De Un Sueño a la Realidad

Capítulo uno: Cassandra Cook.

El día que Christian Morgan conoció a Cassandra Cook, su vida tomó un giro inesperado. Sí, totalmente de 180 grados, nada de 160 o 170. Ella era la chica más hermosa del planeta y, a la vez, la causante de tantas cosas. Él, sólo el chico que revoloteó sobre ellas.

      El seis de julio del año 2011 parecía un día como cualquier otro, Christian se encontraba alistándose para ir a la biblioteca a devolver unos cuantos libros que usó para la escuela y que, como era de esperarse, había olvidado que todavía los tenía en su poder. Tomó de su armario lo primero que sus ojos notaron: unos vaqueros rotos, una camiseta de cuadros roja y sus tenis desgastados.

      —¡Christian! —el chico se sobresaltó al escuchar la voz de Naomi, su madre, gritándole desde la cocina, como cualquier día. Christian terminó de atarse los zapatos y tomó la mochila donde se encontraban los libros.

      —¡Allá voy! —exclamó su respuesta y salió de la habitación.

      Caminó por el pasillo que dirigía a la sala, donde al lado se encontraba la cocina. Los Morgan vivían en un apartamento arrendado cerca del centro de Chicago, se mudaron un año después de la muerte de Matt Morgan, su primer hijo, no era muy grande, pero solían vivir bien y sin problemas. Al menos, Christian intentaba sentirse bien.

      —Chris, cariño, ¿a qué hora pensarás en devolver los libros? Pronto cerrarán la biblioteca —cuando Christian se asomó, el olor a flan invadió sus fosas nasales—. Agradece que me he dado cuenta antes de que la fecha se hubiera extendido más…

      —Mamá, ya me iré —le interrumpió, Christian sabía perfectamente lo que iba a seguir después de eso, un maravilloso sermón sobre «ser responsable con todo»—. Sólo me ocupé un poco leyendo.

      Brad Morgan, su hermano menor, que estaba sentado en uno de los sofás color beige, soltó una risa ligera.

      —Déjame adivinar, ¿otra vez te pusiste romántico y releíste El Beso de Plata?

      Christian le echó una mirada fulminante.

      —Sí, ¿hay algún problema, Brad?

      El olor a flan había comenzado a intensificarse.

      —Muy bien, chicos. Basta. Christian Morgan, ve a la biblioteca. Ahora —dijo Naomi con un toque de autoridad, saliendo de la cocina, mostrando su habitual delantal blanco con variados puntos de colores—. Y vas a ir con tu hermano.

      —¿Por qué? —reclamó Brad, Christian vagamente notó que estaba jugando en su celular—. Es un niño grande, puede ir solo.

      —No hay flan para nadie —canturreó Naomi luego de mirar a los dos hermanos y sonreírles, se dio la vuelta y volvió a la cocina.

      Brad se mantuvo en el sofá, mirando el teléfono móvil, vaciló y entonces, lo guardó en el bolsillo de sus pantalones. Christian tomó sus llaves y salieron, para luego bajar las escaleras espirales, abrir la cerca y así caminar hacia su destino. Debajo del apartamento vivían los Marshall, quienes les habían rentado su actual hogar. El señor Marshall era amigo del abuelo paterno de Christian y luego de la muerte de Matt, Robert Morgan no tuvo a nadie a quién acudir más que a él. Se mudaron cuando Christian recién había cumplido los diez años. La señora Marshall los había recibido con tanto amor que, por alguna razón, Christian encontró algo a lo cual amañarse en aquel desconocido territorio, tanto que hasta la consideró una segunda abuela; se convirtió en su mejor compañía cuando sus padres estaban en el trabajo y su hermano menor dormía, le ayudaba a arreglar el jardín —el cual cuidaba como si fuera su vida—, aunque Christian no fuera una persona que se ofreciera a ayudar a alguien. Recordó que eso había hecho muy feliz a su madre.

      Vía a la biblioteca, Brad se quejaba de que no tenía ganas de caminar, pero que podía hacer todo un esfuerzo por flan. Christian lo ignoró, sólo murmurando «hmm», o simplemente asintiendo. Brad, el hermano menor por dos años, realmente tenía un aspecto muy diferente al de Christian, la gente podría decir que realmente no parecían familia si no andaban con sus padres. Mientras Brad se parecía completamente a Naomi, cabello negro, ojos grandes y almendrados, nariz pequeña y unos centímetros más alto que su hermano mayor, Christian había sacado todo de su padre, cabello castaño claro, casi rubio, ojos pequeños y cafés, nariz puntiaguda y delgado. No llamaba mucho la atención, pero en compañía de su hermano —que, además, era más guapo que él—, solía destacarse un poco por siempre parecer el menor.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.