Capítulo trece: Nunca te importa.

      —Te lo estoy diciendo, venguemos sus muertes de alguna manera. Ese hombre está suelto y al parecer nadie quiere hacer nada —decía Jeffrey.

      Había pasado un mes, Christian continuaba internado en el hospital. Era un viernes de marzo y Jeffrey había llegado a visitarlo. Estaban en la habitación de Christian, la doctora Barnes había autorizado el espacio de aquel lugar para visitas, aunque eso no significaba que no lo estaban viendo. Jeffrey se había quitado la mochila, la corbata y el chaleco y los había dejado organizados en el suelo. Luego se sentó en la camilla con Christian y empezaron a hablar, Jeffrey contaba historias que habían pasado en la escuela, algunas en casa y de vez en cuando compartieron anécdotas antiguas que ambos sabían. Todo iba bien hasta que Jeffrey sacó a la luz el tema de Seth Cook.

      Christian tenía noches buenas, malas y peores, no era algo usual, pero las últimas que había tenido definitivamente estaban en la tercera categoría. Dejó de participar en las reuniones grupales, las sesiones con Miranda Barnes no funcionaban como debían y las pesadillas… habían intentado mantener la misma dosis de medicinas, pero después de su última noche, la doctora Barnes decidió subirla. Matt era otra cosa, Christian hablaba de vez en cuando con él, a veces sólo se le aparecía para hacerle compañía y claramente Miranda se había fijado en eso. El problema era que Christian se acostumbraba a negarlo. Hubo días en que realmente se enfermó, los mareos, el dolor de cabeza, el mal humor y de vez en cuando, el insomnio lo tuvieron muy mal. Se desmayó un par de veces un día, los auxiliares estaban preocupados, otra razón para aumentar la dosis, aunque la doctora no quisiera.

      —No estoy en disposición para hacer eso —Christian soltó un suspiro—. No sé si lo has notado, Jeff —señaló alrededor de la habitación—, pero estoy internado en un hospital. Por TEPT.

      —Pero cuando te mejores, vas a salir y… —comenzó a hablar, emocionado, aunque cuando se dio cuenta de lo que estaba diciendo, disminuyó el tono, arrepentido.

      —¿Voy a salir y qué? ¿Compraré un arma, buscaré al señor Cook y simplemente lo mataré? —el castaño resopló, una risa se le escapó con eso—. Jeffrey. Lo recuerdo, cuando era niño. Matt y él eran inseparables. Es un buen hombre, no creo que sea un asesino.

      —Mató a tu hermano, Christian.

      Hubo un silencio.

      —Mató al hermano de Andrea. Otro de sus amigos más cercanos.

      Christian tensó la mandíbula.

      —Mató a Angel.

      —No me importa, Jeffrey —Christian se pasó una mano por los ojos con suavidad, como si quisiera llevarse el dolor de cabeza con eso.

      —Cassandra puede estar en peligro.

      —No lo está —respondió casi de inmediato, entre dientes. Sus ojos se fulminaron y miraron a Jeffrey—. ¿Crees que no pensé en eso? ¿Crees que no le pregunté a Cassandra acerca de su infancia? Su padre la adora. Es lo único que él tiene en su vida. Si hubiera querido maltratarla o en el peor de los casos, asesinarla, ¿no lo hubiera hecho hace mucho tiempo?

      —Es que es increíble, ¿lo estás defendiendo? —preguntó Jeffrey, asombrado y algo enojado—. ¿Por qué? ¿Estás ciego?

      —No. Es sólo que creo que hay algo más —el castaño suspiró—. Seth Cook es una buena persona.

      Jeffrey soltó una risa irónica y se levantó de la camilla, caminando hacia una de las paredes de la habitación, puso las manos en la cintura y bajó la cabeza, moviéndola un poquito. Christian no podía ver sus expresiones, no hasta que se giró y se dio cuenta de lo enojado que estaba. Tenía los ojos medio rojizos y lágrimas de rabia se acumulaban en ellos, quemándolos, se mordía el labio inferior con fuerza y estos se volvieron cerezos por apretarlos tanto.

      —Entonces lo haré yo —dijo.

      —¿Qué?

      —Compraré el arma. Lo buscaré. Y lo mataré yo.

      —Jeff… —comenzó Christian, pero su amigo lo calló.