De Un Sueño a la Realidad

Capítulo dos: No eran poemas sacados de internet.

Christian había creído por un momento que todo era un sueño. Verla de pie frente a todos, en la misma aula, en la misma clase. Indiscretamente se había pellizcado el brazo y el pinchazo de dolor le hizo volver a la realidad. Era completamente real. Cassandra Cook. ¿Por qué sentía que reconocía su nombre? Christian no la había visto nunca en su vida. Se dio cuenta que ella se había fijado en él y le había sonreído y Christian sintió su corazón al borde de salirse del pecho.

      Una semana después, luego de descubrir que además de Jeffrey, también compartía casi todas sus clases con Cassandra, él no le había dirigido la palabra. Era cuestión de algunas miradas indiscretas hacia ella y que, si se fijaba, Christian sólo tenía que simular estar mirando a algún otro lado. Jeffrey y también Josh Blair le habían dicho en varias ocasiones que le hablara, pero no podía, no sabía cómo hacerlo. Sus habilidades de habla y comunicación eran lo peor que tenía, le era difícil intentar formalizar una conversación con alguna persona sin ponerse nervioso o sin sentirse apenado. Y si se trataba de hacer eso con la chica más hermosa de su clase, sería un desastre.

      Estaban en clase de filosofía un día y como era regular en Christian, se tomaba el tiempo de mirar a Cassandra mientras ella no lo sabía.

      —Por el amor de Dios, háblale, por favor —susurró Jeffrey detrás de él, Christian se sobresaltó y suspiró, tomó un lápiz y comenzó a jugar con él—. No te va a morder.

      —Cállate, Jeffrey —susurró igualmente la respuesta, quitando la vista de Cassandra.

      —Es en serio, Morgan. Puede ser posible que también le gustes, es decir, ¿no bastó con su romántico encuentro en la biblioteca?

      Christian pudo percibir el típico sarcasmo burlesco de Jeffrey en la pregunta.

      —Has estado enamorado de Becky Stewart desde hace tres años y hasta ahora, ella sólo quiere tu amistad —contraatacó. Jeffrey lo había estado molestando con Cassandra desde el momento en que le contó sobre ella y la verdad, eso no le agradaba mucho.

      —No te metas en mis asuntos románticos, Morgan —Christian pudo escuchar que su amigo carraspeó la garganta—. Al menos tengo el valor de seguirle convenciendo de que yo soy mejor que los idiotas con que ha andado.

      —Williams. Morgan —la voz de la profesora Lee se levantó en el aula y los dos chicos miraron al frente de inmediato, tensos. Toda la clase se giró hacia ellos—. ¿Qué pueden decirme sobre la ideología de Immanuel Kant‎?

      —Ah… —ambos titubearon y la señorita Lee transformó su rostro a uno muy serio.

      —Muy bien. Ustedes dos obtendrán menos plazo para entregar los escritos —se acomodó las gafas—. Continuemos. Y por favor, no se distraigan.

      Christian notó la mirada de Cassandra sobre él antes de girarse a su cuaderno de apuntes.

 

Entonces pasaron tres semanas y por más que Christian lo hubiera intentado, no había logrado dirigirle la palabra a Cassandra. Jeffrey y Josh —su nuevo compañero—, habían cruzado algunas palabras con ella, pero antes de que eso pasara, Christian lograba escabullirse o fingía estar haciendo algo más. Cassandra había hecho buenas amigas, Carol Bellamy y Andrea Thompson eran con las que más solía pasar los ratos, según lo que Christian había visto en los pasillos y en los recreos.

      Un día cualquiera, se encontraban en clase de historia. El profesor Charles Spivot había tenido compasión de ellos y dejó realizar una actividad en grupos, sólo si él los escogía. Para su suerte, Christian estuvo con sus amigos, Jeffrey y Josh y el señor Spivot añadió a Carol, Andrea y a Cassandra. Christian no supo exactamente cómo reaccionar a eso, su mente había quedado en blanco. El señor Spivot dictó algunas preguntas acerca de la Primera Guerra Mundial y luego, los dejó trabajando.

      —Parece que te gusta mucho leer —escuchó. La voz llegó a sus oídos, haciéndolo sentirse calmado y nervioso al mismo tiempo, por alguna razón, anhelaba tanto escucharla de nuevo.

      Cassandra Cook estaba a su lado.

      —Uh —murmuró y no la miró. Sólo se puso a escribir en su cuaderno las respuestas que encontraba en el libro de historia—, s… sí. Me gusta mucho.




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