Cuando llegaron las siete de la noche, todos estaban listos para partir. Luego de haber comentado a su madre sobre su cita con Cassandra y el hecho de que necesitaba que ella lo cubriera, Christian se tomó una ligera siesta para calmar los nervios y lo mal que había pasado el día en la escuela debido a la pesadilla.
Su madre se había emocionado con la cita y el plan, que Christian no se lo creyó, por un momento pensaba que iba a tener que inventar una nueva excusa para todo aquel asunto, pero ella sólo había aceptado, muy contenta.
Christian despertó, se duchó y se puso el traje que solía llevar a las cenas con sus padres o a eventos especiales. Salió de la habitación, encontrándose con su hermano con ropa casual y a su madre bastante arreglada, con un vestido largo color amarillo, que resaltaba su piel trigueña y cabello negro. Fue allí cuando salieron de la casa y subieron al auto; Christian de conductor, su madre de copiloto y Brad en el asiento de atrás.
Primero fueron a la casa de Mario a dejar a Brad y para cuando llegaron Jeffrey y Josh también parecían haberlo hecho. Ambos se acercaron para cuando Brad salió del auto y Christian bajó la ventana del copiloto, encontrándose con el rostro de Jeffrey primero.
—Señora Morgan, ¿qué tal? Se ve bastante elegante —le dijo a su madre, sonriente—. También tú, Christian.
—Muchísimas gracias, Jeff —respondió ella y le sonrió, al igual que Christian.
—Espero que la pasen bien en la cena —volvió a decir su amigo, observando a Christian con aquella mirada que el reconocía perfectamente: Jeffrey sospechaba de algo—. ¿Te sientes mejor, Chris?
—Sí, Jeff —Christian medio sonrió, asintiendo—. Tomé una pequeña siesta.
—Eso es bueno.
—Bueno, chicos, diviértanse —dijo su madre, mirando su reloj de mano y dándole pequeñas palmadas a la mano de Jeffrey mientras se despedía—. No salgan muy tarde, ¿bien?
—Claro, señora Morgan, diviértanse ustedes también —Jeffrey asintió y sonrió, haciendo un saludo militar al alejarse del auto—. Nos vemos, hermano.
Christian realizó el mismo saludo militar y entonces cerró la ventana, comenzando a conducir de nuevo, esa vez hacia la casa de Cassandra.
—Le vas a contar a tus amigos después de esta cita, ¿no es cierto? —preguntó Naomi, mirando a Christian.
El chico asintió.
—Lo prometo.
—Bien, porque luego de esta cena no habrá otra hasta vísperas de año nuevo —dijo y se rió.
Christian se rió junto a ella y así duraron unos cuantos segundos. Luego de eso, pudo sentir la mirada de su madre en él y para confirmarlo, la miró de reojo, volviendo la vista a la vía.
—¿Qué pasa? —preguntó.
—Te gusta mucho, ¿verdad?
Christian sonrió y asintió.
—Tu padre hacía lo mismo. Solía escabullirse de sus amigos para tener citas conmigo. Ellos lo molestaban por ser demasiado cursi y a él le avergonzaba un poco… —comentó—. Hasta que le dije que lo enfrentara. Lo hizo y sus amigos lo entendieron.
—Woah.
—Aunque era cierto, era demasiado cursi —siguió y ambos se rieron—. Pero lo sigo amando. Cursi o no.
Christian asintió, sonriendo.
—Entonces, ¿cómo es ella? —volvió a preguntar.
—Es… —soltó una ligera risa y se detuvo en un semáforo, mirando a su madre—. No lo sé, es hermosa, amable, sencilla. Es graciosa y honesta. Es… ¿ya dije que es hermosa?
—Luz verde, hijo —dijo su madre entre risas y Christian avanzó—. Sí. Dijiste que es hermosa.
—Bueno, lo es.