De Un Sueño a la Realidad

Capítulo dieciséis: Bienvenido a Reinickendorf.

Christian despertó en una habitación conocida. El sol apenas había comenzado a salir y se reflejaba por las cortinas; Christian se levantó de la cama perezosamente y se estiró, observó alrededor, había estado allí antes, era la habitación de su tío Joshua cuando era joven.

      —Buenos días, bella durmiente —escuchó la voz de Matt de repente y Christian se sobresaltó, soltando un suspiro cuando se dio cuenta que sólo era su hermano. Matt se rió despacio—. Lo siento, no quise asustarte.

      —Siento que dormí un milenio —murmuró Christian, caminando hacia la ventana y abriendo las cortinas, el tenue sol se posó en su rostro y entrecerró los ojos para acostumbrarse a la luz.

      —En realidad fueron las ocho horas del viaje y dos más —susurró Matt.

      —¿Cómo me llevaron? ¿Cargado? —el castaño frunció las cejas, observando la reconocida calle del vecindario de sus abuelos.

      —Estabas medio dormido y medio despierto, papá tuvo que ayudarte a caminar —su hermano mayor levantó los hombros—. Ya sabes, las píldoras.

      Christian se giró, viendo a Matt sentado en la cama y luego se miró él mismo, tenía la misma ropa con la que había viajado.

      —Bueno, al menos tuvieron resultado… —susurró.

      No pasó mucho tiempo cuando la puerta de la habitación se abrió y detrás de esta apareció Brad, tenía puesta una ropa diferente, un pantalón de pijama y una camiseta de Star Wars que le regalaron años atrás, él la usaba para dormir, realmente no le gustaba Star Wars, tenía también el cabello despeinado, usaba las gafas y andaba con medias.

      —Qué maravilla, estás despierto —dijo, fingiendo sorpresa—. Creí que dormirías por un año más.

      —Muy gracioso —murmuró Christian y escuchó la suave risa de Matt.

      —El desayuno está listo, ven —comentó y luego de eso, salió de la habitación.

      Christian asintió, se levantó y siguió a Brad por la gran casa de sus abuelos. Bajaron las escaleras y cuando llegaron a la sala, vio a Ulbrecht y Marlene Morgan, sus abuelos paternos, sentados en los elegantes muebles.

      —¡Chris, querido! —dijo su abuela con alegría cuando él se acercó a ellos y le besó en la mejilla—. ¿Cómo estás? ¿Dormiste bien?

      —Sí, gracias, abuela. Los extrañé —musitó.

      —Nosotros también, muchacho, como siempre —mencionó su abuelo luego de sorber de su habitual pipa—. Tus padres están en el comedor.

      —Floy preparó tu plato favorito del desayuno —añadió Marlene.

      —¿Salchichas Bratwurst? —preguntó, la emoción se mostró en el tono de su voz.

      Su abuela asintió y después de decir que lo disfrutara, Christian caminó hacia el comedor. Abrió las dos puertas que daban a aquel lugar, encontrándose con la reconocida gran mesa familiar. Varios platos estaban colocados sobre esta y estaba decorada al gusto de su abuela, como siempre, con un estilo mediterráneo. Sus padres estaban sentados juntos y Brad en el otro extremo de la mesa, así que Christian se sentó al lado de su hermano.

      —Buenos días —dijo a sus padres, ofreciéndoles una sonrisa. Sus padres la correspondieron.

      —Buenos días, cielo. ¿Cómo dormiste? —preguntó Naomi.

      —Muy bien. Siendo honesto.

      Su padre asintió y les dio un buen provecho. Aunque no había pasado tanto tiempo luego de las vacaciones de invierno, una parte de Christian extrañaba Berlín, su padre había crecido allí y él era mitad alemán, así que le gustaba mucho cuando realizaban los viajes para visitar a sus abuelos. Normalmente viajaban cada dos años, nunca había sucedido dos veces en el mismo año. Por lo que eso no hubiera sucedido si Christian nunca hubiera estado en esa situación.



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En el texto hay: romance juvenil, primeramor, amistad

Editado: 19.02.2018

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