Cuando llegó abril, Christian continuaba sin mostrar mejoras. A veces parecía tener días buenos, pero luego todo se mezclaba con muchos otros malos. La dosis de su medicina causaba mal humor en él, aunque pudiera dormir como un bebé. Cosa que le preocupaba a la doctora Barnes, porque si la cambiaba de nuevo, Christian podía volver al hábito de no dormir y eso era un gran problema.
Las visitas de Jeffrey fueron restringidas hasta nueva orden debido a su pequeño encuentro. Christian se sintió muy mal, realmente no quiso hacerlo, había soportado como pudo, pero no lo suficiente. Las apariciones de Matt se hacían cada vez más frecuentes y, aunque Christian le había hablado a la doctora acerca de eso, él no deseaba apartarlo de su lado.
—Tienes visitas —escuchó. Tenía la mirada perdida en algún lugar de la habitación, no prestó atención al sonido de la puerta abriéndose—. Muchas.
Christian miró a la doctora Barnes apoyada en el marco de la puerta y esta le sonrió.
—¿Quieres verlos?
—Está bien —murmuró el joven después de suspirar ligeramente.
Brad, Cassandra, Josh, Sebastian y Mario entraron. El aspecto de Christian ya no estaba tan mal, no tenía vendas en las manos, aunque podía notarse el color verdoso de los golpes; su nariz estaba sana, realmente no quería recordar los días después de la pelea, nunca pensó que su nariz sangrara tanto. Todos se quedaron mirando al castaño y él se levantó de la camilla.
—Hey —sonrió con algo de desgano.
—Los dejaré a solas —mencionó la doctora—. Pero dejaré la puerta abierta.
Christian asintió cuando ella le dio una mirada de «ya sabes por qué». Y entonces se fue.
—¡Oh por Dios! ¡Estás vivo! —exclamó Mario y se lanzó para abrazarlo con fuerza. Christian soltó un gemido cuando el chico apretó el agarre y lo cargó.
—Sí… estoy vivo, Mario —dijo Christian con voz ronca y quedándose sin aire—. Siempre lo estuve.
Lo soltó y lo dejó de nuevo en el suelo, Christian se tambaleó un poco por un pequeño mareo y Mario lo aguantó para ayudarle a mantenerse de pie y se disculpó. Brad se acercó con Cassandra y ella lo abrazó por la cintura, Christian pasó un brazo por su hombro, la miró y le sonrió.
—Lo siento por lo que pasó con Jeffrey —murmuró su hermano menor—. De verdad.
—No… yo comencé. No es su culpa —Christian carraspeó la garganta y acarició el cabello de Cassandra. Extrañaba eso—. ¿Cómo está él?
—Dice exactamente lo mismo que tú —respondió Sebastian, una risa se le escapó.
—Pronto se acabará esto. Voy a salir, sólo faltan semanas —susurró y sonrió. No era que le fuera mejor que a otros pacientes, pero Christian confiaba en que pronto saldría de allí—. Lo prometo.
—No prometas nada que no puedas cumplir, Christian —Josh, que no había hablado desde que llegó, entró a la conversación. Christian lo miró, tenía el ceño fruncido y los brazos cruzados—. Busca otra puta excusa, porque yo creo que nunca saldrás de aquí —siguió y suspiró antes de volver a hablar—. ¿En qué carajos estabas pensando?
—Josh —le interrumpió Cassandra de golpe, antes de que el moreno siguiera hablando—. Detente. No es momento para atacar a Christian. ¿Acaso… acaso quieres seguir los pasos de Jeffrey? ¿Intentar hacerte dar una paliza por ser sólo un estúpido?
—No me importa. Él no es un debilucho, sólo le gusta estar escondido en su maldita burbuja, pensando en su hermanito y su novio Angel.
Christian apretó la mandíbula.
—Por favor, Josh. Cállate de una vez —dijo Sebastian, irritado.
—¿Qué está pasando? —preguntó Christian, mirando a todos alrededor—. Ustedes están ocultando algo, ¿no?