edificio la decepción se extendió. Hubo caras tristes, hubo protestas derrotadas y más abrazos.

El muchacho grandote, que había levantado a Beto por sobre la multitud, resistió con enojo.

- No viejo... ¡No tenemos que arrugar! – gritó para todos- ¡NO!!!!! ¡AGUANTE!!!!!!

Se acercó a un auto y empezó a sacudirlo, dejando escapar toda su furia. Otros se plegaron a su insensata acción y de a poco hicieron que el auto se bambolee de un lado al otro.

Otras personas de la multitud se alejaron asustadas, y otros les pidieron que paren, pero el muchacho y sus amigos siguieron sacudiendo el auto con bronca. Fueron tomando el ritmo de la sacudida, empujando todos hacia un lado, esperando que el auto vuelva y aprovechando el rebote para empujar nuevamente. En poco tiempo iban a lograr volcarlo.

En eso se escuchó una voz que venía de arriba.

- ¡PERO BASTA CARAJO!!!

Todos se quedaron paralizados, y levantaron la vista hacia el balcón, donde había reaparecido Beto. Él habló como si estuviera retando a su hijo.

- Ese auto es de Gómez, del séptimo. Todavía lo está pagando. ¿Se lo vamos a romper? Tiene tres chicos Gómez, labura en una panadería.

El muchacho grandote bajó la cabeza avergonzado. Hubo un silencio despistado, confundido, hasta que alguien gritó una pregunta.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.